En los últimos tiempos está imponiéndose una nueva forma de turismo a nuestro alrededor. Quienes habitamos en un País Vasco caracterizado por su actividad industrial, habíamos olvidado sus indudables atractivos más allá de su gastronomía y playas con menos sol pero más dimensión urbana como Donostia o Zarautz.
Lo cierto es que hoy por hoy se ha convertido en una estampa habitual encontrarnos gentes de otros lugares cámara en ristre por los lugares más recónditos de nuestra geografía.
De la misma forma, estábamos acostumbrados a que los museos fuesen concebidos como lugares donde se almacenaban obras con evidente valor artístico, expuestas de forma más o menos ordenada y ofrecidas al público de forma lineal y lejana.
El que cada vez parece más cercano fin de la violencia ha propiciado un resurgimiento de nuestra tierra como destino turístico.
La crisis, aunque el trabajo se viene desarrollando desde hace años, ha ayudado también a la potenciación del sector como un nuevo pilar que ayude a sustentar nuestra economía.
Dentro de este contexto, tuvimos noticia la semana pasada de la presentación de una nueva guía turística conjunta de las comarcas de Tolosaldea y Gohierri, con tantos atractivos en común.
No cabe duda de que la oferta de ambas comarcas guipuzcoanas es muy similar y que el trabajo de difusión de sus muchas cualidades en común beneficiará a ambas.
Si alguien nos hubiese dicho hace 20 ó 30 años nada más que íbamos a ver turistas por las calles de Tolosa u Ordizia, nos habría parecido una boutade.
Ésta es la imagen que presentaba el río Oria a su paso por Tolosa el año 1969.
GureGipuzkoa.net | Tolosa: Ibaieko aparzikiña © CC BY-SA: Elósegui Irazusta, Jesús
Ésta es la imagen que presentaba el río Oria a su paso por Tolosa el año 1969.
GureGipuzkoa.net | Tolosa: Ibaieko aparzikiña © CC BY-SA: Elósegui Irazusta, Jesús
Lo cierto es que hoy por hoy se ha convertido en una estampa habitual encontrarnos gentes de otros lugares cámara en ristre por los lugares más recónditos de nuestra geografía.
De la misma forma, estábamos acostumbrados a que los museos fuesen concebidos como lugares donde se almacenaban obras con evidente valor artístico, expuestas de forma más o menos ordenada y ofrecidas al público de forma lineal y lejana.
La palabra museo proviene del griego "mouseion", Casa de las Musas.
Los museos tienen su origen en el coleccionismo y surgen con un carácter fundamentalmente privado, aunque no es hasta la Ilustración cuando adquieren la fisonomía que ha llegado hasta nuestros días.
Los museos tienen su origen en el coleccionismo y surgen con un carácter fundamentalmente privado, aunque no es hasta la Ilustración cuando adquieren la fisonomía que ha llegado hasta nuestros días.
El coleccionismo deja de ser concebido como la mera acumulación de objetos curiosos o de valor artístico, añadiéndole el carácter cientifico y pedagógico y se abren al público.
En 1793 se inaugura el Museo del Louvre, que servirá de modelo a los grandes museos europeos.
En el siglo XIX la presencia colonial europea y las exposiciones universales propician el desarrollo de las sociedades de carácter etnográfico y antropológico.
A los museos se acudía para admirar y contemplar las obras de arte. Poco a poco, a los grandes museos se les van uniendo otros más pequeños con la más variada temática.
Es en este contexto donde encajan los museos de nuestro entorno. Son muchos y variados los que tenemos en Tolosaldea y Goiherri: ligados a nuestra historia, como el Zumalakarregi, a la cultura popular como el TOPIC de Tolosa, o a la actividad rural como el Igartubeiti.
Cuando visité en la cercana comarca del Urola el Chillida Lantoki, me encontré con un museo diferente.
Perteneciente a la fundación Lenbur, el cierre del Museo Chillida no le ha afectado y permanece abierto.
Esperemos que el conflicto entre la familia Chillida y el Gobierno Vasco se arregle y el magnífico museo del Caserio Zabalaga vuelva a abrir sus puertas.
Aunque el Chillida Lantoki puede vivir, y de hecho lo hace, independientemente de aquél, sería un magnífico complemento visitarlo previamente al escultórico para comprender el proceso de gestación de las obras del escultor donostiarra.
Enclavado en la antigua Papelera Patricio Elorza, en Legazpia, cercano a la fábrica de Patricio Echeverría (Bellota Herramientas) en cuya forja efectivamente se gestaron varias de sus obras, entre ellas el Peine del Viento de Donostia, mantiene el espíritu de las fábricas guipuzcoanas del siglo XX.
Su valor no sólo radica en contemplar algunas de las máquinas y prensas que utilizó Chillida para la elaboración de sus obras, sino que el propio entorno arquitectónico nos sumerge en la vida industrial guipuzcoana del pasado siglo.
Concebido como el embrión de un futuro museo de la actividad industrial guipuzcoana, para los tolosanos tiene el valor añadido de conservar y poder contemplar algo que en nuestro pueblo no hemos conservado a pesar de lo que constituyó nuestra principal actividad industrial durante dos siglos: un antiguo molino papelero, el único que se conserva en Euskal Herria.
También se puede ver la máquina de papel continuo que funcionó hasta el cierre de la empresa en 1999 tras casi dos décadas de dificultades.
Se trata de una máquina tipo Fourdrinier, de 2,20 de ancho, de Gorostidi, que en 1964 sustituyó a la anterior de 1,20 de anchura.
Taquillas, puertas o carteles como éste, ayudan a introducirse en el ambiente laboral que se respiró entre estas paredes.
Aunar en un mismo museo la actividad artística y la industrial le da un carácter especial a este centro que recomiendo fehacientemente visitar.
Cuando visité en la cercana comarca del Urola el Chillida Lantoki, me encontré con un museo diferente.
Perteneciente a la fundación Lenbur, el cierre del Museo Chillida no le ha afectado y permanece abierto.
Esperemos que el conflicto entre la familia Chillida y el Gobierno Vasco se arregle y el magnífico museo del Caserio Zabalaga vuelva a abrir sus puertas.
Aunque el Chillida Lantoki puede vivir, y de hecho lo hace, independientemente de aquél, sería un magnífico complemento visitarlo previamente al escultórico para comprender el proceso de gestación de las obras del escultor donostiarra.
Enclavado en la antigua Papelera Patricio Elorza, en Legazpia, cercano a la fábrica de Patricio Echeverría (Bellota Herramientas) en cuya forja efectivamente se gestaron varias de sus obras, entre ellas el Peine del Viento de Donostia, mantiene el espíritu de las fábricas guipuzcoanas del siglo XX.
Su valor no sólo radica en contemplar algunas de las máquinas y prensas que utilizó Chillida para la elaboración de sus obras, sino que el propio entorno arquitectónico nos sumerge en la vida industrial guipuzcoana del pasado siglo.
Concebido como el embrión de un futuro museo de la actividad industrial guipuzcoana, para los tolosanos tiene el valor añadido de conservar y poder contemplar algo que en nuestro pueblo no hemos conservado a pesar de lo que constituyó nuestra principal actividad industrial durante dos siglos: un antiguo molino papelero, el único que se conserva en Euskal Herria.
También se puede ver la máquina de papel continuo que funcionó hasta el cierre de la empresa en 1999 tras casi dos décadas de dificultades.
Se trata de una máquina tipo Fourdrinier, de 2,20 de ancho, de Gorostidi, que en 1964 sustituyó a la anterior de 1,20 de anchura.
Taquillas, puertas o carteles como éste, ayudan a introducirse en el ambiente laboral que se respiró entre estas paredes.
Aunar en un mismo museo la actividad artística y la industrial le da un carácter especial a este centro que recomiendo fehacientemente visitar.
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