Aunque ya había estado hace unos años, tenía ganas de volver a esta zona de la península itálica, tan cargada de historia y lugares interesantes y bien conservados para visitar.
Lo primero que nos llama la atención, como en cualquier parte de Italia, es la abundancia de monumentos, ciudades amuralladas y paisajes espectaculares que atesora.
Toscana es una región situada en el centro-noroeste del país, dominada por paisajes de colinas y de escasas llanuras y cuya capital y ciudad más conocida es Florencia (Firenze en italiano)
También es la región del Chianti, uno delos más afamados caldos italianos.
La zona estuvo dominada por los etruscos hasta el siglo IV a.C. en que fue anexionada por Roma.
Una de las peculiaridades de esta región es que su lengua romance, el toscano, la más cercana al latín, fue adoptada como italiano estándar tras la unificación de Italia.
Las razones eran poderosas, se trata de la lengua en la que escribieron nada más y nada menos que Dante, Petrarca y Bocaccio o Maquiavelo.
Nos hemos alojado en la casa rural La Pietra Grezza a unos quince minutos de Florencia, y desde allí, ayudados por los propietarios, Alberto y Donatella, visitamos todo lo que pudimos en los días que estuvimos.
Empezando por Florencia , la ciudad de los Médici, y del David, espectacular desde que por el borde del río Arno alcanzamos su casco antiguo. Recomendable dejar el coche en la periferia, donde no hay que pagar y coger un autobús que nos acerque al centro. Tampoco las dimensiones de la ciudad son tan grandes.
Bajamos del autobús junto a una de las torres de la antigua muralla. Desde allí nos dirigimos al Ponte alle Grazie, desde donde ya nos llevamos una primera impresión de lo que nos espera, con el Ponte Vecchio al fondo.
Para visitar la ciudad con tranquilidad necesitaremos entre dos y tres días, aunque depende mucho de si entramos a todos los monumentos y museos. Para ello, y si como yo, viajáis con familia numerosa, necesitaremos un buen presupuesto.
Se puede prescindir de ver algunas iglesias por dentro, pero no deberíamos dejar de visitar los dos museos más importantes: La Gallería dell'Accademia y la de los Uffizi.
Si, no obstante, nos tuviésemos que decantar por uno de ellos, yo lo haría por los Uffizi, por su variedad, aunque nos quedase la pena de no poder admirar el David de Miguel Ángel original.
Por otra parte, podemos ver una réplica del mismo en su antiguo emplazamiento de la Piazza de la Signoria, centro del poder civil de la Florencia renacentista, con su Palazzo Vecchio.
Tras visitar los Uffizzi, podemos callejear por las calles de Florencia, sin perder detalle porque en cualquier punto encontramos bellos palacios y casas señoriales, sin dejar de acudir a los lugares más emblemáticos, siguiendo cualquiera de las guías, como la Piazza de la Santa Croce, con la iglesia del mismo nombre, la más grande del mundo de la orden de los franciscanos y que en el Siglo XIX quiso ser convertida en un gran mausoleo de italianos ilustres.
En su interior descansan los restos de personajes como Maquiavelo, Galileo, Miguel Angel o Rossini.
También es famosa por ser el lugar donde Stendhal padeció lo que hoy se denomina síndrome de Stendhal, romántica enfermedad psicosomática producida por el extasío ante la contemplación de un número elevado de obras de arte concentradas en un sólo punto y caracterizado por palpitaciones, vértigo y alucinaciones.
Por si todavía no lo hemos sufrido, nos dirigimos a visitar la plaza del Duomo, con Santa Maria del Fiore, coronada por la inmensa cúpula de Bruneleschi y el campanario de Giotto. El baptisterio, con sus puertas de bronce de Ghiberti y Andrea Pisano es otro de sus atractivos.
En cuanto a la cúpla de Bruneleschi, el secreto mejor guardado de Florencia, no ha sido desvelado hasta este siglo XXI en el que nos encontramos.
La bóveda esconde una disposición diferente que los ladrillos de la cúpula, para esconder el verdadero ingenio empleado en su construcción, disponiéndolos en forma de espina de pez sin el empleo de materiales metálicos de refuerzo como se había supuesto.
El enigma ha sido un quebradero de cabeza para ingenieros, arquitectos y estudiosos durante siglos y la reparación de una pequeña grieta ha desvelado el misterio.Continuando con la visita a los edificios religiosos más importantes, no muy lejos del Duomo, nos dirigimos hacia la Iglesia de San Lorenzo.
Aunque antes, y tras atravesar uno de los múltiples mercadillos callejeros de la ciudad, hacemos un alto para entrar en uno de los bonitos edificios dedicados a Mercado Público.
Llegamos a la Iglesia de San Lorenzo, la segunda en importancia eclesiásticamente hablando y construida según los planos de Brunelleschi, con su sorprendente fachada incompleta, pese a los múltiples intentos por acabarla, incluido un proyecto del propio Miguel Ángel.
Para acabar con los edificios religiosos visitamos Santa Maria Novella, junto a la estación central del ferrocarril.
Cruzaremos al otro lado por el Ponte Vecchio para admirar otro de los edificios más emblemáticos, en esta ocasión de la arquitectura civil, el Palazzo Pitti, construido en 1457 según un proyecto de Brunelleschi para el banquero Luca Pitti, quien ensu afán por destacar de Los Medici, insistió en que las ventanas de su palacio fuesen más altas que las puertas del palacio de sus rivales.
Su codicia y sus aires de grandeza le llevaron a la bancarrota e irónicamente su palacio fue comprado por los Médici, quienes se trasladaron a vivir a Oltrarno (el otro lado del río) y ampliaron el diseño original hasta hacerlo tres veces mayor. Durante el breve periodo en el que Florencia fue capital de Italia (1865-1871), fue el palacio real de la dinastía de los Savoya.
Otros palacios imprescindibles de la ciudad son el Strozzi, el Rucellai o el Medici-Ricacardi.
Abandonamos Florencia, aunque volveremos varios días al atardecer a disfrutar del aperitivo, cuando los florentinos acostumbran a salir antes de cenar y los bares y terrazas ofrecen un buffet, durante el cual pidiendo una bebida puedes servirte libremente de los platos dispuestos sobre la barra, y que suele consistir en ensaladas o pequeñas tapas dependiendo del local.
Comenzamos nuestras excursiones por la Toscana por el noroeste de la región visitando uno de los reclamos turísticos más conocidos de Italia, Pisa, con su torre inclinada.
La hemos visto tantas y tantas veces fotografiada que puede haber perdido algo de su atractivo, aunque si conseguimos abstraernos durante unos segundos del multitudinario fenómeno turístico que representa, podemos apreciar su indudable belleza artística y la carrera que durante siglos libró con las leyes de la Física, hasta las últimas soluciones de ingeniería, consistentes en excavar bajo los cimientos de la Torre, y tras extraer 70 Tm. de tierra, hundirla hasta la posición que ocupaba en el siglo XVIII, corrigiendo su inclinación en casi 45 cm. De esta forma, los expertos opinan que se garantizan otros tres siglos de subsistencia.
El bello conjunto románico que forman Torre, Catedral y Baptisterio eclipsan a la propia ciudad, cuyo Casco Medieval merece la pena visitarse.
Tras la visita y las preceptivas instantáneas sujetando la torre, nos acercamos a la costa a descansar un rato y visitamos las playas de Viareggio. La sorpresa para los que visiten por primera vez una playa italiana, es que como la mayoría de las de su litoral, y sobre todo las urbanas, están acotadas en zonas privadas en las que hay que pagar una entrada con derecho a tumbona. La parte pública es diminuta, no ocupará ni una franja de 20 metros de playa en una esquina donde se amontonan quienes no quieren o no pueden pagar.
También es pública la orilla, pero está prohibido tumbarse y sólo es posible pasear.
Desde la playa, al fondo vemos las impresionantes moles del purpúreo mármol de los Alpes Apunianos, que nos evocan la sinuosidad de las antiguas estatuas pulidas en la preciada piedra extraída de las canteras de Massa Carrara.
Otro de los atractivos de esta ciudad son sus fiestas de Carnaval.
Por la tarde, nos acercamos a la preciosa ciudad medieval de Lucca, con su conservada muralla renacentista, su calles empedradas y el animado ambiente comercial de sus calles donde conviven viejos comercios que han sabido sobrevivir y adaptarse a los gustos actuales, con las omnipresentes multinacionales que podemos encontrar en cualquier otra ciudad europea.
En cuanto a su historia, fue la ciudad-estado más extensa dotada de una constitución republicana y que gozó de amplios periodos de paz que permitieron que sus 4 kilómetros de murallas nos hayan llegado íntegros hasta la actualidad. Cuando Napoléon la conquista en 1805, pone a su hermana Elisa Bonaparte al frente de la ciudad-estado como Reina de Etruria.
Entre sus edificios, destaca la Cattedrale di San Martino y las iglesias de San Giovanni e Reparata y de San Michele in Foro.
También llama la atención la Piazza Anfiteatro, construida sobre las ruinas de un anfiteatro romano del siglo II aC. Algunas de las casa medievales que bordean la elíptica plaza todavía conservan restos de los arcos de ladrillo y de los muros exteriores del antiguo recinto romano.
Lucca es además la ciudad en la que nació Giacomo Puccini.
El autor de Turandot pasó largas temporadas de su vida en la cercana villa que construyó en Torre del Lago, y que también podemos visitar convertida en museo.
Al norte de la ciudad, en las colinas que la flanquean, visitamos en coche las magníficas villas que entre los siglos XV y XIX construyeran como residencia invernal las familias pudientes de la ciudad.
En una nueva excursión, en esta ocasión hacia el sur de Florencia, nos adentramos en la región vinícola de Chianti por una carretera llena de curvas y pequeñas colinas, rodeados de extensas plantaciones de viñas, tan características del paisaje toscano.
Llegamos a la ciudad de Greve in Chianti, con una bonita plaza porticada que nos recuerda a muchas de las de Castilla y que todos los sábados alberga su afamado mercado.
Esta pequeña población de corte medieval ocupa el centro geográfico del Gran Ducado de Toscana, y un punto equidistante de las dos grandes ciudades del mismo, Florencia y Siena, lo que durante siglos le otorgó una posición relevante.
Precisamente Siena, constituye nuestro próximo punto de destino. Si Florencia es un espejo de la época renacentista, Siena nos ha llegado a nuestros días como vestigio de una importante ciudad medieval italiana.
La antigua ciudad republicana fue cedida a los Médici como pago de las numerosas deudas contraídas con la familia de banqueros por el rey español Felipe II y pasó a formar parte desde 1555 del Gran Ducado de Toscana.
Rodeadas de murallas, sus calles de trazado medieval y su imponente Piazza del Campo, impresionan aún más si cabe que la propia ciudad florentina. La famosa plaza con forma de caracol donde se celebra El Palio, con su Fuente Gaia, el Palacio Público y la Torre del Mangia.
La Plaza y el Palacio Salimbeni y múltiples palacios y construcciones a lo largo y ancho de sus calles embelesan al visitante más incrédulo.
La catedral, Il Duomo, de transición entre el románico y el gótico con su mármol verde y blanco en la fachada y en las columnas del interior. Hubo un ambicioso proyecto de ampliación del que aún se conservan restos, que pretendía triplicar su tamaño actual.
También encontramos diversas estatuas representando a la loba amamantando a Rómulo y Remo, y que delata el origen romano de la ciudad, fundada según la leyenda por los hijos de Remo, uno de los famosos gemelos fundadores de Roma.
El camino de vuelta hacia Florencia lo hacemos por San Gimignano, para visitar la este pequeño pueblo que nos recuerda a un Nueva York medieval, con sus esbeltas torres, símbolo del poder de las familias de la ciudad, que pugnaban por construir la torre más alta para destacar entre el resto de sus pudientes habitantes.
Además de fortalezas, sirvieron como hospedaje a los muchos peregrinos que la atravesaban durante la Edad Media y Renacimiento en su marcha hacia Roma.En su plaza nos comemos un imponente helado, que se anuncia como campeón del mundo en varios certámenes. Cierto o no, era extraordinariamente bueno.
Otro día lo empleamos en visitar más localidades del sureste toscano, como Sansepolcro, cuna del pintor del Quattrocento Piero della Francesca, autor entre otras obras del doble retrato de Federico de Montefletro y su esposa Battista Sforzza, que pudimos ver en la Galería de los Uffizi en Florencia.
La ciudad, también amurallada y con un muy bien conservado casco medieval, en el que destaca el Palazzo delle Laudi y la Catedral románica.
Acabamos nuestro periplo visitando otra de las grandes ciudades toscanas, Arezzo. Para los tolosarras, es además una de las otras cinco ciudades europeas que organiza junto a la nuestra el Gran Premio Europeo de Canto Coral.
Justo es recordarlo ahora que comienza la 44 edición de nuestro Certamen Coral de Tolosa - Tolosako Abesbatza Lehiaketa.
Su centro histórico conserva el atractivo de su ilustre pasado, plasmado en sus calles llenas de palacios, casas señoriales y bellas iglesias.
Es la ciudad del poeta Petrarca, cuya casa natal también puede visitarse.
Además, en la Iglesia de San Francisco podemos admirar unos bellos frescos de Piero della Francesca.
Ya más recientemente su fisonomía urbana se ha hecho reconocible por la película de Roberto Benigni, "La vita é bella", protagonizada por él mismo, agridulce comedia de gran éxito a finales de los 90 que relata las peripecias de una pareja y su hijo durante la Segunda Guerra Mundial en la Italia fascista.
Un circuito por la ciudad revela los escenarios de la misma con paneles indicadores. Pero ésta no es la única película rodada en la Toscana.
"El paciente inglés" (Anthony Minghella, 1996), "Una habitación con vistas" (James Ivory, 1985) preciosista versión de la homónima novela de E.M. Forster, "Belleza robada" (Bernardo Bertolucci 1996) "La noche de San Lorenzo" (Paolo y Vittorio Tavani, 1982) o "Bajo el sol de la Toscana" (Audrey Wells, 2003) basada en la novela de Frances Mayes, que aunque no es precisamente la mejor de ellas sí que nos deja una buena fotografía de lo que es la región, son algunas de las muchas rodadas en sus paisajes y ciudades.
En cuanto a la literatura, algunos de los grandes escritores del XIX y XX viajaron por estas tierras y dejaron constancia de sus visitas en algunos pasajes de sus novelas como Stendhal en su "Viaje a Italia" de quien ya hemos descrito el síndrome que lleva su nombre, extasiado por la belleza de Florencia, Charles Dickens en "Imágenes de Italia"(1846), Henry James en "Retrato de una dama" (1881), la mencionada "Una habitación con vistas" de E.M. Forster (1908), o "En una villa florentina" de Somerset Maugham (1941)
También es toscano Pinocchio. Su autor, el florentino Carlo Collodi (toma como pseudónimo el nombre de la localidad toscana en la que nació su madre), comenzó a publicar las conocidas aventuras en 1881 por entregas con el título "Storia de un burattino" ("Historia de un títere").
Aunque nos quedó mucha Toscana por ver, incluida la napoleónica isla de Elba, Montepulciano o Grosetto, volveremos sin duda a esta bella zona de la península itálica.
Lo primero que nos llama la atención, como en cualquier parte de Italia, es la abundancia de monumentos, ciudades amuralladas y paisajes espectaculares que atesora.
Toscana es una región situada en el centro-noroeste del país, dominada por paisajes de colinas y de escasas llanuras y cuya capital y ciudad más conocida es Florencia (Firenze en italiano)
También es la región del Chianti, uno delos más afamados caldos italianos.
La zona estuvo dominada por los etruscos hasta el siglo IV a.C. en que fue anexionada por Roma.
Una de las peculiaridades de esta región es que su lengua romance, el toscano, la más cercana al latín, fue adoptada como italiano estándar tras la unificación de Italia.
Las razones eran poderosas, se trata de la lengua en la que escribieron nada más y nada menos que Dante, Petrarca y Bocaccio o Maquiavelo.
Nos hemos alojado en la casa rural La Pietra Grezza a unos quince minutos de Florencia, y desde allí, ayudados por los propietarios, Alberto y Donatella, visitamos todo lo que pudimos en los días que estuvimos.
Empezando por Florencia , la ciudad de los Médici, y del David, espectacular desde que por el borde del río Arno alcanzamos su casco antiguo. Recomendable dejar el coche en la periferia, donde no hay que pagar y coger un autobús que nos acerque al centro. Tampoco las dimensiones de la ciudad son tan grandes.
Bajamos del autobús junto a una de las torres de la antigua muralla. Desde allí nos dirigimos al Ponte alle Grazie, desde donde ya nos llevamos una primera impresión de lo que nos espera, con el Ponte Vecchio al fondo.
Para visitar la ciudad con tranquilidad necesitaremos entre dos y tres días, aunque depende mucho de si entramos a todos los monumentos y museos. Para ello, y si como yo, viajáis con familia numerosa, necesitaremos un buen presupuesto.
Se puede prescindir de ver algunas iglesias por dentro, pero no deberíamos dejar de visitar los dos museos más importantes: La Gallería dell'Accademia y la de los Uffizi.
Si, no obstante, nos tuviésemos que decantar por uno de ellos, yo lo haría por los Uffizi, por su variedad, aunque nos quedase la pena de no poder admirar el David de Miguel Ángel original.
Por otra parte, podemos ver una réplica del mismo en su antiguo emplazamiento de la Piazza de la Signoria, centro del poder civil de la Florencia renacentista, con su Palazzo Vecchio.
Tras visitar los Uffizzi, podemos callejear por las calles de Florencia, sin perder detalle porque en cualquier punto encontramos bellos palacios y casas señoriales, sin dejar de acudir a los lugares más emblemáticos, siguiendo cualquiera de las guías, como la Piazza de la Santa Croce, con la iglesia del mismo nombre, la más grande del mundo de la orden de los franciscanos y que en el Siglo XIX quiso ser convertida en un gran mausoleo de italianos ilustres.
En su interior descansan los restos de personajes como Maquiavelo, Galileo, Miguel Angel o Rossini.
También es famosa por ser el lugar donde Stendhal padeció lo que hoy se denomina síndrome de Stendhal, romántica enfermedad psicosomática producida por el extasío ante la contemplación de un número elevado de obras de arte concentradas en un sólo punto y caracterizado por palpitaciones, vértigo y alucinaciones.
Por si todavía no lo hemos sufrido, nos dirigimos a visitar la plaza del Duomo, con Santa Maria del Fiore, coronada por la inmensa cúpula de Bruneleschi y el campanario de Giotto. El baptisterio, con sus puertas de bronce de Ghiberti y Andrea Pisano es otro de sus atractivos.
En cuanto a la cúpla de Bruneleschi, el secreto mejor guardado de Florencia, no ha sido desvelado hasta este siglo XXI en el que nos encontramos.
La bóveda esconde una disposición diferente que los ladrillos de la cúpula, para esconder el verdadero ingenio empleado en su construcción, disponiéndolos en forma de espina de pez sin el empleo de materiales metálicos de refuerzo como se había supuesto.
El enigma ha sido un quebradero de cabeza para ingenieros, arquitectos y estudiosos durante siglos y la reparación de una pequeña grieta ha desvelado el misterio.Continuando con la visita a los edificios religiosos más importantes, no muy lejos del Duomo, nos dirigimos hacia la Iglesia de San Lorenzo.
Aunque antes, y tras atravesar uno de los múltiples mercadillos callejeros de la ciudad, hacemos un alto para entrar en uno de los bonitos edificios dedicados a Mercado Público.
Llegamos a la Iglesia de San Lorenzo, la segunda en importancia eclesiásticamente hablando y construida según los planos de Brunelleschi, con su sorprendente fachada incompleta, pese a los múltiples intentos por acabarla, incluido un proyecto del propio Miguel Ángel.
Para acabar con los edificios religiosos visitamos Santa Maria Novella, junto a la estación central del ferrocarril.
Cruzaremos al otro lado por el Ponte Vecchio para admirar otro de los edificios más emblemáticos, en esta ocasión de la arquitectura civil, el Palazzo Pitti, construido en 1457 según un proyecto de Brunelleschi para el banquero Luca Pitti, quien ensu afán por destacar de Los Medici, insistió en que las ventanas de su palacio fuesen más altas que las puertas del palacio de sus rivales.
Otros palacios imprescindibles de la ciudad son el Strozzi, el Rucellai o el Medici-Ricacardi.
Abandonamos Florencia, aunque volveremos varios días al atardecer a disfrutar del aperitivo, cuando los florentinos acostumbran a salir antes de cenar y los bares y terrazas ofrecen un buffet, durante el cual pidiendo una bebida puedes servirte libremente de los platos dispuestos sobre la barra, y que suele consistir en ensaladas o pequeñas tapas dependiendo del local.
Comenzamos nuestras excursiones por la Toscana por el noroeste de la región visitando uno de los reclamos turísticos más conocidos de Italia, Pisa, con su torre inclinada.
La hemos visto tantas y tantas veces fotografiada que puede haber perdido algo de su atractivo, aunque si conseguimos abstraernos durante unos segundos del multitudinario fenómeno turístico que representa, podemos apreciar su indudable belleza artística y la carrera que durante siglos libró con las leyes de la Física, hasta las últimas soluciones de ingeniería, consistentes en excavar bajo los cimientos de la Torre, y tras extraer 70 Tm. de tierra, hundirla hasta la posición que ocupaba en el siglo XVIII, corrigiendo su inclinación en casi 45 cm. De esta forma, los expertos opinan que se garantizan otros tres siglos de subsistencia.
El bello conjunto románico que forman Torre, Catedral y Baptisterio eclipsan a la propia ciudad, cuyo Casco Medieval merece la pena visitarse.
Tras la visita y las preceptivas instantáneas sujetando la torre, nos acercamos a la costa a descansar un rato y visitamos las playas de Viareggio. La sorpresa para los que visiten por primera vez una playa italiana, es que como la mayoría de las de su litoral, y sobre todo las urbanas, están acotadas en zonas privadas en las que hay que pagar una entrada con derecho a tumbona. La parte pública es diminuta, no ocupará ni una franja de 20 metros de playa en una esquina donde se amontonan quienes no quieren o no pueden pagar.
También es pública la orilla, pero está prohibido tumbarse y sólo es posible pasear.
Desde la playa, al fondo vemos las impresionantes moles del purpúreo mármol de los Alpes Apunianos, que nos evocan la sinuosidad de las antiguas estatuas pulidas en la preciada piedra extraída de las canteras de Massa Carrara.
Otro de los atractivos de esta ciudad son sus fiestas de Carnaval.
Por la tarde, nos acercamos a la preciosa ciudad medieval de Lucca, con su conservada muralla renacentista, su calles empedradas y el animado ambiente comercial de sus calles donde conviven viejos comercios que han sabido sobrevivir y adaptarse a los gustos actuales, con las omnipresentes multinacionales que podemos encontrar en cualquier otra ciudad europea.
En cuanto a su historia, fue la ciudad-estado más extensa dotada de una constitución republicana y que gozó de amplios periodos de paz que permitieron que sus 4 kilómetros de murallas nos hayan llegado íntegros hasta la actualidad. Cuando Napoléon la conquista en 1805, pone a su hermana Elisa Bonaparte al frente de la ciudad-estado como Reina de Etruria.
Entre sus edificios, destaca la Cattedrale di San Martino y las iglesias de San Giovanni e Reparata y de San Michele in Foro.
También llama la atención la Piazza Anfiteatro, construida sobre las ruinas de un anfiteatro romano del siglo II aC. Algunas de las casa medievales que bordean la elíptica plaza todavía conservan restos de los arcos de ladrillo y de los muros exteriores del antiguo recinto romano.
Lucca es además la ciudad en la que nació Giacomo Puccini.
El autor de Turandot pasó largas temporadas de su vida en la cercana villa que construyó en Torre del Lago, y que también podemos visitar convertida en museo.
Al norte de la ciudad, en las colinas que la flanquean, visitamos en coche las magníficas villas que entre los siglos XV y XIX construyeran como residencia invernal las familias pudientes de la ciudad.
En una nueva excursión, en esta ocasión hacia el sur de Florencia, nos adentramos en la región vinícola de Chianti por una carretera llena de curvas y pequeñas colinas, rodeados de extensas plantaciones de viñas, tan características del paisaje toscano.
Llegamos a la ciudad de Greve in Chianti, con una bonita plaza porticada que nos recuerda a muchas de las de Castilla y que todos los sábados alberga su afamado mercado.
Esta pequeña población de corte medieval ocupa el centro geográfico del Gran Ducado de Toscana, y un punto equidistante de las dos grandes ciudades del mismo, Florencia y Siena, lo que durante siglos le otorgó una posición relevante.
Precisamente Siena, constituye nuestro próximo punto de destino. Si Florencia es un espejo de la época renacentista, Siena nos ha llegado a nuestros días como vestigio de una importante ciudad medieval italiana.
La antigua ciudad republicana fue cedida a los Médici como pago de las numerosas deudas contraídas con la familia de banqueros por el rey español Felipe II y pasó a formar parte desde 1555 del Gran Ducado de Toscana.
Rodeadas de murallas, sus calles de trazado medieval y su imponente Piazza del Campo, impresionan aún más si cabe que la propia ciudad florentina. La famosa plaza con forma de caracol donde se celebra El Palio, con su Fuente Gaia, el Palacio Público y la Torre del Mangia.
La Plaza y el Palacio Salimbeni y múltiples palacios y construcciones a lo largo y ancho de sus calles embelesan al visitante más incrédulo.
La catedral, Il Duomo, de transición entre el románico y el gótico con su mármol verde y blanco en la fachada y en las columnas del interior. Hubo un ambicioso proyecto de ampliación del que aún se conservan restos, que pretendía triplicar su tamaño actual.
También encontramos diversas estatuas representando a la loba amamantando a Rómulo y Remo, y que delata el origen romano de la ciudad, fundada según la leyenda por los hijos de Remo, uno de los famosos gemelos fundadores de Roma.
Además de fortalezas, sirvieron como hospedaje a los muchos peregrinos que la atravesaban durante la Edad Media y Renacimiento en su marcha hacia Roma.En su plaza nos comemos un imponente helado, que se anuncia como campeón del mundo en varios certámenes. Cierto o no, era extraordinariamente bueno.
Otro día lo empleamos en visitar más localidades del sureste toscano, como Sansepolcro, cuna del pintor del Quattrocento Piero della Francesca, autor entre otras obras del doble retrato de Federico de Montefletro y su esposa Battista Sforzza, que pudimos ver en la Galería de los Uffizi en Florencia.
La ciudad, también amurallada y con un muy bien conservado casco medieval, en el que destaca el Palazzo delle Laudi y la Catedral románica.
Acabamos nuestro periplo visitando otra de las grandes ciudades toscanas, Arezzo. Para los tolosarras, es además una de las otras cinco ciudades europeas que organiza junto a la nuestra el Gran Premio Europeo de Canto Coral.
Justo es recordarlo ahora que comienza la 44 edición de nuestro Certamen Coral de Tolosa - Tolosako Abesbatza Lehiaketa.
Su centro histórico conserva el atractivo de su ilustre pasado, plasmado en sus calles llenas de palacios, casas señoriales y bellas iglesias.
Es la ciudad del poeta Petrarca, cuya casa natal también puede visitarse.
Además, en la Iglesia de San Francisco podemos admirar unos bellos frescos de Piero della Francesca.
Ya más recientemente su fisonomía urbana se ha hecho reconocible por la película de Roberto Benigni, "La vita é bella", protagonizada por él mismo, agridulce comedia de gran éxito a finales de los 90 que relata las peripecias de una pareja y su hijo durante la Segunda Guerra Mundial en la Italia fascista.
Un circuito por la ciudad revela los escenarios de la misma con paneles indicadores. Pero ésta no es la única película rodada en la Toscana.
"El paciente inglés" (Anthony Minghella, 1996), "Una habitación con vistas" (James Ivory, 1985) preciosista versión de la homónima novela de E.M. Forster, "Belleza robada" (Bernardo Bertolucci 1996) "La noche de San Lorenzo" (Paolo y Vittorio Tavani, 1982) o "Bajo el sol de la Toscana" (Audrey Wells, 2003) basada en la novela de Frances Mayes, que aunque no es precisamente la mejor de ellas sí que nos deja una buena fotografía de lo que es la región, son algunas de las muchas rodadas en sus paisajes y ciudades.
En cuanto a la literatura, algunos de los grandes escritores del XIX y XX viajaron por estas tierras y dejaron constancia de sus visitas en algunos pasajes de sus novelas como Stendhal en su "Viaje a Italia" de quien ya hemos descrito el síndrome que lleva su nombre, extasiado por la belleza de Florencia, Charles Dickens en "Imágenes de Italia"(1846), Henry James en "Retrato de una dama" (1881), la mencionada "Una habitación con vistas" de E.M. Forster (1908), o "En una villa florentina" de Somerset Maugham (1941)
También es toscano Pinocchio. Su autor, el florentino Carlo Collodi (toma como pseudónimo el nombre de la localidad toscana en la que nació su madre), comenzó a publicar las conocidas aventuras en 1881 por entregas con el título "Storia de un burattino" ("Historia de un títere").
Aunque nos quedó mucha Toscana por ver, incluida la napoleónica isla de Elba, Montepulciano o Grosetto, volveremos sin duda a esta bella zona de la península itálica.
Hola Emilio. En primer lugar un honor estar entre tus blogs favoritos. En cuanto a La Toscana, pues eso, que es maravillosa y Florencia es de las ciudades europeas que conozco mas interesantes y bellas. La cuna del Renacimiento. Hace muchos años estuve en verano. Juré no volver más en esa estación: calor y millones de turistas. Durante el año hay ofertas muy interesantes y habrá que aprovechar alguna.Un saludo,
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