Como tantas otras veces, he estado dándome una vuelta por Baiona. Tenemos la suerte de habitar en un punto en el que en un radio de prácticamente una hora de coche, tenemos al alcance todas las grandes ciudades vascas. De ellas, las tres más cercanas, Donostia, Iruña y Baiona, conforman un triángulo con muchos elementos en común, entre ellos su carácter histórico, durante siglos plazas defensivas amuralladas, por su cercanía a ese otro muro que conformó a lo largo del tiempo la frontera. Una vista de las primeras viviendas detrás de la muralla al caer la tarde. Pasar al otro lado constituyó durante años de nuestra vida un salto cercano a un mundo diferente y para algunos, un viaje sin fecha de caducidad. Afortunadamente, aquellos años pasaron y la frontera, aunque existe, se irá diluyendo cada vez más con el paso de los años.
Pasear por el casco antiguo de Baiona es una delicia y da gusto ver cómo han conservado los edificios, las tiendas y locales, modernizándose sin perder nada de su carácter.
Mantiene el gusto de las ciudades francesas medievales, con un toque euskaldun que la hace diferente. Como muchas otras ciudades costeras atlánticas, creció río adentro, al abrigo de las furias del mar, a la orilla de los ríos Nive y Adour. Durante la Edad Media, entre los siglos XII y XV como toda la Aquitania, a la que pertenecía, estuvo bajo dominio inglés, hasta que Francia la conquistase al final de la Guerra de los Cien Años. En la historia del vecino reino español, es famosa porque en ella se firmaron las abdicaciones de Carlos IV y Fernando VII en favor de Napoleón Bonaparte. Del Castillo de Marracq ,,donde se sellaron las actas no quedan más que ruinas, aunque sí está en pie el llamado Châteaux Vieux, en el que habitaron reyes de Navarra, Castilla o Francia, así como el mismo General Palafox. Son múltiples los testimonios de la huella dejada por sus calles en muchos viajeros románticos. Entre ellos es de destacar al gran escritor Víctor Hugo. Las citadas Abdicaciones de Bayona supusieron la llegada al trono español del hermano mayor de Napoleón, José Bonaparte. Entre su séquito se encontraba el General Hugo, padre del genial escritor, guerreando contra El Empecinado por tierras de Ávila, Guadalajara y a lo largo del curso del Tajo.
El escritor, acompañado de su madre y hermanos, vivirá durante un mes en Bayona, mientras esperan el convoy que les acompañe a Madrid.
Pasear por el casco antiguo de Baiona es una delicia y da gusto ver cómo han conservado los edificios, las tiendas y locales, modernizándose sin perder nada de su carácter.
Mantiene el gusto de las ciudades francesas medievales, con un toque euskaldun que la hace diferente. Como muchas otras ciudades costeras atlánticas, creció río adentro, al abrigo de las furias del mar, a la orilla de los ríos Nive y Adour. Durante la Edad Media, entre los siglos XII y XV como toda la Aquitania, a la que pertenecía, estuvo bajo dominio inglés, hasta que Francia la conquistase al final de la Guerra de los Cien Años. En la historia del vecino reino español, es famosa porque en ella se firmaron las abdicaciones de Carlos IV y Fernando VII en favor de Napoleón Bonaparte. Del Castillo de Marracq ,,donde se sellaron las actas no quedan más que ruinas, aunque sí está en pie el llamado Châteaux Vieux, en el que habitaron reyes de Navarra, Castilla o Francia, así como el mismo General Palafox. Son múltiples los testimonios de la huella dejada por sus calles en muchos viajeros románticos. Entre ellos es de destacar al gran escritor Víctor Hugo. Las citadas Abdicaciones de Bayona supusieron la llegada al trono español del hermano mayor de Napoleón, José Bonaparte. Entre su séquito se encontraba el General Hugo, padre del genial escritor, guerreando contra El Empecinado por tierras de Ávila, Guadalajara y a lo largo del curso del Tajo.
El escritor, acompañado de su madre y hermanos, vivirá durante un mes en Bayona, mientras esperan el convoy que les acompañe a Madrid.
Años más tarde, en 1843, ya famoso, volverá a la ciudad, dejando constancia de ello en su Diario, durante un viaje a los Pirineos y País Vasco. "No he podido entrar en Bayona sin emocionarme. Bayona es para mí un recuerdo de infancia. Vine a Bayona cuando era muy pequeño, a los siete u ocho años, hacia 1811 o 1812, en la época de la grandes guerras. (....) La ciudad no puede estar más graciosamente situada en medio de las colinas verdes sobre la confluencia del Nive y el Adour. Pero de esta bonita ciudad ha habido que hacer una ciudadela. (...) Es una obra maestra de Vauban, de acuerdo, pero es cierto que las obras maestras de Vauban estropean las obras maestras de Dios".
Se refiere a la ciudadela construída por el ingeniero militar francés del siglo XVII, que construyó y mejoró las defensas y ciudadelas de más de 300 localidades francesas. La de Bayona sigue siendo utilizada por el ejército francés. Continúa su relato: "La catedral de Bayona es una iglesia bastante bella del siglo catorce de color yesca y completamente minada por el viento del mar.(...) Toda la firmeza del siglo catorce se mezcla aquí sin aplacarla con toda la fantasía del quince(...)
Dejamos en este punto los recuerdos de Víctor Hugo para seguir callejeando por la ciudad, mientras va anocheciendo. Hoy la gente no se retira tan temprano como habitualmente. En Baiona ya huele a Navidad y los puestos de productos navideños se agolpan a lo largo del paseo fluvial en ordenadas y limpias casetas de madera. A este hotel ya ha llegado Papa Noël o el Olentzero, que son los que dejan regalos por estos lares.
De vuelta a Tolosa, visitaremos el flamante TOPIC, Centro y Museo de la Marioneta, inaugurado este fin de semana. Reconozco que me ha impresionado y ha superado con creces mis expectativas. A pesar de algunas críticas que he leído entre la intelectualidad oficial del pueblo, me parece un magnífico proyecto, fruto del trabajo de quienes durante estos últimos veintisiete años han hecho posible el Titirijai, y el museo es verdaderamente impresionante y creo que va a ser un referente en la vida cultural de Tolosa y Gipuzkoa. Sólo he echado en falta una marioneta, Gorgorito, que forma parte del imaginario de nuestra infancia. Cuando vea a Idoia se lo comento.
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