No podía dejar pasar el mes de julio sin hablar de los sanfermines.
Un año más, y para bien o para mal, ya van a ser muchos, he visitado Iruña durante sus famosas y multitudinarias fiestas.
El programa de la FIESTA con mayúsculas se mantiene invariable a lo largo del tiempo, aunque vamos siendo nosotros, los protagonistas que la vivimos, quienes vamos variando el guión.
Mis primeras visitas sanfermineras allá por finales de los sesenta y primeros setenta, lo fueron acompañado por mis padres.
Madrugábamos para llegar a ver la entrada del encierro en la Plaza de Toros, que entonces creo recordar que era a las 7 de la mañana, por lo que salíamos de Tolosa hacia las 5 y media.
Más o menos, nos encontrábamos con una imagen como ésta del cartel de 1968.Después del encierro, magras con tomate en Casa Marceliano, y tras pasar la mañana en Pamplona (gigantes y kilikis por medio) vovíamos a Tolosa.
Fueron muchos años los que mantuve ese programa, hasta que en los ochenta empezamos a ir por nuestra cuenta. En "La Roncalesa" o en tren (¡qué lejos estaba la estación en Pamplona!) nos acercábamos a Iruña y después de las primeras gau-pasa todavía vimos algún que otro encierro en los maderos o en algún balcón de La Estafeta, normalmente bien acompañados.
Aquellos años de vigor juvenil pasábamos varios días, durmiendo donde podíamos y viviendo la fiesta en su vertiente de juerga. Todavía no íbamos a los toros (era caro para nuestras economías estudiantiles) y consumíamos el día y la noche deambulando por las calles del Casco Viejo pamplonés (Navarrería, San Nicolás, Jarauta, ..)
La paternidad nos traería de nuevo los sanfermines de las barracas y los kilikis en fin de semana, aunque entre semana seguimos escapándonos un día.Toros, cena en el Aralar de la calle San Nicolás, gau-pasa y pollo de recena en las barracas de los partidos, constituyeron nuestro programa sanferminero de los noventa.
En los últimos años, ya no vemos amanecer en Iruña, y hemos adelantado nuestra presencia a la hora del vermouth, buena comida en La Parrilla argentina, toros, el sorbete de limón y cava de la sociedad Gazteluleku, y hasta que el cuerpo aguante.
Este año, Gazteluleku se ha trasladado a unas nuevas instalaciones en la calle San Francisco y aunque continúan con el granizado más famoso de Pamplona, nos han dejado sin los balcones de la Plaza del Castillo. No pasa nada, las jarras de sorbete siguen siendo mundiales.
También los toros y la merienda tras la finalización de la lidia del tercer morlaco ha sido y seguirá siendo uno de los momentos de nuestros sanfermines, como la música de las peñas y la kalejira a la salida de los toros. La imagen es de este año.Los encierros, que nunca he corrido en Pamplona, aunque sí alguno en Tafalla, (de gau-pasa y lejos de los astados, todo hay que decirlo) continúan como el elemento central sobre el que giran los sanfermines, y no me pierdo uno por la tele (¡cómo hemos echado en falta este año las retransmisiones de Javier Solano!)
No obstante y como ya dije en las líneas que dediqué a las fiestas de Tafalla, han perdido algo de su carácter anónimo, y algunos de sus protagonistas pujan por convertirse en estrellas televisivas.
Como es bien conocido, el escritor norteamericano Ernest Hemingway visitó Pamplona en la década dorada de los años 20 y se enamoró de esta fiesta. Una imagen con su mujer, amigos y un par de muetes pamploneses con txapela, en los sanfermines de 1926.Desde que los popularizase por medio mundo con su conocidísima, aunque seguro que mucho menos leída novela "The sun also rises" (traducida como "Fiesta" al castellano), la legión de extranjeros que se acercan a Pamplona movidos por el morbo del peligro de la carrera y la aureola de juerga y desenfreno regados con alcohol mucho más barato que en cualquier otra parte del mundo, no cesa y los sanfermines siguen creciendo en visitantes y adeptos, algunos de los cuales se quedan en Pamplona, no regresando a sus lugares de origen. Son fácilmente identificables por sus calles durante las fiestas.
Aunque son muchos los yankees, australianos, japos, ...que llegan a Iruña por San Fermín, los franceses, sobre todo nuestros vecinos y paisanos de Iparralde, son legión y ganan por goleada. Es más, ya hace años que en las fiestas de Baiona o Hendaia se visten de blanco con pañuelo y faja rojos."Fiesta" no es la única novela que ha ambientado su trama en los sanfermines.
Es bastante conocida la del americano James A. Michener, "The drifters" (1971), publicada en castellano con el poco logrado título de "Hijos de Torremolinos" y cuya trama responde al sesentero viaje de sus seis protagonistas, que salen de la localidad malagueña, y pasando por el Algarve y Pamplona finalizan su periplo por tierras de Mozambique y Marruecos.
Otra de las referencias tópicas es el sueco Hans Tovoté y su "Las bodas de Pamela" (1998), en cuyo argumento son referencia destacada los trágicos sucesos de 1978 con la muerte de Germán Rodríguez.
Pero, la que sin duda, en mi modesta opinión, es la mejor de todas, es "Plaza del Castillo" (1951), del pamplonés Rafael García Serrano, un autor injustamente denostado y olvidado por su condición de falangista, pero que a mí me parece uno de los mejores de la postguerra española, con novelas insuperables como "La ventana daba al río", que con la anterior y "La fiel Infantería" forman una trilogía sobre la Guerra Civil o "Cuando los dioses nacían en Extremadura" ambientada en la conquista del Nuevo Mundo.
Narraciones que trascienden por mucho su adscripción política, y que hay que leerlas, por supuesto, con una visión crítica y abstrayéndose de su en ocasiones excesivo fanatismo, pero valorando la indudable calidad literaria que atesoran.
En la novela citada, da su versión de los sanfermines del año 1936 en los días previos al alzamiento del 18 de julio (precisamente hoy hace 74 años), que en Pamplona culminarían con la sublevación del General Mola, y aunque como digo, su visión es sesgada, (¡y la de quién no!, pregunto yo) sus descripciones y apreciaciones sobre la fiesta que nos ocupa son dignas de las mejores plumas, y mucho más acertadas y cercanas que las de Hemingway.
La fama del encierro nos ha brindado escenas como éstas de los Fórmula 1 de Red Bull, protagonizando un encierro con fines publicitarios.
También esta semana, tras la finalización de los sanfermines, se ha rodado en las calles pamplonesas un encierro con protagonistas reales del mismo, aunque con mansos teñidos de negro, para una película india de Bollywood.
Seguramente no darán una visión tan real de la fiesta, como tampoco lo harán Cameron Díaz y Tom Cruise, quienes en su nueva película se dan una garbeo por los sanfermines, aunque las escenas se hayan rodado en Cádiz y Sevilla.
Y hasta el año que viene, ¡ya queda menos para San Fermín 2011!
Un año más, y para bien o para mal, ya van a ser muchos, he visitado Iruña durante sus famosas y multitudinarias fiestas.
El programa de la FIESTA con mayúsculas se mantiene invariable a lo largo del tiempo, aunque vamos siendo nosotros, los protagonistas que la vivimos, quienes vamos variando el guión.
Mis primeras visitas sanfermineras allá por finales de los sesenta y primeros setenta, lo fueron acompañado por mis padres.
Madrugábamos para llegar a ver la entrada del encierro en la Plaza de Toros, que entonces creo recordar que era a las 7 de la mañana, por lo que salíamos de Tolosa hacia las 5 y media.
Más o menos, nos encontrábamos con una imagen como ésta del cartel de 1968.Después del encierro, magras con tomate en Casa Marceliano, y tras pasar la mañana en Pamplona (gigantes y kilikis por medio) vovíamos a Tolosa.
Fueron muchos años los que mantuve ese programa, hasta que en los ochenta empezamos a ir por nuestra cuenta. En "La Roncalesa" o en tren (¡qué lejos estaba la estación en Pamplona!) nos acercábamos a Iruña y después de las primeras gau-pasa todavía vimos algún que otro encierro en los maderos o en algún balcón de La Estafeta, normalmente bien acompañados.
Aquellos años de vigor juvenil pasábamos varios días, durmiendo donde podíamos y viviendo la fiesta en su vertiente de juerga. Todavía no íbamos a los toros (era caro para nuestras economías estudiantiles) y consumíamos el día y la noche deambulando por las calles del Casco Viejo pamplonés (Navarrería, San Nicolás, Jarauta, ..)
La paternidad nos traería de nuevo los sanfermines de las barracas y los kilikis en fin de semana, aunque entre semana seguimos escapándonos un día.Toros, cena en el Aralar de la calle San Nicolás, gau-pasa y pollo de recena en las barracas de los partidos, constituyeron nuestro programa sanferminero de los noventa.
En los últimos años, ya no vemos amanecer en Iruña, y hemos adelantado nuestra presencia a la hora del vermouth, buena comida en La Parrilla argentina, toros, el sorbete de limón y cava de la sociedad Gazteluleku, y hasta que el cuerpo aguante.
Este año, Gazteluleku se ha trasladado a unas nuevas instalaciones en la calle San Francisco y aunque continúan con el granizado más famoso de Pamplona, nos han dejado sin los balcones de la Plaza del Castillo. No pasa nada, las jarras de sorbete siguen siendo mundiales.
También los toros y la merienda tras la finalización de la lidia del tercer morlaco ha sido y seguirá siendo uno de los momentos de nuestros sanfermines, como la música de las peñas y la kalejira a la salida de los toros. La imagen es de este año.Los encierros, que nunca he corrido en Pamplona, aunque sí alguno en Tafalla, (de gau-pasa y lejos de los astados, todo hay que decirlo) continúan como el elemento central sobre el que giran los sanfermines, y no me pierdo uno por la tele (¡cómo hemos echado en falta este año las retransmisiones de Javier Solano!)
No obstante y como ya dije en las líneas que dediqué a las fiestas de Tafalla, han perdido algo de su carácter anónimo, y algunos de sus protagonistas pujan por convertirse en estrellas televisivas.
Como es bien conocido, el escritor norteamericano Ernest Hemingway visitó Pamplona en la década dorada de los años 20 y se enamoró de esta fiesta. Una imagen con su mujer, amigos y un par de muetes pamploneses con txapela, en los sanfermines de 1926.Desde que los popularizase por medio mundo con su conocidísima, aunque seguro que mucho menos leída novela "The sun also rises" (traducida como "Fiesta" al castellano), la legión de extranjeros que se acercan a Pamplona movidos por el morbo del peligro de la carrera y la aureola de juerga y desenfreno regados con alcohol mucho más barato que en cualquier otra parte del mundo, no cesa y los sanfermines siguen creciendo en visitantes y adeptos, algunos de los cuales se quedan en Pamplona, no regresando a sus lugares de origen. Son fácilmente identificables por sus calles durante las fiestas.
Aunque son muchos los yankees, australianos, japos, ...que llegan a Iruña por San Fermín, los franceses, sobre todo nuestros vecinos y paisanos de Iparralde, son legión y ganan por goleada. Es más, ya hace años que en las fiestas de Baiona o Hendaia se visten de blanco con pañuelo y faja rojos."Fiesta" no es la única novela que ha ambientado su trama en los sanfermines.
Es bastante conocida la del americano James A. Michener, "The drifters" (1971), publicada en castellano con el poco logrado título de "Hijos de Torremolinos" y cuya trama responde al sesentero viaje de sus seis protagonistas, que salen de la localidad malagueña, y pasando por el Algarve y Pamplona finalizan su periplo por tierras de Mozambique y Marruecos.
Otra de las referencias tópicas es el sueco Hans Tovoté y su "Las bodas de Pamela" (1998), en cuyo argumento son referencia destacada los trágicos sucesos de 1978 con la muerte de Germán Rodríguez.
Pero, la que sin duda, en mi modesta opinión, es la mejor de todas, es "Plaza del Castillo" (1951), del pamplonés Rafael García Serrano, un autor injustamente denostado y olvidado por su condición de falangista, pero que a mí me parece uno de los mejores de la postguerra española, con novelas insuperables como "La ventana daba al río", que con la anterior y "La fiel Infantería" forman una trilogía sobre la Guerra Civil o "Cuando los dioses nacían en Extremadura" ambientada en la conquista del Nuevo Mundo.
Narraciones que trascienden por mucho su adscripción política, y que hay que leerlas, por supuesto, con una visión crítica y abstrayéndose de su en ocasiones excesivo fanatismo, pero valorando la indudable calidad literaria que atesoran.
En la novela citada, da su versión de los sanfermines del año 1936 en los días previos al alzamiento del 18 de julio (precisamente hoy hace 74 años), que en Pamplona culminarían con la sublevación del General Mola, y aunque como digo, su visión es sesgada, (¡y la de quién no!, pregunto yo) sus descripciones y apreciaciones sobre la fiesta que nos ocupa son dignas de las mejores plumas, y mucho más acertadas y cercanas que las de Hemingway.
La fama del encierro nos ha brindado escenas como éstas de los Fórmula 1 de Red Bull, protagonizando un encierro con fines publicitarios.
También esta semana, tras la finalización de los sanfermines, se ha rodado en las calles pamplonesas un encierro con protagonistas reales del mismo, aunque con mansos teñidos de negro, para una película india de Bollywood.
Seguramente no darán una visión tan real de la fiesta, como tampoco lo harán Cameron Díaz y Tom Cruise, quienes en su nueva película se dan una garbeo por los sanfermines, aunque las escenas se hayan rodado en Cádiz y Sevilla.
Y hasta el año que viene, ¡ya queda menos para San Fermín 2011!
Comentarios
Publicar un comentario