La predilección por los números redondos es una constante en nuestra cultura. Este mes pasado he cumplido medio siglo, o sea, 50 años. Pero si en lugar de haber adoptado el sistema métrico decimal, hubiésemos construido la ciencia matemática en base 12 por ejemplo (como cuando compramos huevos), 50 sería un número tan anodino como ahora lo es el 48.
Esta semana, otro número redondo, 30 años de su muerte, nos recuerda a un icono que ocupa ya el tercer lugar en la hipotética clasificación de personajes iconográficos de la Historia, tras Jesucristo y el Ché.
Pocos intérpretes me han producido una impresión similar al escuchar su música por primera vez. Era diferente a todo lo que habíamos escuchado hasta entonces. Y la canción que da título a esta entrada forma parte de la música de mi vida.
Poco a poco fuimos averiguando que se trataba de un músico jamaicano, que esa música cálida, con ese ritmo constante y machacón de reminiscencias africanas y caribeñas, con una percusión que te entraba hasta las entrañas y te hacía moverte sin parar, se llamaba reggae. Y que tenía mensaje, como decíamos entonces.
Robert Nesta Bob Marley (1945-1981) no fue el primero en hacer música reggae, pero sí quien la popularizó en todo el mundo. Antes, Jimmy Cliff , quien lo apadrinaría en sus comienzos, había triunfado en Inglaterra con canciones como "Vietman" o "Wild World", pero nosotros las conocimos después, tras la eclosión Marley.
La fiebre reggae se extendió por Europa a través de Inglaterra. Jamaica fue colonia británica hasta 1962 y los nexos eran todavía muy fuertes.
El mismo Marley es hijo de un oficial de la Royal Navy inglesa.
Muchos de los grandes nombres de los setenta harían después música reggae, como Paul Simon, Led Zeppelin (en Houses of the Holy), Eric Clapton o un grupo que en su nacimiento fue catalogado como reggae blanco: Police.
Haciendo historia, nos tenemos que remontar a los primeros años del siglo XX, cuando el evangelista Marcus Garvey conmociona Jamaica, hablando de una vuelta a África, la tierra de origen.
Colón llega a la isla caribeña en 1494, habitada entones por los pueblos indígenas Arahuacos y Taínos. Como curiosidad, la palabra castellana barbacoa tiene origen taíno. Los españoles crean un primer asentamiento, llamado Sevilla, que será abandonado cincuenta años después ante la imposibilidad de defenderlo de los continuos ataques piratas.
En 1660, ya con todo su territorio en manos británicas, la población de la isla está compuesta por unos 4500 blancos y 1500 negros. Diez años después, ya la mayoría de la población es negra., fruto de la continua llegada de esclavos procedentes de África para cultivar las grandes plantaciones de caña de azúcar.
Con la llegada de los británicos, muchos de los esclavos negros huyen a las montañas para vivir con la taínos y combatirán a los ingleses durante el Siglo XVII. Son los conocidos como Cimarrones. Sus descendientes forman hoy parte del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de la UNESCO.
A principios del siglo XIX, la proporción de la población negra respecto a la blanca es de 20 a 1.
Volviendo a Marcus Garvey, éste preconizará en sus alocuciones la llegada de un nuevo rey de reyes, reencarnación de Dios (Jah, abreviatura del Yahvé hebreo) en la Tierra y que se coronará Emperador de África, sumiendo a Babilonia (símbolo de la arrogancia del mundo occidental) en el abismo, abatida por sus pecados.
En 1930, Lij Ras Tafari Makonnen (1892-1975 ), se proclama Emperador de Etiopía con el nombre de Haile Selasie I.
Los adictos a Garvey ven en él la profecía hecha realidad y miran hacia África y Etiopía, como la Tierra Prometida. Ven en él al heredero del trono de Salomón, 225 descendiente de una línea dinástica que les lleva hasta el hijo del Rey David.
Los barrios pobres de la capital jamaicana, como el Trench Town, son fácil caldo de cultivo para la expansión de los rastafaris (en alusión al nombre del gobernante etíope). El movimiento rastafari no es uniforme, aunque su filosofía es común, sus actitudes son diversas, los hay pacifistas y combativos, aunque todos fuman la marihuana de Jamaica, la ganja, para ellos algo sagrado, ya que mantienen que fue encontrada en el lugar de la tumba del Rey Salomón tras su enterramiento. Además, su consumo facilita la conexión espiritual con Jah. Su mirada se vuelve hacia África y si algo los distingue es one love, un único amor para todos sin disticiones, que los vuelve una sóla comunidad y una sóla nación.
La influencia de la música negra, mezclada con los ritmos que se escuchan en las radios, llegados desde la cercana Nueva Orleans, el ska y el soul, dará lugar a una música propia que es adoptada por los rastas como parte de su filosofía de vida: el reggae.
Bob Marley, y su grupo The Wailers serán la esencia de la Jamaica rasta. Su obra es crítica frente al mundo occidental, aunque siempre desde la no violencia, y como todo lo que se cubre de oro en este mundo, será absorbida y diluida dentro del sistema.
A nosotros nos permitió llegar a una cultura diferente y comprobar que no toda la música reivindicativa y popular tenía que ser triste y aburrida.
No llegué a ver a Marley en directo, aunque estuve a punto de hacerlo. Estaba programado para el 15 de julio de 1980 en el campo de fútbol del Moscardó, escenario de grandes conciertos en la época, en el barrio de Usera al sur de Madrid y la espantada de un sinvergüenza (en el sentido literal de la palabra) Lou Reed, que desembocaría en los incidentes que acabaron con los ya entonces marrones (aunque seguíamos llamándoles grises) desalojando a porrazo limpio el recinto el fin de semana anterior, motivó la suspensión del concierto del jamaicano.
Al menos, nos devolvieron el importe de las entradas (las del concierto de Marley, no las de Lou Reed que no llegó a la tercera canción). Estuve años sin escuchar a éste, hasta entonces uno de mis músicos preferidos, aunque el tiempo todo lo cura.
Conservo como oro en paño entre mi colección de elepés, vinilos como se les llama ahora, "Survival", para mí el mejor de los de Bob Marley, el de la portada con las banderas africanas, todo un alegato a la unidad del continente negro y compendio de todo su pensamiento, a través de las canciones que lo conforman.
En la contraportada, una cita de Marcus Garvey: "A people without the knowledge of their past history, origin and culture is like a tree without roots" (Un pueblo sin el conocimiento de su historia, origen y cultura es como un árbol sin raíces) Frase que suscribiríamos sin dudar muchos hoy en día, entre los que me encuentro.
Esta semana, otro número redondo, 30 años de su muerte, nos recuerda a un icono que ocupa ya el tercer lugar en la hipotética clasificación de personajes iconográficos de la Historia, tras Jesucristo y el Ché.
Pocos intérpretes me han producido una impresión similar al escuchar su música por primera vez. Era diferente a todo lo que habíamos escuchado hasta entonces. Y la canción que da título a esta entrada forma parte de la música de mi vida.
Poco a poco fuimos averiguando que se trataba de un músico jamaicano, que esa música cálida, con ese ritmo constante y machacón de reminiscencias africanas y caribeñas, con una percusión que te entraba hasta las entrañas y te hacía moverte sin parar, se llamaba reggae. Y que tenía mensaje, como decíamos entonces.
Robert Nesta Bob Marley (1945-1981) no fue el primero en hacer música reggae, pero sí quien la popularizó en todo el mundo. Antes, Jimmy Cliff , quien lo apadrinaría en sus comienzos, había triunfado en Inglaterra con canciones como "Vietman" o "Wild World", pero nosotros las conocimos después, tras la eclosión Marley.
La fiebre reggae se extendió por Europa a través de Inglaterra. Jamaica fue colonia británica hasta 1962 y los nexos eran todavía muy fuertes.
El mismo Marley es hijo de un oficial de la Royal Navy inglesa.
Muchos de los grandes nombres de los setenta harían después música reggae, como Paul Simon, Led Zeppelin (en Houses of the Holy), Eric Clapton o un grupo que en su nacimiento fue catalogado como reggae blanco: Police.
Haciendo historia, nos tenemos que remontar a los primeros años del siglo XX, cuando el evangelista Marcus Garvey conmociona Jamaica, hablando de una vuelta a África, la tierra de origen.
Colón llega a la isla caribeña en 1494, habitada entones por los pueblos indígenas Arahuacos y Taínos. Como curiosidad, la palabra castellana barbacoa tiene origen taíno. Los españoles crean un primer asentamiento, llamado Sevilla, que será abandonado cincuenta años después ante la imposibilidad de defenderlo de los continuos ataques piratas.
En 1660, ya con todo su territorio en manos británicas, la población de la isla está compuesta por unos 4500 blancos y 1500 negros. Diez años después, ya la mayoría de la población es negra., fruto de la continua llegada de esclavos procedentes de África para cultivar las grandes plantaciones de caña de azúcar.
Con la llegada de los británicos, muchos de los esclavos negros huyen a las montañas para vivir con la taínos y combatirán a los ingleses durante el Siglo XVII. Son los conocidos como Cimarrones. Sus descendientes forman hoy parte del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de la UNESCO.
Volviendo a Marcus Garvey, éste preconizará en sus alocuciones la llegada de un nuevo rey de reyes, reencarnación de Dios (Jah, abreviatura del Yahvé hebreo) en la Tierra y que se coronará Emperador de África, sumiendo a Babilonia (símbolo de la arrogancia del mundo occidental) en el abismo, abatida por sus pecados.
En 1930, Lij Ras Tafari Makonnen (1892-1975 ), se proclama Emperador de Etiopía con el nombre de Haile Selasie I.
Los adictos a Garvey ven en él la profecía hecha realidad y miran hacia África y Etiopía, como la Tierra Prometida. Ven en él al heredero del trono de Salomón, 225 descendiente de una línea dinástica que les lleva hasta el hijo del Rey David.
Los barrios pobres de la capital jamaicana, como el Trench Town, son fácil caldo de cultivo para la expansión de los rastafaris (en alusión al nombre del gobernante etíope). El movimiento rastafari no es uniforme, aunque su filosofía es común, sus actitudes son diversas, los hay pacifistas y combativos, aunque todos fuman la marihuana de Jamaica, la ganja, para ellos algo sagrado, ya que mantienen que fue encontrada en el lugar de la tumba del Rey Salomón tras su enterramiento. Además, su consumo facilita la conexión espiritual con Jah. Su mirada se vuelve hacia África y si algo los distingue es one love, un único amor para todos sin disticiones, que los vuelve una sóla comunidad y una sóla nación.
Bob Marley, y su grupo The Wailers serán la esencia de la Jamaica rasta. Su obra es crítica frente al mundo occidental, aunque siempre desde la no violencia, y como todo lo que se cubre de oro en este mundo, será absorbida y diluida dentro del sistema.
A nosotros nos permitió llegar a una cultura diferente y comprobar que no toda la música reivindicativa y popular tenía que ser triste y aburrida.
No llegué a ver a Marley en directo, aunque estuve a punto de hacerlo. Estaba programado para el 15 de julio de 1980 en el campo de fútbol del Moscardó, escenario de grandes conciertos en la época, en el barrio de Usera al sur de Madrid y la espantada de un sinvergüenza (en el sentido literal de la palabra) Lou Reed, que desembocaría en los incidentes que acabaron con los ya entonces marrones (aunque seguíamos llamándoles grises) desalojando a porrazo limpio el recinto el fin de semana anterior, motivó la suspensión del concierto del jamaicano.
Al menos, nos devolvieron el importe de las entradas (las del concierto de Marley, no las de Lou Reed que no llegó a la tercera canción). Estuve años sin escuchar a éste, hasta entonces uno de mis músicos preferidos, aunque el tiempo todo lo cura.
Conservo como oro en paño entre mi colección de elepés, vinilos como se les llama ahora, "Survival", para mí el mejor de los de Bob Marley, el de la portada con las banderas africanas, todo un alegato a la unidad del continente negro y compendio de todo su pensamiento, a través de las canciones que lo conforman.
En la contraportada, una cita de Marcus Garvey: "A people without the knowledge of their past history, origin and culture is like a tree without roots" (Un pueblo sin el conocimiento de su historia, origen y cultura es como un árbol sin raíces) Frase que suscribiríamos sin dudar muchos hoy en día, entre los que me encuentro.
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