Hace ya unas semanas que vi la última película de Clint Eastwood, titulada en castellano "Más allá de la vida" (2010) ("Hereafter" en versión original).
Las primeras escenas del tsunami, tras la tragedia de Japón, nos pone los pelos de punta y logra transmitir el agobio que produce la indefensión humana ante la virulencia de los fenómenos naturales imprevistos o ante los atroces e indiscriminados atentados terroristas. Un inicio de película esplendoroso, de los más impresionantes que he visto en el cine, trepidante y medido al mismo tiempo.
A partir de ahí, la película mantiene un ritmo pausado pero maravilloso como la vida misma, mostrando la endeblez del ser humano.
Este mundo de la hipercomunicación nos ha instalado en un flujo de noticias de muerte y desastres que vemos en cierto modo como algo ajeno, de película, olvidando que afecta a personas reales.
Todavía tenemos frescos en la memoria el terremoto en Haití (más de 100.000 víctimas), o el citado seísmo y tsunami japonés (más de 28.000 víctimas) y qué decir de los atentados de las Torres Gemelas o la estación de Atocha.
El mundo actual mira de espaldas a la muerte y sólo cuando nos acercamos a la vejez empezamos a verla como algo posible, imprevisible e inevitable.
Ahí es donde encaja la película de Clint Eastwood, quien a sus 80 años se acerca a la muerte narrando las experiencias de tres personas que ven a la dama de la guadaña de cerca, desde diferentes puntos de vista: una periodista parisina arrastrada por un tsunami en un indefinido país que parece recordar al que asoló al sudeste asiático en 2004, un niño cuyo hermano gemelo es atropellado por un vehículo en un barrio del extrarradio de Londres, y un ciudadano nortamericano atormentado por su capacidad para comunicarse con los muertos.
De una forma quizás un poco forzada, las tres historias se unen en una sola, aunque tampoco es lo más importante la forma en que cierra la historia como el fondo mismo de lo que nos cuenta en ella.
Hace años que Clint Eastwood nos sorprendió como director de cine.
Aquel actor con fama de derechón y machista que de vez en cuando rodaba películas como director, aunque sin llegar a eclipsar su función interpretativa, sorprendió al mundo en la década de los 90 con películas como el western "Sin perdón" (1992) o la exquisita "Los Puentes de Madison" (1995).
A partir de "Mystic River" (2003) me engancha definitivamente a su filmografía y no ha dejado de firmar obras maestras hasta la fecha: "Million dollar baby" (2004), "Banderas de nuestros padres" y Cartas desde Iwo Jima" (2006), las dos películas que plasman la excelente idea de filmar la batalla de Iwo Jima desde el punto de vista de los dos bandos, norteamericano y japonés, "Gran Torino" (2008), su despedida como actor, o "Invictus" (2009) (seguramente la más floja de todas ellas, al menos para mi gusto).
Volviendo a "Más allá de la vida", la película ha generado controversias en cuanto a su indefinición acerca de los problemas que plantea pero, para mí, precisamente ahí radica su acierto.
No se posiciona a favor de explicación religiosa o filosófica alguna, ni recurre al mundo de lo mágico, sino que va dejando pinceladas que provoquen en el espectador unos minutos de reflexión.
En un mundo en el que damos la espalda a todo aquello que nos provoca cierta ansiedad y que nos supone al mismo tiempo una reflexión, no está de más que un genio del contar historias a través de imágenes y diálogos nos deje sus preguntas abiertas, por otra parte, como he dicho, comunes a todos sus congéneres.
Las primeras escenas del tsunami, tras la tragedia de Japón, nos pone los pelos de punta y logra transmitir el agobio que produce la indefensión humana ante la virulencia de los fenómenos naturales imprevistos o ante los atroces e indiscriminados atentados terroristas. Un inicio de película esplendoroso, de los más impresionantes que he visto en el cine, trepidante y medido al mismo tiempo.
A partir de ahí, la película mantiene un ritmo pausado pero maravilloso como la vida misma, mostrando la endeblez del ser humano.
Este mundo de la hipercomunicación nos ha instalado en un flujo de noticias de muerte y desastres que vemos en cierto modo como algo ajeno, de película, olvidando que afecta a personas reales.
Todavía tenemos frescos en la memoria el terremoto en Haití (más de 100.000 víctimas), o el citado seísmo y tsunami japonés (más de 28.000 víctimas) y qué decir de los atentados de las Torres Gemelas o la estación de Atocha.
El mundo actual mira de espaldas a la muerte y sólo cuando nos acercamos a la vejez empezamos a verla como algo posible, imprevisible e inevitable.
Ahí es donde encaja la película de Clint Eastwood, quien a sus 80 años se acerca a la muerte narrando las experiencias de tres personas que ven a la dama de la guadaña de cerca, desde diferentes puntos de vista: una periodista parisina arrastrada por un tsunami en un indefinido país que parece recordar al que asoló al sudeste asiático en 2004, un niño cuyo hermano gemelo es atropellado por un vehículo en un barrio del extrarradio de Londres, y un ciudadano nortamericano atormentado por su capacidad para comunicarse con los muertos.
De una forma quizás un poco forzada, las tres historias se unen en una sola, aunque tampoco es lo más importante la forma en que cierra la historia como el fondo mismo de lo que nos cuenta en ella.
Hace años que Clint Eastwood nos sorprendió como director de cine.
Aquel actor con fama de derechón y machista que de vez en cuando rodaba películas como director, aunque sin llegar a eclipsar su función interpretativa, sorprendió al mundo en la década de los 90 con películas como el western "Sin perdón" (1992) o la exquisita "Los Puentes de Madison" (1995).
A partir de "Mystic River" (2003) me engancha definitivamente a su filmografía y no ha dejado de firmar obras maestras hasta la fecha: "Million dollar baby" (2004), "Banderas de nuestros padres" y Cartas desde Iwo Jima" (2006), las dos películas que plasman la excelente idea de filmar la batalla de Iwo Jima desde el punto de vista de los dos bandos, norteamericano y japonés, "Gran Torino" (2008), su despedida como actor, o "Invictus" (2009) (seguramente la más floja de todas ellas, al menos para mi gusto).
Volviendo a "Más allá de la vida", la película ha generado controversias en cuanto a su indefinición acerca de los problemas que plantea pero, para mí, precisamente ahí radica su acierto.
No se posiciona a favor de explicación religiosa o filosófica alguna, ni recurre al mundo de lo mágico, sino que va dejando pinceladas que provoquen en el espectador unos minutos de reflexión.
En un mundo en el que damos la espalda a todo aquello que nos provoca cierta ansiedad y que nos supone al mismo tiempo una reflexión, no está de más que un genio del contar historias a través de imágenes y diálogos nos deje sus preguntas abiertas, por otra parte, como he dicho, comunes a todos sus congéneres.
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