Hacemos miles de kilómetros para visitar remotos y bellos lugares y pasamos de largo algunos otros que tenemos muy cerca. Éste es el caso del que hoy me ocupa, el Cerco de Artajona, restaurado por el Gobierno de Navarra entre 2003 y 2009, aunque desde finales de los años 60 se habían ido acometiendo por la Institución Príncipe de Viana diversas actuaciones para frenar su creciente deterioro. Una vista aérea de su estado tras la rehabilitación.
Aprovechando una comida con los amigos de Tafalla, organizada por nuestro amigo Pedro, que desde que se casó vive en Artajona, y quien tuvo la buena idea de concertar una visita guiada al cerco previa al "calderete" regado con caldos de la zona con el que nos deleitó.
La amable guía, Itziar, nos instruyó con sus vastos conocimientos sobre el origen e historia del lugar, que intentaré transmitir y resumir en estas líneas.
Los vestigios más antiguos que se han encontrado en el lugar que hoy ocupa el cerco datan de la Edad del Hierro y en la época de Roma, entre los siglos I a.C. y II d.C, las últimas excavaciones realizadas han confirmado la existencia de un Castellum, pequeño núcleo defensivo.
Hasta el siglo VIII hay un salto en cuanto a datos y restos arqueológicos, que nos inducen a pensar en el abandono del lugar durante estos siglos.
Entre finales de éste y el siglo X, el lugar vuelve a ocuparse, siempre con carácter defensivo. Entre el XI y el XII se construye el templo románico sobre el que posteriormente se erigiría la actual iglesia fortaleza, aunque hay indicios de una parroquia dedicada a San Juan Bautista que ocupaba el mismo lugar y alrededor de la cual se formó un pequeño núcleo poblacional, de la misma forma que rodeando del resto de iglesias y monasterios del lugar.
En el siglo XI, el rey Sancho Garcés IV, el de Peñalén, y ya con los musulmanes desplazados al Sur de la península, concedió al noble García Aznárez la repoblación del lugar.
Pedro de Roda, obispo de Pamplona de origen francés, inicia una campaña de renovación, regalando iglesias y rentas a monasterios y cabildos extranjeros. Entre ellos figura en 1084, con la autorización del rey Sancho Ramírez, la iglesia con todos sus bienes, rentas y diezmos a los canónigos de Saint-Sernin de Toulouse.
Es entonces cuando los monjes inician la construcción de la primitiva iglesia románica y también acometen el cierre amurallado de la población alta que circunda al citado templo, aunque la forma en que llega hasta nuestros días, incluida la actual iglesia gótica, será obra de posteriores construcciones durante el siglo XIII. Ésta sería la disposición del recinto una vez finalizado.
Como nos explica nuestra guía Itziar, la población se dividía en dos barrios diferenciados: a la derecha del eje que forman las puertas de San Miguel y Remagua, quedaría la zona militar, con el Castillo y su Donjón , o Torre del Homenaje mientras que a la izquierda quedaría la zona civil y religiosa con el santuario. A partir de entonces y durante los siglos posteriores, XIV y XV, vendrá la época de mayor actividad defensiva del Cerco, ante los continuos ataques que sufrieron los navarros, a manos de la vecina y potente monarquía castellana, que intentaba anexionarse el viejo reino pirenaico.
Con la Conquista de Navarra por parte de la corona castellana, y a pesar de que el Cerco se salva del Cardenal Cisneros y su desmoche masivo de los castillos navarros, pierde su función defensiva y comienza su deterioro sucediéndose las noticias y pleitos por sustracción de piedras de las torres y murallas.
En 1568 se acuerda alquilar las torres a particulares con el fin de frenar el deterioro y ya se menciona el mal estado de tres de ellas, y treinta años más tarde ya se dice que de las 17 torres de las que se componía el cerco inicialmente, cinco ya habían sido derruidas.
Durante la segunda mitad del XIX y pricnipios del XX, saldrá más piedra del cerco que de la cercana cantera de Alaiz, siendo significativa la que se utiliza en la construcción del Colegio y Hospital de Artajona en 1856.
En la actualidad el cerco mantiene doce de sus torres, nueve completas y tres en cimientos y entre las torres 8 y 9 cercanas a la puerta de San Miguel, conserva un lienzo de la muralla original.
Las torres son del tipo denominado bestorre, huecas por la parte interior de la muralla, que tienen un doble carácter defensivo, tanto para protegerse de posibles amotinamientos interiores, como para evitar que si el enemigo consigue franquear parte de la muralla, pueda hacerse fuerte en ellas. Originariamente estaban unidas por pasos de madera entre unas y otras para facilitar el tránsito entre ellas, así como constaban de varias plantas, tal y como se aprecia en el dibujo.
En cuanto a la Iglesia-fortaleza de San Saturnino actual, está integrada en el cerco, siendo su torre la principal y más alta del conjunto, siguiendo el estilo medieval francés, que delata su origen.
El templo, gótico, de una sóla nave, tiene una anchura y alturas considerables y está cubierto con bóveda de crucería. Los grandes contrafuertes exteriores dan todavía más empaque defensivo si cabe a su aspecto.
La sobria fachada occidental llama la atención por su portada, de grandes arquivoltas, con San Saturnino y su inseparable toro (recordemos que murió arrastrado por un astado atado a su cuello con una cuerda) y con un inmenso rosetón gótico arriba)
Muy curiosa también la cubierta, con paso de ronda como corresponde a su carácter de fortaleza y con el tejado dividido en varios fragmentos rectangulares cubiertos con losas de piedra en lugar de tejas y que recogen el agua de la lluvia hacia un orificio central en cada uno de ellos, agua que es canalizada por la torre hasta el aljibe situado bajo la iglesia.
La preocupación por el agua vemos que no es exclusiva de nuestro tiempo.
En cuanto al Donjón, del que se conserva su planta circular, al perder el cerco su carácter defensivo en el siglo XVI,fue transformado en nevera, con las paredes revocadas de cal y arena con el fin de conservar la nieve y el hielo que se almacenaban durante el invierno.
Durante la Tercera Guerra Carlista, en 1873 desparece la nevera por la construcción nuevamente de un fuerte, que tras la guerra se ocupará como vivienda hasta que en 1918 es derribado con motivo de la traída de aguas del Arga a la villa.
En definitiva, interesantísimo conjunto medieval que merece la pena una visita, sobre todo como si en nuestro caso, es previa a una excelente comida con productos de la tierra y entre amigos.
Aprovechando una comida con los amigos de Tafalla, organizada por nuestro amigo Pedro, que desde que se casó vive en Artajona, y quien tuvo la buena idea de concertar una visita guiada al cerco previa al "calderete" regado con caldos de la zona con el que nos deleitó.
La amable guía, Itziar, nos instruyó con sus vastos conocimientos sobre el origen e historia del lugar, que intentaré transmitir y resumir en estas líneas.
Los vestigios más antiguos que se han encontrado en el lugar que hoy ocupa el cerco datan de la Edad del Hierro y en la época de Roma, entre los siglos I a.C. y II d.C, las últimas excavaciones realizadas han confirmado la existencia de un Castellum, pequeño núcleo defensivo.
Hasta el siglo VIII hay un salto en cuanto a datos y restos arqueológicos, que nos inducen a pensar en el abandono del lugar durante estos siglos.
Entre finales de éste y el siglo X, el lugar vuelve a ocuparse, siempre con carácter defensivo. Entre el XI y el XII se construye el templo románico sobre el que posteriormente se erigiría la actual iglesia fortaleza, aunque hay indicios de una parroquia dedicada a San Juan Bautista que ocupaba el mismo lugar y alrededor de la cual se formó un pequeño núcleo poblacional, de la misma forma que rodeando del resto de iglesias y monasterios del lugar.
En el siglo XI, el rey Sancho Garcés IV, el de Peñalén, y ya con los musulmanes desplazados al Sur de la península, concedió al noble García Aznárez la repoblación del lugar.
Pedro de Roda, obispo de Pamplona de origen francés, inicia una campaña de renovación, regalando iglesias y rentas a monasterios y cabildos extranjeros. Entre ellos figura en 1084, con la autorización del rey Sancho Ramírez, la iglesia con todos sus bienes, rentas y diezmos a los canónigos de Saint-Sernin de Toulouse.
Como nos explica nuestra guía Itziar, la población se dividía en dos barrios diferenciados: a la derecha del eje que forman las puertas de San Miguel y Remagua, quedaría la zona militar, con el Castillo y su Donjón , o Torre del Homenaje mientras que a la izquierda quedaría la zona civil y religiosa con el santuario. A partir de entonces y durante los siglos posteriores, XIV y XV, vendrá la época de mayor actividad defensiva del Cerco, ante los continuos ataques que sufrieron los navarros, a manos de la vecina y potente monarquía castellana, que intentaba anexionarse el viejo reino pirenaico.
Con la Conquista de Navarra por parte de la corona castellana, y a pesar de que el Cerco se salva del Cardenal Cisneros y su desmoche masivo de los castillos navarros, pierde su función defensiva y comienza su deterioro sucediéndose las noticias y pleitos por sustracción de piedras de las torres y murallas.
En 1568 se acuerda alquilar las torres a particulares con el fin de frenar el deterioro y ya se menciona el mal estado de tres de ellas, y treinta años más tarde ya se dice que de las 17 torres de las que se componía el cerco inicialmente, cinco ya habían sido derruidas.
Durante la segunda mitad del XIX y pricnipios del XX, saldrá más piedra del cerco que de la cercana cantera de Alaiz, siendo significativa la que se utiliza en la construcción del Colegio y Hospital de Artajona en 1856.
En la actualidad el cerco mantiene doce de sus torres, nueve completas y tres en cimientos y entre las torres 8 y 9 cercanas a la puerta de San Miguel, conserva un lienzo de la muralla original.
Las torres son del tipo denominado bestorre, huecas por la parte interior de la muralla, que tienen un doble carácter defensivo, tanto para protegerse de posibles amotinamientos interiores, como para evitar que si el enemigo consigue franquear parte de la muralla, pueda hacerse fuerte en ellas. Originariamente estaban unidas por pasos de madera entre unas y otras para facilitar el tránsito entre ellas, así como constaban de varias plantas, tal y como se aprecia en el dibujo.
En cuanto a la Iglesia-fortaleza de San Saturnino actual, está integrada en el cerco, siendo su torre la principal y más alta del conjunto, siguiendo el estilo medieval francés, que delata su origen.
El templo, gótico, de una sóla nave, tiene una anchura y alturas considerables y está cubierto con bóveda de crucería. Los grandes contrafuertes exteriores dan todavía más empaque defensivo si cabe a su aspecto.
La sobria fachada occidental llama la atención por su portada, de grandes arquivoltas, con San Saturnino y su inseparable toro (recordemos que murió arrastrado por un astado atado a su cuello con una cuerda) y con un inmenso rosetón gótico arriba)
Muy curiosa también la cubierta, con paso de ronda como corresponde a su carácter de fortaleza y con el tejado dividido en varios fragmentos rectangulares cubiertos con losas de piedra en lugar de tejas y que recogen el agua de la lluvia hacia un orificio central en cada uno de ellos, agua que es canalizada por la torre hasta el aljibe situado bajo la iglesia.
La preocupación por el agua vemos que no es exclusiva de nuestro tiempo.
En cuanto al Donjón, del que se conserva su planta circular, al perder el cerco su carácter defensivo en el siglo XVI,fue transformado en nevera, con las paredes revocadas de cal y arena con el fin de conservar la nieve y el hielo que se almacenaban durante el invierno.
Durante la Tercera Guerra Carlista, en 1873 desparece la nevera por la construcción nuevamente de un fuerte, que tras la guerra se ocupará como vivienda hasta que en 1918 es derribado con motivo de la traída de aguas del Arga a la villa.
En definitiva, interesantísimo conjunto medieval que merece la pena una visita, sobre todo como si en nuestro caso, es previa a una excelente comida con productos de la tierra y entre amigos.
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