Esta semana se presentó en el Salón de Actos del Ayuntamiento de Tolosa, una nueva obra del médico tolosarra José Antonio Recondo, dedicada al Camino Real de Tolosa a Pamplona, cuya construcción fue llevada a cabo entre 1784 y 1789 en el tramo navarro y a partir de 1788 en el guipuzcoano, quedando completo en 1793.
Además, nos ilustra acerca de la vida en torno al camino, tomando como base de estudio lo referido a los balnearios y ventas que jalonaron su recorrido, así como a los vehículos que se utilizaron para recorrerlo.En la presentación hacía referencia a la opinión que de Tolosa dejase plasmada el escritor romántico Víctor Hugo, quien en su segunda visita al País Vasco en 1843 acompañado de su amante, la actriz Juliette Drouet, y camino de Pamplona, pernoctaría en la fonda de la Plaza Gorriti, actual Hostal Oyarbide, lugar de donde partían las diligencias.
Transcribo sus impresiones: "Tolosa, que es la antigua Iturissa, tiene más gracia que Hernani, y más vida y más riqueza, pero menos grandeza y solenmidad. A pesar de la lluvia fina que caía desde la mañana, he visto toda la ciudad", sigue contando. Recordemos que era 11 de agosto y que, como entonces, el mes de agosto suele ser lluvioso y propenso al sirimiri.
"Algunas casas viejas, una de ellas construida bajo el reinado de Alfonso el Sabio, el rey astrónomo". Supongo que se referirá a la Torre de Andía.
"Una iglesia bastante bella de la que se ha hecho un granero para forraje; los dos bonitos ríos, el Oria y el Araxa(sic), esto es todo lo que he tenido como premio..." Unas líneas más adelante aflora el espíritu del escritor romántico: "Las catorce diligencias que parten todos los días de Tolosa se llevan cada mañana algo de las viejas costumbres, de las viejas ideas, de los viejos hábitos, es decir de lo que constituye la vieja España(...) Además en Tolosa se trabaja. Hay una fábrica de sombreros de Urbieta, una manufactura de papel, muchas tenerías, muchas fábricas de clavos, de herraduras de caballos, de ollas de hierro batido, rejas de balcones de hierro pulido, sables y fusiles; toda la montaña está llena de herrerías. Ahora bien, si algo puede deformar España es el trabajo..."
Se lleva una impresión muy diferente de la que tiene de España en general y le parece que "Tolosa, con su actividad, su industria, sus molinos, sus torrentes, sus enramadas, sus yunques y sus ruidos, se parece a una bonita ciudad francesa. Parece que debe de importunar con su murmullo a Castilla la Vieja, su vecina..."
Su conocida pasión por las mujeres no se escapa tampoco a sus observaciones: "En el momento en que bajaba a Tolosa, en la puerta de la fonda, una nube de sirvientas con refajo corto y piernas descubiertas, solícitas, cordiales y algunas guapas, me ha rodeado y se ha adueñado de mi equipaje. Todas trataban de decirme algunas palabras en francés."
Esta es exactamente la Tolosa que se encontró, según esta litografía realizada sobre un dibujo del que fuera director de la Real Academia de San Fernando, el pintor Genaro Pérez de Villa-Amil, datada en el mismo año de su visita.Mucho antes que el afamado escritor de Besançon, otros viajeros habían dejado sus impresiones sobre nuestra villa.
A finales del siglo XVI, dos estudiantes alemanes, Diego Cuelbis y Joel Koris, acompañados de un criado asturiano que regresaba de Flandes, visitan la península, dejando el primero de ellos testimonio de su paso en forma de diario en su "Thesoro Choragraphico de Las Espannas"
En la primavera de 1599 visitarán Tolosa, pareciéndoles "uno de los pueblos más lindos, con un puente de piedra fuerte y hermoso, y en el que abundan las herrerías donde se fabrican espadas y puñales muy buenos que se pueden con mucha razón igualar con aquellas armas de Toledo o Valencia".
En cuanto al pan y el vino le parece que escasean "y comen pan de mijo que llaman borona".
También hablará de los manzanos y la sidra "que beben por vino recogiéndola en grandísimos botes". Le pareció muy buena y barata y los tolosarras le dieron la impresión de ser "gente amigable y muy liberal".De los viajeros del XVIII, destacar al francés Jean François Peyron, que en sus Essais sur l'Espagne (1777-1778) nos habla de Tolosa, a la que llega procedente de Ordizia por un camino muy frecuentado en el que multitud de carretas de bueyes transportan el mineral de hierro a los molinos que bordean el camino y dotada de "calles bastante largas y rectas donde se encuentra mucho movimiento e industria".
Pero quien más fielmente reflejara el carácter y costumbres vascos, sería el filólogo alemán Wilhem von Humboldt, hermano del también conocido naturalista y geógrafo Alexander von Humboldt. Visitará el País Vasco en dos ocasiones: un primer viaje de siete meses entre 1799 y 1800 y un segundo durante dos meses en 1801. No sólo estudió el euskera y sus orígenes como filólogo, sino que también como político se interesó por las instituciones vascas, a las que calificó de verdaderamente democráticas.
Así comienza su obra "Los vascos. Apuntes sobre un viaje por el País Vasco en primavera del año 1801":
"Oculto entre montañas habita las dos laderas de los Pirineos occidentales un pueblo que ha conservado por una larga serie de siglos su primitiva lengua, y en gran parte también, su antiguo régimen y costumbres".
Si visitó Tolosa, no dejó constancia de ello aunque sí que la nombra cuando describe las instituciones forales guipuzcoanas.
" La residencia del diputado general, así como el corregidor real, que resuelve en el país la suprema instancia de justicia, alternaba antes entre las cuatro villas de Tolosa, San Sebastián, Azcoytia y Azpeytia y el diputado general tenía que nombrarse siempre precisamente de una de esas cuatro villas. Se deseaba desde largo tiempo hacer una variación en esto. Pero la preponderancia ya notada antes, de las cuatro mayores villas, cuyos intereses estaban aquí en juego, frustraba los intentos a ello conducentes. Por último, se logró de manera que el asunto se dejó a la decisión de una comisión. Ahora tienen el diputado general y el corregidor su residencia permanente en Tolosa, que es la más adecuada por su magnitud y su situación, en la carretera de Madrid y casi en medio de la provincia."
En el centro de este grabado de 1875 aparece el edificio que albergaría la Diputación Foral guipuzcoana durante la capitalidad de Tolosa entre 1844 y 1854.Es en el siglo XIX cuando atraídos u obligados por las contínuas guerras y escaramuzas que transcurrirán a lo largo del siglo, se suceden los visitantes foráneos.
Son varios los oficiales franceses y sobre todo ingleses, más dados a relatar sus memorias, que dejaron testimonio de su paso por la Guerra Peninsular.
Charles Boothby que posteriormente cambiaría el uniforme militar por los hábitos religiosos, pasó por Tolosa el 30 de enero de 1809, y escribe lo siguiente:
"Al anochecer llegamos a la vista de Tolosa, con casas blancas como la leche en un entorno de la belleza más encantadora; en un valle rodeado de bellas y fantásticas montañas y bañada por el río Oria. Tolosa es una buena y populosa ciudad. Nos mandan a la posada con los brigadieres españoles, una casa muy buena. El recorrido de hoy han sido cinco leguas largas a través del más radiante y hermosamente romántico paisaje que jamás he visto, serpenteando todo el camino a través de valles de los cuales no había uno que no hablara de prosperidad y abundancia; resplandecientes casas solas, jardines, huertos, aldeas grandes salpicaban la tierra tan densas como el granizo..."
Venían de Urretxu, donde habían pernoctado la noche anterior y al día siguiente llegarían hasta Oiartzun.
El general inglés Andrew Thomas Blayney, recorrió la península como prisionero de guerra de los franceses durante el año 1810 desde Fuengirola, donde fue hecho prisionero, hasta pasar la frontera por Irún.
De nuestra villa refiere lo siguiente: "El 15 de enero por la mañana nos pusimos en camino. El país era muy montañoso y estaba, ya cubierto de árboles, ya bien cultivado... Al mediodía llegamos a la antigua Iturissa (en esta denominación coincidirá luego Víctor Hugo), situada en las orillas del Araxes y del Oria, sobre los que había dos hermosos puentes. Vimos a varios vizcaínos reunidos en el mercado. Tenían aspecto de vivir sin privaciones y parecían de modales amables. Las mujeres de esta provincia son célebres por su belleza y las que tuve ocasión de ver no me parecieron estar por debajo de su reputación. El mercado estaba bien surtido de toda clase de comestibles. Encontramos en Tolosa una excelente posada, lo que es muy raro en los pueblos de España".Aunque este grabado del mercado tolosarra es de unos años después, no diferiría mucho del que se encontró el autor de nuestro relato.El militar y artista inglés Edward Hawke Locker pasará por Tolosa en el otoño de 1813 y dejará testimonio escrito y gráfico (fue autor de un conjunto de hermosos grabados sobre apuntes originales que tomó durante el viaje) en sus Views in Spain.
"Tolosa. La llegada a esta ciudad es muy interesante, la carretera discurriendo por la orilla del pequeño río Oria... El valle en el cual está situada se extiende más allá de la vista con gran exhuberancia... la ciudad se encuentra entre la confluencia del Oria y el Araxes, una bella corriente cruzada por un hermoso puente... la población asciende a unas 4.000 almas. Es de una extensión considerable, tolerablemente limpia y bien pavimentada. La iglesia, como de costumbre, es el edificio más decorativo y aparte de dos conventos sin valor no hay otros edificios públicos de importancia."
Coincide con Blayney en cuanto a su opinión de las mujeres. "Había oído mucho en el cuartel general sobre la belleza de las mujeres de esta provincia, y al hacer un día bueno, se me ofreció una oportunidad de confirmar estos informes a su favor. La carretera estaba abarrotada de campesinos de las aldeas cercanas, cargados con varios víveres para el mercado. Iban vestidos con sus atuendos más alegres y el de las mujeres era muy bonito. Hay un garbo nacional en el andar de todas las mujeres españolas, que llama mucho la atención al extranjero, y las nativas de Guipúzcoa, además de esta ventaja, exhibían una frescura de color que no se ve comúnmente en las provincias del sur. Este color está a menudo resaltado por un ramillete de cintas oscuras que caen sobre su frente; el pelo por detrás estando bonitamente trenzado y sobre éste aparece un elegante pañuelo colocado con mucho gusto. El traje consiste en una chaqueta blanca con mangas, algunas veces guarnecida con botones dorados o plateados. llevan un peto ajustado por delante, y una corta y ligera enagua por debajo y para realzar el conjunto despliegan una profusión de pendientes y collares, que añaden no poco esplendor a su aspecto. Los hombres, aunque apuestos, altos y robustos, se ven a su lado algo desventajosamente. la moda prevalece de blusa marrón y bombachos, un sombrero ladeado y polainas a rayas, atadas desmañadamente, les dan un aspecto desgarbado... En Tolosa se fabrican armas, aparte de lo cual, también hacen aquí otros artículos de ferretería, pero el paso constante de los ejércitos franceses a la frontera ha empobrecido éstos y otros recursos de los habitantes, aunque todavía mantienen su aspecto superior a la mayoría de las ciudades en este país".
En esta litografía de Bacler d'Albe, vemos una blockhaus ( pequeñas fortificaciones desmontables de madera), instalada a la altura de Andoain por el ejército francés. También las guerras carlistas propiciaron el paso por nuestro país de diferentes extranjeros adscritos a uno u otro bando. Algunos llegarían de la mano de la Legión Auxiliar Británica de Lacy Evans en 1836, (a ellos me referí al hablar del Cementerio de los Ingleses en la entrada que dediqué a Urgull), para ayudar a la causa liberal, como Frederick Hardman, alistado como teniente, quien dejaría sus crónicas bélicas escritas, a las que añadía descripciones paisajísticas y de tipo popular como ésta sobre la pelota vasca.
"El frontón es tan indispensable en las aldeas vasconavarras como la iglesia misma; los vascos son grandes judadores de pelota y en las aldeas demasiado pobres para tener un trinquete como es debido, nunca falta un paredón con suelo de losas en el que jugar. Se sirven de un grueso guante de cuero con palma de cuerno ligeramente cóncava, de forma parecida a la de una cuchara grande y plana. Con este tosco instrumento en la mano derecha y jugando con pelotas muy pesadas, los vascos hacen alarde de gran destreza y fuerza; los jugadores de primera clase son conocidos por su nombre y proezas en todas las provincias vascas, como los boxeadores o corredores hípicos en Inglaterra, y los aficionados apuestan frecuentemente fuertes cantidades por su campeón favorito. La afición general a este deporte, uno de los más duros y fatigosos que hay, es sin duda lo que ha hecho a los vascos tan saludables y fuertes, gente ancha de hombros, estrecha de caderas, musculosa, con nervios de acero y ni una onza de carne supérflua, capaces de soportar cualquier fatiga o privación".
Años después, la llegada del ferrocarril acercaría las distancias y propiciaría la popularización de los viajes, pero eso lo dejo para otro capítulo.
Y como colofón, un grito en el desierto. Mientras en Europa, tras la Segunda Guerra Mundial, se reconstruyeron cascos históricos enteros piedra a piedra, como es el caso de muchas ciudades alemanas, aquí hemos ido dilapidando poco a poco los vestigios del pasado.En unos meses caerá este edificio, que es citado en muchos de los testimonios que he recordado en este breve espacio y que fue desde el año 1800 la mejor y casi única fonda o posada que existió en nuestro pueblo con diversos nombres: Mendia, Ereñaga, Oyarbide, ... Todavía estamos a tiempo.
Además, nos ilustra acerca de la vida en torno al camino, tomando como base de estudio lo referido a los balnearios y ventas que jalonaron su recorrido, así como a los vehículos que se utilizaron para recorrerlo.En la presentación hacía referencia a la opinión que de Tolosa dejase plasmada el escritor romántico Víctor Hugo, quien en su segunda visita al País Vasco en 1843 acompañado de su amante, la actriz Juliette Drouet, y camino de Pamplona, pernoctaría en la fonda de la Plaza Gorriti, actual Hostal Oyarbide, lugar de donde partían las diligencias.
Transcribo sus impresiones: "Tolosa, que es la antigua Iturissa, tiene más gracia que Hernani, y más vida y más riqueza, pero menos grandeza y solenmidad. A pesar de la lluvia fina que caía desde la mañana, he visto toda la ciudad", sigue contando. Recordemos que era 11 de agosto y que, como entonces, el mes de agosto suele ser lluvioso y propenso al sirimiri.
"Algunas casas viejas, una de ellas construida bajo el reinado de Alfonso el Sabio, el rey astrónomo". Supongo que se referirá a la Torre de Andía.
"Una iglesia bastante bella de la que se ha hecho un granero para forraje; los dos bonitos ríos, el Oria y el Araxa(sic), esto es todo lo que he tenido como premio..." Unas líneas más adelante aflora el espíritu del escritor romántico: "Las catorce diligencias que parten todos los días de Tolosa se llevan cada mañana algo de las viejas costumbres, de las viejas ideas, de los viejos hábitos, es decir de lo que constituye la vieja España(...) Además en Tolosa se trabaja. Hay una fábrica de sombreros de Urbieta, una manufactura de papel, muchas tenerías, muchas fábricas de clavos, de herraduras de caballos, de ollas de hierro batido, rejas de balcones de hierro pulido, sables y fusiles; toda la montaña está llena de herrerías. Ahora bien, si algo puede deformar España es el trabajo..."
Se lleva una impresión muy diferente de la que tiene de España en general y le parece que "Tolosa, con su actividad, su industria, sus molinos, sus torrentes, sus enramadas, sus yunques y sus ruidos, se parece a una bonita ciudad francesa. Parece que debe de importunar con su murmullo a Castilla la Vieja, su vecina..."
Su conocida pasión por las mujeres no se escapa tampoco a sus observaciones: "En el momento en que bajaba a Tolosa, en la puerta de la fonda, una nube de sirvientas con refajo corto y piernas descubiertas, solícitas, cordiales y algunas guapas, me ha rodeado y se ha adueñado de mi equipaje. Todas trataban de decirme algunas palabras en francés."
Esta es exactamente la Tolosa que se encontró, según esta litografía realizada sobre un dibujo del que fuera director de la Real Academia de San Fernando, el pintor Genaro Pérez de Villa-Amil, datada en el mismo año de su visita.Mucho antes que el afamado escritor de Besançon, otros viajeros habían dejado sus impresiones sobre nuestra villa.
A finales del siglo XVI, dos estudiantes alemanes, Diego Cuelbis y Joel Koris, acompañados de un criado asturiano que regresaba de Flandes, visitan la península, dejando el primero de ellos testimonio de su paso en forma de diario en su "Thesoro Choragraphico de Las Espannas"
En la primavera de 1599 visitarán Tolosa, pareciéndoles "uno de los pueblos más lindos, con un puente de piedra fuerte y hermoso, y en el que abundan las herrerías donde se fabrican espadas y puñales muy buenos que se pueden con mucha razón igualar con aquellas armas de Toledo o Valencia".
En cuanto al pan y el vino le parece que escasean "y comen pan de mijo que llaman borona".
También hablará de los manzanos y la sidra "que beben por vino recogiéndola en grandísimos botes". Le pareció muy buena y barata y los tolosarras le dieron la impresión de ser "gente amigable y muy liberal".De los viajeros del XVIII, destacar al francés Jean François Peyron, que en sus Essais sur l'Espagne (1777-1778) nos habla de Tolosa, a la que llega procedente de Ordizia por un camino muy frecuentado en el que multitud de carretas de bueyes transportan el mineral de hierro a los molinos que bordean el camino y dotada de "calles bastante largas y rectas donde se encuentra mucho movimiento e industria".
Pero quien más fielmente reflejara el carácter y costumbres vascos, sería el filólogo alemán Wilhem von Humboldt, hermano del también conocido naturalista y geógrafo Alexander von Humboldt. Visitará el País Vasco en dos ocasiones: un primer viaje de siete meses entre 1799 y 1800 y un segundo durante dos meses en 1801. No sólo estudió el euskera y sus orígenes como filólogo, sino que también como político se interesó por las instituciones vascas, a las que calificó de verdaderamente democráticas.
Así comienza su obra "Los vascos. Apuntes sobre un viaje por el País Vasco en primavera del año 1801":
"Oculto entre montañas habita las dos laderas de los Pirineos occidentales un pueblo que ha conservado por una larga serie de siglos su primitiva lengua, y en gran parte también, su antiguo régimen y costumbres".
Si visitó Tolosa, no dejó constancia de ello aunque sí que la nombra cuando describe las instituciones forales guipuzcoanas.
" La residencia del diputado general, así como el corregidor real, que resuelve en el país la suprema instancia de justicia, alternaba antes entre las cuatro villas de Tolosa, San Sebastián, Azcoytia y Azpeytia y el diputado general tenía que nombrarse siempre precisamente de una de esas cuatro villas. Se deseaba desde largo tiempo hacer una variación en esto. Pero la preponderancia ya notada antes, de las cuatro mayores villas, cuyos intereses estaban aquí en juego, frustraba los intentos a ello conducentes. Por último, se logró de manera que el asunto se dejó a la decisión de una comisión. Ahora tienen el diputado general y el corregidor su residencia permanente en Tolosa, que es la más adecuada por su magnitud y su situación, en la carretera de Madrid y casi en medio de la provincia."
En el centro de este grabado de 1875 aparece el edificio que albergaría la Diputación Foral guipuzcoana durante la capitalidad de Tolosa entre 1844 y 1854.Es en el siglo XIX cuando atraídos u obligados por las contínuas guerras y escaramuzas que transcurrirán a lo largo del siglo, se suceden los visitantes foráneos.
Son varios los oficiales franceses y sobre todo ingleses, más dados a relatar sus memorias, que dejaron testimonio de su paso por la Guerra Peninsular.
Charles Boothby que posteriormente cambiaría el uniforme militar por los hábitos religiosos, pasó por Tolosa el 30 de enero de 1809, y escribe lo siguiente:
"Al anochecer llegamos a la vista de Tolosa, con casas blancas como la leche en un entorno de la belleza más encantadora; en un valle rodeado de bellas y fantásticas montañas y bañada por el río Oria. Tolosa es una buena y populosa ciudad. Nos mandan a la posada con los brigadieres españoles, una casa muy buena. El recorrido de hoy han sido cinco leguas largas a través del más radiante y hermosamente romántico paisaje que jamás he visto, serpenteando todo el camino a través de valles de los cuales no había uno que no hablara de prosperidad y abundancia; resplandecientes casas solas, jardines, huertos, aldeas grandes salpicaban la tierra tan densas como el granizo..."
Venían de Urretxu, donde habían pernoctado la noche anterior y al día siguiente llegarían hasta Oiartzun.
El general inglés Andrew Thomas Blayney, recorrió la península como prisionero de guerra de los franceses durante el año 1810 desde Fuengirola, donde fue hecho prisionero, hasta pasar la frontera por Irún.
De nuestra villa refiere lo siguiente: "El 15 de enero por la mañana nos pusimos en camino. El país era muy montañoso y estaba, ya cubierto de árboles, ya bien cultivado... Al mediodía llegamos a la antigua Iturissa (en esta denominación coincidirá luego Víctor Hugo), situada en las orillas del Araxes y del Oria, sobre los que había dos hermosos puentes. Vimos a varios vizcaínos reunidos en el mercado. Tenían aspecto de vivir sin privaciones y parecían de modales amables. Las mujeres de esta provincia son célebres por su belleza y las que tuve ocasión de ver no me parecieron estar por debajo de su reputación. El mercado estaba bien surtido de toda clase de comestibles. Encontramos en Tolosa una excelente posada, lo que es muy raro en los pueblos de España".Aunque este grabado del mercado tolosarra es de unos años después, no diferiría mucho del que se encontró el autor de nuestro relato.El militar y artista inglés Edward Hawke Locker pasará por Tolosa en el otoño de 1813 y dejará testimonio escrito y gráfico (fue autor de un conjunto de hermosos grabados sobre apuntes originales que tomó durante el viaje) en sus Views in Spain.
"Tolosa. La llegada a esta ciudad es muy interesante, la carretera discurriendo por la orilla del pequeño río Oria... El valle en el cual está situada se extiende más allá de la vista con gran exhuberancia... la ciudad se encuentra entre la confluencia del Oria y el Araxes, una bella corriente cruzada por un hermoso puente... la población asciende a unas 4.000 almas. Es de una extensión considerable, tolerablemente limpia y bien pavimentada. La iglesia, como de costumbre, es el edificio más decorativo y aparte de dos conventos sin valor no hay otros edificios públicos de importancia."
Coincide con Blayney en cuanto a su opinión de las mujeres. "Había oído mucho en el cuartel general sobre la belleza de las mujeres de esta provincia, y al hacer un día bueno, se me ofreció una oportunidad de confirmar estos informes a su favor. La carretera estaba abarrotada de campesinos de las aldeas cercanas, cargados con varios víveres para el mercado. Iban vestidos con sus atuendos más alegres y el de las mujeres era muy bonito. Hay un garbo nacional en el andar de todas las mujeres españolas, que llama mucho la atención al extranjero, y las nativas de Guipúzcoa, además de esta ventaja, exhibían una frescura de color que no se ve comúnmente en las provincias del sur. Este color está a menudo resaltado por un ramillete de cintas oscuras que caen sobre su frente; el pelo por detrás estando bonitamente trenzado y sobre éste aparece un elegante pañuelo colocado con mucho gusto. El traje consiste en una chaqueta blanca con mangas, algunas veces guarnecida con botones dorados o plateados. llevan un peto ajustado por delante, y una corta y ligera enagua por debajo y para realzar el conjunto despliegan una profusión de pendientes y collares, que añaden no poco esplendor a su aspecto. Los hombres, aunque apuestos, altos y robustos, se ven a su lado algo desventajosamente. la moda prevalece de blusa marrón y bombachos, un sombrero ladeado y polainas a rayas, atadas desmañadamente, les dan un aspecto desgarbado... En Tolosa se fabrican armas, aparte de lo cual, también hacen aquí otros artículos de ferretería, pero el paso constante de los ejércitos franceses a la frontera ha empobrecido éstos y otros recursos de los habitantes, aunque todavía mantienen su aspecto superior a la mayoría de las ciudades en este país".
En esta litografía de Bacler d'Albe, vemos una blockhaus ( pequeñas fortificaciones desmontables de madera), instalada a la altura de Andoain por el ejército francés. También las guerras carlistas propiciaron el paso por nuestro país de diferentes extranjeros adscritos a uno u otro bando. Algunos llegarían de la mano de la Legión Auxiliar Británica de Lacy Evans en 1836, (a ellos me referí al hablar del Cementerio de los Ingleses en la entrada que dediqué a Urgull), para ayudar a la causa liberal, como Frederick Hardman, alistado como teniente, quien dejaría sus crónicas bélicas escritas, a las que añadía descripciones paisajísticas y de tipo popular como ésta sobre la pelota vasca.
"El frontón es tan indispensable en las aldeas vasconavarras como la iglesia misma; los vascos son grandes judadores de pelota y en las aldeas demasiado pobres para tener un trinquete como es debido, nunca falta un paredón con suelo de losas en el que jugar. Se sirven de un grueso guante de cuero con palma de cuerno ligeramente cóncava, de forma parecida a la de una cuchara grande y plana. Con este tosco instrumento en la mano derecha y jugando con pelotas muy pesadas, los vascos hacen alarde de gran destreza y fuerza; los jugadores de primera clase son conocidos por su nombre y proezas en todas las provincias vascas, como los boxeadores o corredores hípicos en Inglaterra, y los aficionados apuestan frecuentemente fuertes cantidades por su campeón favorito. La afición general a este deporte, uno de los más duros y fatigosos que hay, es sin duda lo que ha hecho a los vascos tan saludables y fuertes, gente ancha de hombros, estrecha de caderas, musculosa, con nervios de acero y ni una onza de carne supérflua, capaces de soportar cualquier fatiga o privación".
Años después, la llegada del ferrocarril acercaría las distancias y propiciaría la popularización de los viajes, pero eso lo dejo para otro capítulo.
Y como colofón, un grito en el desierto. Mientras en Europa, tras la Segunda Guerra Mundial, se reconstruyeron cascos históricos enteros piedra a piedra, como es el caso de muchas ciudades alemanas, aquí hemos ido dilapidando poco a poco los vestigios del pasado.En unos meses caerá este edificio, que es citado en muchos de los testimonios que he recordado en este breve espacio y que fue desde el año 1800 la mejor y casi única fonda o posada que existió en nuestro pueblo con diversos nombres: Mendia, Ereñaga, Oyarbide, ... Todavía estamos a tiempo.
Soy J.Angel C. Muy ilustrativo, Emilio. Te sigo siempre con interés
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