Aunque aún queda mucho para que llegue el otoño, ya el pasado sábado hice la primera incursión de la temporada en los bosques de nuestros alrededores en busca de setas y hongos, fruto de la cual ya cocinamos un revuelto en la sociedad.
Pero ha sido ayer sábado cuando puedo dar por iniciada la temporada a tenor de la cantidad recogida.
En la foto, las dos cestas recogidas entre mi amigo Martín y yo ayer por la mañana en la zona de Leitza.
Las lluvias del mes de julio y el tiempo templado y soleado de este inicio de agosto, han propiciado que la temporada de hongos se adelante unas semanas.
Quienes somos aficionados a la recolección de setas y hongos esperábamos expectantes este adelanto del primer golpe otoñal, que normalmente suele darse en nuestros bosques entre finales de agosto y principios de septiembre.
Por motivos laborales no había podido ir entre semana, a pesar de lo cual quienes acudieron durante esos días se dejaron algo para los del fin de semana. Como estos ejemplares de gran tamaño de Boletus aereus (ontto beltza)
La recolección de setas está masificando los montes y las medidas que se van tomando en cuanto a limitaciones en la cantidad recogida no están frenando la invasión de los bosques.
Es muy difícil delimitar entre quienes acuden al monte a disfrutar y recoger sus productos para el propio consumo y quienes lo hacen llevados por el innegable negocio que supone, máxime en época de crisis.
Cada vez estoy más convencido de que la única solución efectiva pasaría por limitar y regular, no la recogida, sino la venta.
Volviendo a nuestro paseo micológico y entre hongo y hongo, encontramos alguna Izar gorria (Clathrus archeri), seta sin ningún valor culinario, aunque con una estética muy atrayente, que recuerda a una estrella de mar o un pequeño pulpo. La foto está tomada ayer por la mañana en los alrededores de Leitza con el móvil.
Se trata de una especie originaria de Tasmania y muy habitual en los bosques de Australia o Nueva Zelanda y hoy en día extendida por los continentes europeos y americano.
Para algunas fuentes, en Europa la introdujeron los soldados australianos y neozelandeses que combatieron en las trincheras francesas durante la Primera Guerra Mundial quienes transportaron sus esporas en las suelas de sus zapatos. De hecho, la primera noticia que se tiene de ella en el viejo continente está fechada en 1920.
Hoy día parece más aceptado que sus esporas llegaron en la lana de ovejas importadas de Nueva Zelanda.
La estrategia reproductiva de esta seta es muy interesante; ha conseguido imitar el tejido de los animales muertos en estado de putrefacción y despide un olor repelente y nauseabundo, en el que radica su éxito reproductivo.
Este olor, unido al color rojizo de sus brazos que imita la sangre y el aspecto de carne podrida, atrae a los insectos ávidos de carroña, que ensimismados y algo aturdidos por su fragancia se encargarán de dispersar las esporas por doquier, dando lugar a un nuevo micelio que cerrará el ciclo de la vida con la nueva seta.
Quizá radique aquí la explicación a la masiva expansión que ha logrado en unas pocas décadas. En nuestra península la primera referencia data de 1963 en Gipuzkoa y a día de hoy ya está extendida por toda la cornisa cantábrica y área pirenaica.
La mañana micológica se alargó hasta pasado el mediodía y además de los hongos, recogimos varias gibelurdinak de buen tamaño, aunque ninguna salida recientemente, se apreciaba que llevaban varios días en el bosque, y como no, algunas zizahori, siempre presentes en estos bosques cuando las setas hacen su aparición.
En los continuos sube y bajas nos encontramos varias veces con otra plaga, esta vez no biológica, sino extendida por la mano del hombre: los vallados con alambre de espino.
Desconozco si están prohibidos en nuestros montes o no, pero si no lo están deberían estarlo o de alguna forma regular su utilización en las explotaciones forestales y ganaderas. Cuando colocan uno nuevo no sólo no se retiran los antiguos, sino que muchos de ellos se colocan con a lo sumo uno o dos puntos de paso donde poder franquearlos en largos trechos de empalizada.
Además de la dificultad que entrañan para los sufridos montañeros, son un peligro para muchos de los animales que pueblan los bosques, que quedan atrapados sin remedio.
En muchas ocasiones incluso he tenido serias dificultades para que mi perro pudiese atravesarlos, dado que suelen colocar la última fila inferior prácticamente pegada al suelo.
Sobre estas alambradas íbamos despotricando cuando ante los ojos de Martín aparecieron estos cinco magníficos ejemplares de Boletus edulis (ontto zuri), como ya he dicho en otras ocasiones, para mí mucho más sabroso y esponjoso que el beltza para comerlo en revuelto, aunque este último y sobre todo si es de un tamaño medio y recién salido, es insuperable a la plancha cortado en finas láminas.
La avidez por coger hongos hizo que se nos fuese la mañana y mereció la pena quedarnos sin almuerzo, aunque en un receso nos comimos unos insuperables melocotones de Maella. Aunque éstos no lo eran, los de la variedad "amarillo tardía" se comercializan bajo la denominación de Calanda. No son setas, pero comparten temporada y exquisitez.
Y hablando de frutas y setas, esperemos que ésta no sea más que la primera parte de la fructífera temporada micológica a la que todos los indicios apuntan.
Aunque ya en Junio hubo otro golpe de setas y prácticamente durante todo el año se pueden recoger, yo no suelo cambiar el chip hasta otoño y me gusta el concepto finito y limitado de temporada.
Es como la vida, si fuese eterna, carecería de interés.
Pero ha sido ayer sábado cuando puedo dar por iniciada la temporada a tenor de la cantidad recogida.
En la foto, las dos cestas recogidas entre mi amigo Martín y yo ayer por la mañana en la zona de Leitza.
Las lluvias del mes de julio y el tiempo templado y soleado de este inicio de agosto, han propiciado que la temporada de hongos se adelante unas semanas.
Quienes somos aficionados a la recolección de setas y hongos esperábamos expectantes este adelanto del primer golpe otoñal, que normalmente suele darse en nuestros bosques entre finales de agosto y principios de septiembre.
Por motivos laborales no había podido ir entre semana, a pesar de lo cual quienes acudieron durante esos días se dejaron algo para los del fin de semana. Como estos ejemplares de gran tamaño de Boletus aereus (ontto beltza)
La recolección de setas está masificando los montes y las medidas que se van tomando en cuanto a limitaciones en la cantidad recogida no están frenando la invasión de los bosques.
Es muy difícil delimitar entre quienes acuden al monte a disfrutar y recoger sus productos para el propio consumo y quienes lo hacen llevados por el innegable negocio que supone, máxime en época de crisis.
Cada vez estoy más convencido de que la única solución efectiva pasaría por limitar y regular, no la recogida, sino la venta.
Volviendo a nuestro paseo micológico y entre hongo y hongo, encontramos alguna Izar gorria (Clathrus archeri), seta sin ningún valor culinario, aunque con una estética muy atrayente, que recuerda a una estrella de mar o un pequeño pulpo. La foto está tomada ayer por la mañana en los alrededores de Leitza con el móvil.
Se trata de una especie originaria de Tasmania y muy habitual en los bosques de Australia o Nueva Zelanda y hoy en día extendida por los continentes europeos y americano.
Para algunas fuentes, en Europa la introdujeron los soldados australianos y neozelandeses que combatieron en las trincheras francesas durante la Primera Guerra Mundial quienes transportaron sus esporas en las suelas de sus zapatos. De hecho, la primera noticia que se tiene de ella en el viejo continente está fechada en 1920.
Hoy día parece más aceptado que sus esporas llegaron en la lana de ovejas importadas de Nueva Zelanda.
La estrategia reproductiva de esta seta es muy interesante; ha conseguido imitar el tejido de los animales muertos en estado de putrefacción y despide un olor repelente y nauseabundo, en el que radica su éxito reproductivo.
Este olor, unido al color rojizo de sus brazos que imita la sangre y el aspecto de carne podrida, atrae a los insectos ávidos de carroña, que ensimismados y algo aturdidos por su fragancia se encargarán de dispersar las esporas por doquier, dando lugar a un nuevo micelio que cerrará el ciclo de la vida con la nueva seta.
Quizá radique aquí la explicación a la masiva expansión que ha logrado en unas pocas décadas. En nuestra península la primera referencia data de 1963 en Gipuzkoa y a día de hoy ya está extendida por toda la cornisa cantábrica y área pirenaica.
La mañana micológica se alargó hasta pasado el mediodía y además de los hongos, recogimos varias gibelurdinak de buen tamaño, aunque ninguna salida recientemente, se apreciaba que llevaban varios días en el bosque, y como no, algunas zizahori, siempre presentes en estos bosques cuando las setas hacen su aparición.
En los continuos sube y bajas nos encontramos varias veces con otra plaga, esta vez no biológica, sino extendida por la mano del hombre: los vallados con alambre de espino.
Desconozco si están prohibidos en nuestros montes o no, pero si no lo están deberían estarlo o de alguna forma regular su utilización en las explotaciones forestales y ganaderas. Cuando colocan uno nuevo no sólo no se retiran los antiguos, sino que muchos de ellos se colocan con a lo sumo uno o dos puntos de paso donde poder franquearlos en largos trechos de empalizada.
Además de la dificultad que entrañan para los sufridos montañeros, son un peligro para muchos de los animales que pueblan los bosques, que quedan atrapados sin remedio.
En muchas ocasiones incluso he tenido serias dificultades para que mi perro pudiese atravesarlos, dado que suelen colocar la última fila inferior prácticamente pegada al suelo.
Sobre estas alambradas íbamos despotricando cuando ante los ojos de Martín aparecieron estos cinco magníficos ejemplares de Boletus edulis (ontto zuri), como ya he dicho en otras ocasiones, para mí mucho más sabroso y esponjoso que el beltza para comerlo en revuelto, aunque este último y sobre todo si es de un tamaño medio y recién salido, es insuperable a la plancha cortado en finas láminas.
La avidez por coger hongos hizo que se nos fuese la mañana y mereció la pena quedarnos sin almuerzo, aunque en un receso nos comimos unos insuperables melocotones de Maella. Aunque éstos no lo eran, los de la variedad "amarillo tardía" se comercializan bajo la denominación de Calanda. No son setas, pero comparten temporada y exquisitez.
Y hablando de frutas y setas, esperemos que ésta no sea más que la primera parte de la fructífera temporada micológica a la que todos los indicios apuntan.
Aunque ya en Junio hubo otro golpe de setas y prácticamente durante todo el año se pueden recoger, yo no suelo cambiar el chip hasta otoño y me gusta el concepto finito y limitado de temporada.
Es como la vida, si fuese eterna, carecería de interés.
No hay nada mejor que disfrutar de una escapada a la montaña, puedes ir acompañado de tus familiares y amigos e incluso llevarte a tu perro sin miedo a que se te pueda escapar o perderlo. Existen unos nuevos collares que ofrecen un mejor agarre y comodidad que el resto, con los arneses de tres puntos podrás llevar a tu perro bien sujeto y evitar que se te escape.
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