En estas fechas navideñas nuevas y viejas tradiciones conviven intentando hacerse un sitio entre nosotros, algunas para no perder su pujanza, otras para desplazar antiguas costumbres.
Entendemos por tradición el conjunto de costumbres y bienes culturales que se transmiten de generación en generación dentro de una comunidad.
Son aquellas costumbres que la comunidad considera valiosas las que se mantienen para que sean aprendidas por las nuevas generaciones como parte del legado cultural. Por tanto, forman parte de la identidad de un grupo social determinado.
Sin embargo, no hay que perder de vista que la cultura o "las culturas" no son hechos aislados independientes entre sí con fronteras delimitadas entre unas y otras.
Como ya observó el antropólogo más influyente del siglo XX, Claude Levi-Strauss, una cultura se desarrolla gracias a los intercambios con otras culturas. No existen pueblos con "culturas puras", no contaminadas, sino que todas ellas van incorporando elementos de otras al mismo tiempo que influyen en aquéllas.
Las tradiciones por tanto no son inamovibles sino que deben adaptarse y renovarse para mantener su valor y utilidad.
Nuevas experiencias van transformando las tradiciones culturales acumuladas a través de los siglos determinando el desarrollo de la identidad cultural de un grupo social.
Esto podemos observarlo en las tradiciones que jalonan nuestras celebraciones navideñas. Conforme éstas van perdiendo su carácter religioso al mismo tiempo que la sociedad más desarrollada va abandonando creencias y ritos antes comúnmente aceptados, va adoptando otros nuevos más acordes con sus necesidades actuales.
No hace muchos años era impensable salir después de la cena de Nochebuena y por otra parte ningún establecimiento hostelero permanecía abierto. Salir se salía pero a la Misa del Gallo, hoy en día reservada a un puñado de creyentes que mantienen viva su fe.
Hoy por hoy, los bares se llenan durante la madrugada del 24. ¿Mejor o peor? Diferente. No hay tradiciones buenas o malas. Las tradiciones lo son mientras son aceptadas por la comunidad y dejan de serlo cuando ésta les da la espalda mayoritariamente, aunque siempre quedan recalcitrantes que intentan mantenerlas por decreto.
En el caso de Olentzero, aquello que para nosotros no constituía parte de nuestra tradición, lo es para las siguientes generaciones.
En esta imagen, nuestro recordado amigo Antxon Bandrés que se encargó de caracterizar a Olentzero en Tolosa durante muchos años.
Algunos argüirán que el carbonero gordo y bonachón como portador de regalos a los niños vascos es una manipulación interesada de un personaje tradicional que tenía diferentes connotaciones anteriormente.
Pero una tradición no se impone por decreto y no habría cuajado en nuestra sociedad si no fuese porque hay una necesidad previa y un deseo por parte de la comunidad de disponer dentro de nuestro acerbo cultural de un personaje propio que haga el cometido que en otros lares se reserva a Santa Claus, San Nicolás, Papa Noël, el tronco de Navidad o los Reyes Magos.
También la tradición cristiana le dio un carácter de "anunciador de la natividad" que no tenía previamente.
Antropólogos y estudiosos como José Miguel Barandiaran, José Mª Satrustegi, Antxon Aguirre Sorondo, Julio Caro Baroja, Manuel de Lecuona y otros se ocuparon en sus investigaciones de intentar esclarecer el origen del personaje.
Unos y otros llegaron a la conclusión de determinar el origen de la leyenda en el espacio comprendido entre el Noroeste de Nafarroa y el Este de Gipuzkoa, siendo localidades como Lesaka,Bera, Oiartzun o Elduaien las que mantuvieron la tradición del personaje con distintas variantes hasta el nuevo resurgimiento hacia la década de los 80 del pasado siglo.
Los hermanos Pío y Julio Caro Baroja en su película "Navarra. Las cuatro estaciones" (1970) dejaron testimonio de la celebración en Lesaka.
El origen de Olentzero en sus muchas variantes es el de anunciar el solsticio de invierno en la sociedad vasca precristiana. El fin de un ciclo y el inicio de uno nuevo.
Como con muchos otros ritos y tradiciones, la Iglesia efectuó una labor de sincretismo, incorporando a su propia doctrina el personaje y dotándole de un nuevo cometido, el de anunciar la Navidad.
En cuanto a su función de portador de regalos, en nuestra zona, mucho antes de que arraigase la costumbre de los Reyes Magos, la gran fiesta de los obsequios a los niños se celebraba el día de San Nicolás, 6 de diciembre, como en muchos países del Norte de Europa.
Era una costumbre muy arraigada, hasta el punto de que todavía hoy se celebra la postulación del "obispillo" en muchos pueblos de Navarra, como Muruzábal, Burgui, Enériz, Barásoain o Garínoain. Los regalos eran mucho más sencillos que los actuales: galletas, castañas, frutos secos o golosinas. También la localidad guipuzcoana de Segura mantiene esta tradición.
Volviendo a Olentzero, también su caracterización tenía un ingrediente de postulación, fundamentalmente de alimentos que luego eran ingeridos de forma conjunta.
Otros dos elementos son comunes también a sus diferentes variantes: el fuego que se consume (carbonero casi siempre) y las ceremonias de protección.
Sabemos que al menos desde el siglo XVI existe en algunas poblaciones vascas la costumbre de salir a postular la mañana del día de Nochebuena, con o sin Olentzero. Esta tradición también ha perdurado hasta nuestros días y cuando nosotros éramos niños, al menos en Tolosa, esta costumbre se extendía por mimetismo a la víspera de Reyes.
En resumen, los mitos y las tradiciones, como elementos vivos que son, nacen, se adaptan a los nuevos tiempos y siguen evolucionando. En muchos de nuestros pueblos, a Olentzero empieza a acompañarle una mujer, Mari Domingi, personaje proveniente de una canción tradicional vasca.
Para acabar, un dicho popular vasco al más puro estilo del Wittgenstein del Tractatus:
"Izena duenak izana du". ("Todo lo que tiene nombre, existe")
Aplicado a Olentzero o Mari Domingi, que vivan entre nosotros por muchos años.
Entendemos por tradición el conjunto de costumbres y bienes culturales que se transmiten de generación en generación dentro de una comunidad.
Son aquellas costumbres que la comunidad considera valiosas las que se mantienen para que sean aprendidas por las nuevas generaciones como parte del legado cultural. Por tanto, forman parte de la identidad de un grupo social determinado.
Sin embargo, no hay que perder de vista que la cultura o "las culturas" no son hechos aislados independientes entre sí con fronteras delimitadas entre unas y otras.
Como ya observó el antropólogo más influyente del siglo XX, Claude Levi-Strauss, una cultura se desarrolla gracias a los intercambios con otras culturas. No existen pueblos con "culturas puras", no contaminadas, sino que todas ellas van incorporando elementos de otras al mismo tiempo que influyen en aquéllas.
Las tradiciones por tanto no son inamovibles sino que deben adaptarse y renovarse para mantener su valor y utilidad.
Nuevas experiencias van transformando las tradiciones culturales acumuladas a través de los siglos determinando el desarrollo de la identidad cultural de un grupo social.
Esto podemos observarlo en las tradiciones que jalonan nuestras celebraciones navideñas. Conforme éstas van perdiendo su carácter religioso al mismo tiempo que la sociedad más desarrollada va abandonando creencias y ritos antes comúnmente aceptados, va adoptando otros nuevos más acordes con sus necesidades actuales.
No hace muchos años era impensable salir después de la cena de Nochebuena y por otra parte ningún establecimiento hostelero permanecía abierto. Salir se salía pero a la Misa del Gallo, hoy en día reservada a un puñado de creyentes que mantienen viva su fe.
Hoy por hoy, los bares se llenan durante la madrugada del 24. ¿Mejor o peor? Diferente. No hay tradiciones buenas o malas. Las tradiciones lo son mientras son aceptadas por la comunidad y dejan de serlo cuando ésta les da la espalda mayoritariamente, aunque siempre quedan recalcitrantes que intentan mantenerlas por decreto.
En el caso de Olentzero, aquello que para nosotros no constituía parte de nuestra tradición, lo es para las siguientes generaciones.
Fuente: www.tolosagasa.blogspot.com.es Argazkia: Idoia Zabaleta |
Algunos argüirán que el carbonero gordo y bonachón como portador de regalos a los niños vascos es una manipulación interesada de un personaje tradicional que tenía diferentes connotaciones anteriormente.
Pero una tradición no se impone por decreto y no habría cuajado en nuestra sociedad si no fuese porque hay una necesidad previa y un deseo por parte de la comunidad de disponer dentro de nuestro acerbo cultural de un personaje propio que haga el cometido que en otros lares se reserva a Santa Claus, San Nicolás, Papa Noël, el tronco de Navidad o los Reyes Magos.
También la tradición cristiana le dio un carácter de "anunciador de la natividad" que no tenía previamente.
Antropólogos y estudiosos como José Miguel Barandiaran, José Mª Satrustegi, Antxon Aguirre Sorondo, Julio Caro Baroja, Manuel de Lecuona y otros se ocuparon en sus investigaciones de intentar esclarecer el origen del personaje.
Unos y otros llegaron a la conclusión de determinar el origen de la leyenda en el espacio comprendido entre el Noroeste de Nafarroa y el Este de Gipuzkoa, siendo localidades como Lesaka,Bera, Oiartzun o Elduaien las que mantuvieron la tradición del personaje con distintas variantes hasta el nuevo resurgimiento hacia la década de los 80 del pasado siglo.
Los hermanos Pío y Julio Caro Baroja en su película "Navarra. Las cuatro estaciones" (1970) dejaron testimonio de la celebración en Lesaka.
Como con muchos otros ritos y tradiciones, la Iglesia efectuó una labor de sincretismo, incorporando a su propia doctrina el personaje y dotándole de un nuevo cometido, el de anunciar la Navidad.
En cuanto a su función de portador de regalos, en nuestra zona, mucho antes de que arraigase la costumbre de los Reyes Magos, la gran fiesta de los obsequios a los niños se celebraba el día de San Nicolás, 6 de diciembre, como en muchos países del Norte de Europa.
Era una costumbre muy arraigada, hasta el punto de que todavía hoy se celebra la postulación del "obispillo" en muchos pueblos de Navarra, como Muruzábal, Burgui, Enériz, Barásoain o Garínoain. Los regalos eran mucho más sencillos que los actuales: galletas, castañas, frutos secos o golosinas. También la localidad guipuzcoana de Segura mantiene esta tradición.
Fuente: Diario Vasco |
Otros dos elementos son comunes también a sus diferentes variantes: el fuego que se consume (carbonero casi siempre) y las ceremonias de protección.
Sabemos que al menos desde el siglo XVI existe en algunas poblaciones vascas la costumbre de salir a postular la mañana del día de Nochebuena, con o sin Olentzero. Esta tradición también ha perdurado hasta nuestros días y cuando nosotros éramos niños, al menos en Tolosa, esta costumbre se extendía por mimetismo a la víspera de Reyes.
En resumen, los mitos y las tradiciones, como elementos vivos que son, nacen, se adaptan a los nuevos tiempos y siguen evolucionando. En muchos de nuestros pueblos, a Olentzero empieza a acompañarle una mujer, Mari Domingi, personaje proveniente de una canción tradicional vasca.
Para acabar, un dicho popular vasco al más puro estilo del Wittgenstein del Tractatus:
"Izena duenak izana du". ("Todo lo que tiene nombre, existe")
Aplicado a Olentzero o Mari Domingi, que vivan entre nosotros por muchos años.
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