Tras la polémica habida en la UPV con la prueba de Química de acceso a la Universidad, no me resisto a reflexionar y dejar mi opinión sobre los fines y objetivos que se persiguen con la prueba de acceso a la universidad y el mayor o menor acierto a la hora de conseguirlos con el formato actual de selectividad.
Como primer hecho objetivo, decir que yo me examiné de selectividad hace más de 30 años y el formato actual no ha cambiado prácticamente desde entonces si exceptuamos las últimas modificaciones de hace dos años sobre la posibilidad de subir nota mediante las asignaturas específicas.
La actual selectividad proviene por tanto de la Ley General de Educación de 1970. Se ha cambiado la estructura, pero el fondo permanece.
¿Qué objetivos pretende una prueba de selectividad? Se supone que objetivar y evaluar uniformemente los conocimientos de los alumnos que pretenden entrar en la universidad y que proceden de diversos centros ya sean públicos o no.
De cualquier forma y dado el alto valor que se concede a la nota media que trae cada alumno del Bachillerato, se entiende que hay un control previo por parte de las autoridades educativas y los equipos de inspección de los baremos utilizados en cada centro educativo para no perder el criterio de uniformidad e igualdad, que se supone fundamental en este aspecto.
¿Qué ocurre en el resto de Europa? Si nos fijamos en los dos países más importantes por tamaño de la Unión, nos daremos cuentan que ambos comparten con la gran mayoría de países europeos el modelo que estuvo vigente en nuestro país hasta 1970: reválida o examen externo como colofón y validación del bachillerato.
En Francia el Baccalauréat tiene más de 200 años de historia (lo instituyó Napoleón en 1808) y es idéntico en todo el país, propiciando la obtención del título de bachillerato.
El Abitur alemán, tras el paso de los alumnos por el Gymnasium, también es homogéneo y único a nivel estatal y se remonta a una ley prusiana de 1788, a pesar de ser un estado federal en el que los lander tienen transferidas las competencias de educación.
Desde 2004, el estado de Hesse tiene su propia prueba adicional, pero sólo faculta para entrar en las universidades de dicho estado.
Desde 2004, el estado de Hesse tiene su propia prueba adicional, pero sólo faculta para entrar en las universidades de dicho estado.
Finlandia, paradigma de la educación en Europa a tenor de sus resultados, también aplica el Abitur.
En todos los modelos, el valor de la nota previa del bachillerato es mucho menor que en España. Es obvio que si queremos certificar unos conocimientos mediante una prueba que unifique e iguale las enseñanzas previas, debemos dar más valor a ésta que a aquéllas.
Aquí, ocurre la paradoja de que mientras existe la posibilidad de acceder a cualquier facultad del estado, la prueba es diferente en cada comunidad, con lo que la desigualdad territorial a la hora de acceder a una u otra universidad es evidente.
La mayor o menor dificultad de la prueba entre unas comunidades y otras propicia que algunas universidades se llenen de alumnos procedentes de otras comunidades, teniendo sus propios ciudadanos que desplazarse a otras universidades por no disponer de plaza en la suya propia. Esto sería justo si el examen fuese único e igual para todos.
Esto no quiere decir que recuperar la reválida entendida como examen final anterior a la obtención del título de bachillerato sea la panacea que garantice una mayor igualdad de oportunidades a la hora de acceder a la universidad, pero sí al menos en su carácter de prueba única e igual para todo el estado, cosa que no se garantiza con la selectividad tal y como ahora está concebida.
Basta analizar los exámenes comunidad por comunidad para percatarnos de los diferentes niveles de dificultad entre unos y otros.
Esto no quiere decir que recuperar la reválida entendida como examen final anterior a la obtención del título de bachillerato sea la panacea que garantice una mayor igualdad de oportunidades a la hora de acceder a la universidad, pero sí al menos en su carácter de prueba única e igual para todo el estado, cosa que no se garantiza con la selectividad tal y como ahora está concebida.
Basta analizar los exámenes comunidad por comunidad para percatarnos de los diferentes niveles de dificultad entre unos y otros.
Y no digamos a la hora de corregir. El sistema obliga a los correctores a hacerlo en un tiempo limitado y al tratarse de exámenes con un alto contenido de subjetividad (comentarios de texto, por ejemplo), los criterios de valoración son difíciles de definir uniformemente. Si a ello añadimos que no todas las correcciones las hacen profesores de la asignatura, sino que algunas requieren docentes de materias afines ante la falta de suficientes de la propia materia, la igualdad y uniformidad se va diluyendo como un terrón de azúcar en el agua.
Quienes hemos tenido la experiencia de tener algún hijo que quiera estudiar Medicina, hemos comprobado en nuestras carnes las carencias e incongruencias del sistema y la desigualdad de oportunidades entre estudiantes de una u otra comunidad en función de la diferente dificultad de la prueba de selectividad de cada una de ellas.
Si a ello añadimos una falta de sensibilidad por parte de la Universidad del País Vasco en el caso de nuestra comunidad ante el patente error de la prueba de Química (además, ha sido reincidente en los últimos años su extrema dificultad) su incapacidad para resolver satisfactoriamente el craso fallo cometido, enrocándose en el mismo antes de reconocer la evidencia, admitida por todos los estamentos educativos, incluida la propia Facultad de Químicas de su Universidad, pero negada sistemáticamente por el órgano supremo con el rector a la cabeza, tenemos el cóctel perfecto para certificar la desigualdad de oportunidades de nuestros estudiantes frente a los de otras comunidades.
Las facultades que piden altas notas de corte se llenarán de estudiantes procedentes de otros lugares de la península, teniendo los nuestros que emigrar, cuando no acudir a la enseñanza privada o poblar centros extranjeros que se aprovechan de la mala planificación en nuestro país para hacer su particular agosto, léase Budapest, preciosa ciudad por otra parte.
Si a ello añadimos una falta de sensibilidad por parte de la Universidad del País Vasco en el caso de nuestra comunidad ante el patente error de la prueba de Química (además, ha sido reincidente en los últimos años su extrema dificultad) su incapacidad para resolver satisfactoriamente el craso fallo cometido, enrocándose en el mismo antes de reconocer la evidencia, admitida por todos los estamentos educativos, incluida la propia Facultad de Químicas de su Universidad, pero negada sistemáticamente por el órgano supremo con el rector a la cabeza, tenemos el cóctel perfecto para certificar la desigualdad de oportunidades de nuestros estudiantes frente a los de otras comunidades.
Las facultades que piden altas notas de corte se llenarán de estudiantes procedentes de otros lugares de la península, teniendo los nuestros que emigrar, cuando no acudir a la enseñanza privada o poblar centros extranjeros que se aprovechan de la mala planificación en nuestro país para hacer su particular agosto, léase Budapest, preciosa ciudad por otra parte.
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