Soy europeísta convencido y me entristece el poco interés que han suscitado entre la población europea en general las elecciones al Parlamento de Bruselas del domingo pasado y la consiguiente alta abstención.
Está claro que en un porcentaje importante está motivada por el hastío y hartazgo que provoca la clase política entre los electores, cansados de corrupciones, debates fatuos y carentes de interés, alejados de las preocupaciones reales de los ciudadanos, y de que aireen sus miserias a los cuatro vientos, quedando en evidencia la poca preparación y escasa talla intelectual de la mayoría de ellos.
No obstante, hay otra parte de abstención no endémica, de ciudadanos que normalmente votan en eleccciones locales, cuando sienten más cercanos los problemas. Craso error.
Precisamente, darle más fuerza a Europa posibilitaría una influencia mayor de la CE en el mundo, siempre esclava de los EEUU, que a pesar de la sintonía que parece haber en este momento con Obama, siguen teniendo una visión diferente de la política internacional que la que tenemos la mayoría de los europeos.
Todos los europeos tenemos que realizar un esfuerzo para reforzar nuestra identidad colectiva. Hay que profundizar en los vínculos culturales comunes para lograr una verdadera unidad política.
En lo que sí que hubo unanimidad y ninguna protesta fue en la elección del "Himno a la alegría" de la 9ª Sinfonía de Beethoven como Himno oficial de la Unión. No me resisto a incluir un video de una versión de Ritchie Blackmore, ex "Deep Purple" y ex "Rainbow".
El hecho de que hasta hace poco más de medio siglo los europeos hayamos estado guerreando unos con otros, no debe ser óbice para reconocer una identidad común.
El filósofo español Ortega y Gasset, convencido defensor de una identidad europea común, relativizaba estas guerras en su "Rebelión de las masas" (1937), cuando afirmaba que "las guerras intereuropeas evitaban la aniquilación total del enemigo". Carlos V de Alemania y I de España, decía de su primo Francisco I de Francia: "Mi primo Francisco y yo estamos por completo de acuerdo:los dos queremos Milán"
También navarros y guipuzcoanos mantuvimos guerras fraticidas durante siglos (recuérdese Beotíbar o Belate y los 12 cañones del antiguo escudo de Gipuzkoa) y hoy sólo unos pocos ignorantes o interesados de mentalidad cerril niegan una identidad cultural común.
Antes de los primeros escarceos políticos que condujeron a la creación de la Comunidad del Carbón y del Acero, sobre las todavía humeantes cenizas de la Segunda Guerra Mundial, las ideas filosóficas y artísticas ya circulaban con total libertad por Europa. El Siglo XVIII es el Siglo de la Ilustración, de la Revolución Francesa y del surgimiento de una identidad común europea, que continúa durante el XIX, a pesar de que éste sea también el siglo de los nacionalismos (surgimiento de los estados alemán e italiano)
Rousseau, Goethe o Kant (como antes Dante, Shakespeare o Cervantes) se sentían herederos de una tradición común que hundía sus raíces en Grecia y Roma. El latín, hoy apartado de nuestras escuelas, fue durante siglos la lengua culta común europea.
Kant, que en toda su vida no salió de su Könisberg natal en la Prusia Oriental (hoy Kaliningrado, un enclave ruso entre Polonia y Lituania),en su Filosofía de la Historia, plantea la posibilidad de que la finalidad de la Historia sea la consecución de un Estado cosmopolita en el que una constitución civil, basada en valores racionales, fuese el nexo de una "gran unión de pueblos".
La "democracia" como sistema político ha permitido a los europeos el acceso universal a la educación y la cultura. Si hace dos siglos, los ilustrados eran conscientes de una herencia cultural común, por qué no lo somos ahora?
Cerrando el bluce, volvemos al inicio. La clase política, en lugar de tirarse los trastos y meter la mano en el cajón, debería ser capaz de lograr, o al menos tener claro que su objetivo es el intentarlo , que todos los europeos seamos capaces de tener una idea sobre nuestro pasado, que nos permita construir un futuro común.
Por eso, soy partidario de un espacio universitario común europeo, aunque el modelo adoptado, conocido como Bolonia, no me ofrece las suficientes garantías en cuanto a su independencia. Me parece que busca una mercantilización y privatización de la universidad, excesivamente dependiente del "mercado", esclava y deudora del mundo empresarial a cuyo servicio se postula, y alejada del CONOCIMIENTO con mayúsculas como fin en sí mismo.

No obstante, hay otra parte de abstención no endémica, de ciudadanos que normalmente votan en eleccciones locales, cuando sienten más cercanos los problemas. Craso error.
Precisamente, darle más fuerza a Europa posibilitaría una influencia mayor de la CE en el mundo, siempre esclava de los EEUU, que a pesar de la sintonía que parece haber en este momento con Obama, siguen teniendo una visión diferente de la política internacional que la que tenemos la mayoría de los europeos.
Todos los europeos tenemos que realizar un esfuerzo para reforzar nuestra identidad colectiva. Hay que profundizar en los vínculos culturales comunes para lograr una verdadera unidad política.
En lo que sí que hubo unanimidad y ninguna protesta fue en la elección del "Himno a la alegría" de la 9ª Sinfonía de Beethoven como Himno oficial de la Unión. No me resisto a incluir un video de una versión de Ritchie Blackmore, ex "Deep Purple" y ex "Rainbow".
El hecho de que hasta hace poco más de medio siglo los europeos hayamos estado guerreando unos con otros, no debe ser óbice para reconocer una identidad común.
El filósofo español Ortega y Gasset, convencido defensor de una identidad europea común, relativizaba estas guerras en su "Rebelión de las masas" (1937), cuando afirmaba que "las guerras intereuropeas evitaban la aniquilación total del enemigo". Carlos V de Alemania y I de España, decía de su primo Francisco I de Francia: "Mi primo Francisco y yo estamos por completo de acuerdo:los dos queremos Milán"
También navarros y guipuzcoanos mantuvimos guerras fraticidas durante siglos (recuérdese Beotíbar o Belate y los 12 cañones del antiguo escudo de Gipuzkoa) y hoy sólo unos pocos ignorantes o interesados de mentalidad cerril niegan una identidad cultural común.
Rousseau, Goethe o Kant (como antes Dante, Shakespeare o Cervantes) se sentían herederos de una tradición común que hundía sus raíces en Grecia y Roma. El latín, hoy apartado de nuestras escuelas, fue durante siglos la lengua culta común europea.
Kant, que en toda su vida no salió de su Könisberg natal en la Prusia Oriental (hoy Kaliningrado, un enclave ruso entre Polonia y Lituania),en su Filosofía de la Historia, plantea la posibilidad de que la finalidad de la Historia sea la consecución de un Estado cosmopolita en el que una constitución civil, basada en valores racionales, fuese el nexo de una "gran unión de pueblos".

Cerrando el bluce, volvemos al inicio. La clase política, en lugar de tirarse los trastos y meter la mano en el cajón, debería ser capaz de lograr, o al menos tener claro que su objetivo es el intentarlo , que todos los europeos seamos capaces de tener una idea sobre nuestro pasado, que nos permita construir un futuro común.
Por eso, soy partidario de un espacio universitario común europeo, aunque el modelo adoptado, conocido como Bolonia, no me ofrece las suficientes garantías en cuanto a su independencia. Me parece que busca una mercantilización y privatización de la universidad, excesivamente dependiente del "mercado", esclava y deudora del mundo empresarial a cuyo servicio se postula, y alejada del CONOCIMIENTO con mayúsculas como fin en sí mismo.
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