María Pilar de Acedo y Sarriá nació en Tolosa el 10 de marzo de 1784 en el Palacio de Atodo, uno de los edificios medievales de la villa que aún se conservan, aunque su interior desgraciadamente ya no tenga nada que ver con el que viera nacer a la Condesa de Echauz.
"No es grande, pero es una mujer muy bella, y es muy alegre y tiene mucha inteligencia. Habla muy bien francés, inglés e italiano. Es una gran música y toca tan bien el piano como jamás he oído tocarlo tan perfectamente a una mujer, con tanta rapidez, prontitud, expresión y buen gusto, tal que no se podría esperar más ni de un virtuoso. También sabe cantar muy bien. He sido un visitante asiduo de su casa y puedo decir que he obtenido un gran placer de la compañía de esa tan hermosa mujer en todos los sentidos"
"el Diccionario de Música de Rousseau con el título oculto: así se persigue lo más inocente si lleva ese apellido".
"La Montehermoso
tiene un tintero
donde moja su pluma
José Primero"
"Creo, señor, que la casa no vale ese precio...¡ni con la marquesa dentro!
"Era una mujer, que sin estar en la primera juventud todavía era extremadamente agradable; elegante, bien formada, hablaba perfectamente italiano y francés, cantaba agradablemente, tañía la guitarra, recitaba poemas en todas las lenguas y pintaba retratos en miniatura con gran destreza. A todos estos talentos, ella añadía el conocimiento del mundo y un espíritu coqueto"
" Excuso referiros el mencionado viaje del mes de abril de 1849 ni pintaros la hermosa posesión de vuestra bisabuela en Carresse. Todos los años hemos repetido aquella expedición y conocéis aquella casa y aquel campo en todos sus detalles"
Hija de Don José de Acedo y Atodo, Conde de Echauz y María Luisa de Sarriá y Villafañe, Condesa del Vado .
Su padre será el primer mayordomo de la importante Casa de Misericordia de Tolosa, según escritura otorgada el 31 de enero de 1781.
La familia Acedo proviene de la población navarra del mismo nombre, mientras que los Atodo están enraizados en Tolosa siglos atrás y emparentados con todas las familias de abolengo de la villa, como los Zavala. Su abuela es Joaquina María de Atodo y Zavala (1728-1793).
A los 7 años se trasladarán a vivir a Vitoria, y a los 16 se casará con Don Ortuño María de Aguirre Zuazo y del Corral, Marqués de Montehermoso.
Al año siguiente, en 1801, nacerá su única hija, Amalia.
Tanto por parte de su familia, como por la de su marido, Maria Pilar estará ligada a la vanguardia cultural del momento. Su padre, su abuelo, su marido y su suegro, así como muchos otros de sus familiares más cercanos serán miembros activos de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País, lo que le dará la oportunidad de educarse en un ambiente liberal e ilustrado.
Su suegro será el segundo presidente de la Sociedad, tras la muerte del Marqués de Peñaflorida y su marido sucederá en el cargo a su padre tras su fallecimiento.
Sabemos de la marquesa por las memorias de quienes la conocieron, que hablaba y escribía perfectamente tanto el francés como el italiano, traducía a los clásicos y cantaba y tocaba a la perfección instrumentos musicales como el piano o la guitarra.
Franz Friedrich Steinmetz, de origen alemán aunque escribía en neerlandés, llega a Vitoria a finales de 1808, formando parte como Teniente Coronel del 4º batallón de Artillería del ejército francés y se queda prendado de la belleza y virtudes de la marquesa, de quien dice:
Su padre será el primer mayordomo de la importante Casa de Misericordia de Tolosa, según escritura otorgada el 31 de enero de 1781.
La familia Acedo proviene de la población navarra del mismo nombre, mientras que los Atodo están enraizados en Tolosa siglos atrás y emparentados con todas las familias de abolengo de la villa, como los Zavala. Su abuela es Joaquina María de Atodo y Zavala (1728-1793).
A los 7 años se trasladarán a vivir a Vitoria, y a los 16 se casará con Don Ortuño María de Aguirre Zuazo y del Corral, Marqués de Montehermoso.
Al año siguiente, en 1801, nacerá su única hija, Amalia.
Tanto por parte de su familia, como por la de su marido, Maria Pilar estará ligada a la vanguardia cultural del momento. Su padre, su abuelo, su marido y su suegro, así como muchos otros de sus familiares más cercanos serán miembros activos de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País, lo que le dará la oportunidad de educarse en un ambiente liberal e ilustrado.
Su suegro será el segundo presidente de la Sociedad, tras la muerte del Marqués de Peñaflorida y su marido sucederá en el cargo a su padre tras su fallecimiento.
Mª Pilar Acedo y Sarriá |
Franz Friedrich Steinmetz, de origen alemán aunque escribía en neerlandés, llega a Vitoria a finales de 1808, formando parte como Teniente Coronel del 4º batallón de Artillería del ejército francés y se queda prendado de la belleza y virtudes de la marquesa, de quien dice:
"No es grande, pero es una mujer muy bella, y es muy alegre y tiene mucha inteligencia. Habla muy bien francés, inglés e italiano. Es una gran música y toca tan bien el piano como jamás he oído tocarlo tan perfectamente a una mujer, con tanta rapidez, prontitud, expresión y buen gusto, tal que no se podría esperar más ni de un virtuoso. También sabe cantar muy bien. He sido un visitante asiduo de su casa y puedo decir que he obtenido un gran placer de la compañía de esa tan hermosa mujer en todos los sentidos"
El Palacio de Montehermoso como vemos, se convirtió en el lugar de reunión y parada de todos aquellos viajeros de importancia que transitaron por Vitoria en los últimos años del siglo XVIII y primeros del XIX.
Entre los muchos personajes que lo visitaron se encuentra también Wilhelm von Humboldt, a quien ya me referí en la entrada "Viajeros y Tolosa" y que deja constancia de la importancia de su biblioteca, que acogía en sus estantes una gran cantidad de obras, entre ellas todas las de la Ilustración.
Tal y como nos refiere Humboldt, en sus estantes encontró
Palacio de Montehermoso - Vitoria-Gazteiz |
Tal y como nos refiere Humboldt, en sus estantes encontró
"el Diccionario de Música de Rousseau con el título oculto: así se persigue lo más inocente si lleva ese apellido".
Sobre la persecución de cualquier obra que tuviese la firma del autor de "El contrato social" en la España de la época, el propio Humboldt nos relata, quejándose del minucioso registro que pasa en la aduana de Vitoria a su llegada, que la ignorancia de los funcionarios era tal que le dejaron pasar el "Emilio" de Rousseau.
La imagen de la marquesa que ha modelado la historia oficial, nos habla de una mujer casquivana y ligera de cascos, frívola y adúltera.
Esta imagen se ha forjado basada en dos hechos que han mediatizado lo que de ella se nos han querido transmitir: fue amante y favorita del rey José I Bonaparte, y era mujer, con todo lo que este hecho biológico conllevaba en su momento.
La historia que nos han enseñado nos ha presentado por una parte a José I como un rey intruso, borrachín, mujeriego, alejado de los intereses de sus súbditos, peón de su hermano el Emperador, e incapaz de gobernar a un pueblo que le despreciaba.
Lógicamente, una mujer del país, casada con un hombre que aparentemente mira hacia otro lado mientras obtiene los favores del rey intruso con quien su esposa comparte su lecho, afrancesados ambos, no será precisamente santo de la devoción de muchos de sus paisanos, sean estos historiadores o no.
Si a ello unimos su condición de mujer, a la que se niega una evidente capacidad intelectual y una cultura ilustrada labrada en sus lecturas y tertulias con lo más granado de la intelectualidad de su momento, tenemos el cóctel perfecto para entender por qué lo primero que nos viene a la cabeza cuando oímos hablar de la Marquesa de Montehermoso es la copla que se cantaba en el Madrid de 1808:
La imagen de la marquesa que ha modelado la historia oficial, nos habla de una mujer casquivana y ligera de cascos, frívola y adúltera.
Esta imagen se ha forjado basada en dos hechos que han mediatizado lo que de ella se nos han querido transmitir: fue amante y favorita del rey José I Bonaparte, y era mujer, con todo lo que este hecho biológico conllevaba en su momento.
La historia que nos han enseñado nos ha presentado por una parte a José I como un rey intruso, borrachín, mujeriego, alejado de los intereses de sus súbditos, peón de su hermano el Emperador, e incapaz de gobernar a un pueblo que le despreciaba.
Lógicamente, una mujer del país, casada con un hombre que aparentemente mira hacia otro lado mientras obtiene los favores del rey intruso con quien su esposa comparte su lecho, afrancesados ambos, no será precisamente santo de la devoción de muchos de sus paisanos, sean estos historiadores o no.
Si a ello unimos su condición de mujer, a la que se niega una evidente capacidad intelectual y una cultura ilustrada labrada en sus lecturas y tertulias con lo más granado de la intelectualidad de su momento, tenemos el cóctel perfecto para entender por qué lo primero que nos viene a la cabeza cuando oímos hablar de la Marquesa de Montehermoso es la copla que se cantaba en el Madrid de 1808:
"La Montehermoso
tiene un tintero
donde moja su pluma
José Primero"
La realidad es que más allá de la copla estaba casada con un hombre 16 años mayor que ella, y que entre la aristocracia de la época eran más que habituales los matrimonios de conveniencia basados en el mutuo respeto, pero en los que los propios esposos no se exigían fidelidad absoluta, máxime si como en el caso que nos atañe, ambos habían sido educados en un ambiente, sin querer caer en el anacrnismo, de ideas algo más abiertas que lo habitual.
Por otra parte fueron muchos los españoles que en José I vieron en cierto modo una continuidad de las ideas de modernización del país emprendidas por Carlos III, tras el paréntesis de su incapaz hijo Carlos IV, y apoyaron políticamente a éste como representante de sus ideas, puente entre el absolutismo del Antiguo Régimen, encarnado en Carlos IV y su valido Godoy y las nuevas ideas del incipiente liberalismo que traía la Revolución Francesa.
Los afrancesados no son revolucionarios, sino ilustrados, que ya no ven al Rey y al Estado como una unidad, sino que priorizan este último sobre aquél, quien no es más que el garante y el estamento más alto en la jerarquía del nuevo Estado.
Para ellos, la llegada de José I al trono tras las Abdicaciones de Bayona, no supone más que un cambio de dinastía, que además de significar un avance sobre el régimen absolutista que repudian, el carácter monárquico de la solución adoptada es un freno a la expansión de las ideas revolucionarias republicanas emanadas de la Revolución Francesa.
Para la mayoría del pueblo, que todavía entienden Estado y Rey como una sóla cosa, es un intruso quien usurpa el Estado al rey legítimo.
En este ambiente ilustrado, como hemos dicho, debemos encajar a nuestra marquesa, y entender que tanto ella como su marido se alíen a la causa de José I.
Bien es cierto que la íntima relación de la marquesa con el rey ayuda, y se trasladan a Madrid con la Corte, no sin antes vender su mansión vitoriana por la entonces nada desdeñable cifra de 300.000 francos.
Es conocida la anécdota del marqués Stanislas de Girardin, al servicio de José I desde la época de Nápoles, quien consultado por éste acerca de la compra, le contesta elocuentemente:
Por otra parte fueron muchos los españoles que en José I vieron en cierto modo una continuidad de las ideas de modernización del país emprendidas por Carlos III, tras el paréntesis de su incapaz hijo Carlos IV, y apoyaron políticamente a éste como representante de sus ideas, puente entre el absolutismo del Antiguo Régimen, encarnado en Carlos IV y su valido Godoy y las nuevas ideas del incipiente liberalismo que traía la Revolución Francesa.
Los afrancesados no son revolucionarios, sino ilustrados, que ya no ven al Rey y al Estado como una unidad, sino que priorizan este último sobre aquél, quien no es más que el garante y el estamento más alto en la jerarquía del nuevo Estado.
Para ellos, la llegada de José I al trono tras las Abdicaciones de Bayona, no supone más que un cambio de dinastía, que además de significar un avance sobre el régimen absolutista que repudian, el carácter monárquico de la solución adoptada es un freno a la expansión de las ideas revolucionarias republicanas emanadas de la Revolución Francesa.
Abdicaciones de Bayona |
En este ambiente ilustrado, como hemos dicho, debemos encajar a nuestra marquesa, y entender que tanto ella como su marido se alíen a la causa de José I.
Bien es cierto que la íntima relación de la marquesa con el rey ayuda, y se trasladan a Madrid con la Corte, no sin antes vender su mansión vitoriana por la entonces nada desdeñable cifra de 300.000 francos.
Es conocida la anécdota del marqués Stanislas de Girardin, al servicio de José I desde la época de Nápoles, quien consultado por éste acerca de la compra, le contesta elocuentemente:
"Creo, señor, que la casa no vale ese precio...¡ni con la marquesa dentro!
No obstante, el mismo Girardin en sus Memorias dirá de la Marquesa en 1808, lo siguiente:
"Era una mujer, que sin estar en la primera juventud todavía era extremadamente agradable; elegante, bien formada, hablaba perfectamente italiano y francés, cantaba agradablemente, tañía la guitarra, recitaba poemas en todas las lenguas y pintaba retratos en miniatura con gran destreza. A todos estos talentos, ella añadía el conocimiento del mundo y un espíritu coqueto"
Ya en Madrid, se instala en el Palacio de Masserano, caserón del siglo XVII, en el número 8 de la calle de la Reina. Este palacio sería destruido posteriormente durante las obras de construcción de la Gran Vía madrileña.
Su marido, que ha sido nombrado Grande de España por José Bonaparte, fallece en París el 23 de abril de 1811, a donde se había desplazado para asistir al bautismo del rey de Roma, el hijo de Napoleón y su segunda esposa, Maria Luisa de Habsburgo-Lorena.
En Madrid, la marquesa recibirá la noticia de boca del marqués de Narros, uno de los Caballeritos de Azkoitia, y primo de su marido.
En el Palacio Masserano coincide con la mujer e hijos del General Hugo, quien con la excusa de sus actividades militares, convive mientras tanto con su amante, al tiempo que su familia queda en Madrid.
Entre los pequeños Hugo, el que luego sería famoso novelista y poeta Víctor y su hermano Abel quien también dejará constancia por escrito de su estancia madrileña en la revista "Deux Mondes".
El joven Victor Hugo y la pequeña Amalia, a la que llaman Pepa, pasarán juntos largas horas de las que el escritor dejará huella en sus escritos.
Es también en estos años en los que Goya inmortalizará a la niña Amalia en su cuadro "La Marquesa de Montehermoso"
Su madre, la marquesa ya viuda, no esconde su relación con el rey y se mostrará públicamente sin guardar el luto por su marido, ejerciendo realmente como Primera Dama y participando activamente en las decisiones de su amante el rey.
En 1812, ante los avances de Wellington en la península, la marquesa, como otros "afrancesados", abnadona España por precaución, refugiándose en San Juan de Luz. Allí comprará el castillo de Carresse, en el Béarn, previendo que su exilio pudiese alargarse en el tiempo.
Los días previos a la Batalla de Vitoria se reencuentran en la capital alavesa con José, y abandonarán juntos la península pasando por Pamplona y Bera de Bidasoa.
Ambos recalarán en París, pero allí José se reencontrará con su esposa Julie y la marquesa, fuera de su entorno, no volverá a ver al ex-rey.
A finales de 1813 partirá hacia su castillo de Carresse. A partir de entonces, utilizará su título de soltera, condesa de Echauz, y será su hija Amalia la que llevará el de marquesa de Montehermoso.
Hay que hacer notar que a pesar de que le habían quitado la patria potestad de su hija, ésta no dejará nunca la relación con su madre.
María Pilar nunca volverá a cruzar la frontera y pasará gran parte de su vida en su chateau de Carresse.
En 1818 se casará con Jacobo Amadée de Carabène, oficial de la Guardia Imperial, a quien había conocido dos años antes.
No pensemos que una mujer con el bagaje mundano de la condesa de Echauz pase el resto de sus días retirada de la vida pública y ajena al entorno que le rodeó. Nada más allá de la realidad. En su castillo de Carresse, recibirá a personajes de la vida pública española en el exilio como el pintor Francisco de Goya, o Godoy.
Su marido, por otra parte, es elegido consejero general en las elecciones cantonales de su departamento, cargo que en Francia supone de hecho una especie de intermediario entre los electores de su cantón y la administración nacional. También será alcalde de Carresse en distintas etapas.
Su hija, Maria Amalia, a su vez se había casado un año antes en Vitoria con el general José María de Ezpeleta y Enrile, Conde de Ezpeleta de Beire, perteneciente a una familia navarra de alto raigambre, hijo del virrey de Navarra, (exiliado a Francia por no querer reconocer a José I) y él mismo combatiente contra los franceses. Durante la Guerra de la Independencia participa en las defensas de Madrid e Isla de León, en Cádiz y en las decisivas batallas de la Albuera y Vitoria. Luego pasaría por varios procesos de purificación al ser tachado de revolucionario y liberal.
Años después en noviembre de 1848, la hija de éstos se casará con Joaquin Ignacio de Mencos y Manso de Zúñiga, conde de Guendulain, a quien la condesa de Echauz había alojado previamente en Carresse, cuando se exilia tras apoyar el pronunciamiento de O´Donnell a favor de la Regente María Cristina en 1841.
Las visitas familiares a Carrese se sucederán, y Joaquín Ignacio de Mencos nos dejará constancia de las mismas en sus Memorias, dirigidas en primera persona a sus hijos:
Su marido, que ha sido nombrado Grande de España por José Bonaparte, fallece en París el 23 de abril de 1811, a donde se había desplazado para asistir al bautismo del rey de Roma, el hijo de Napoleón y su segunda esposa, Maria Luisa de Habsburgo-Lorena.
En Madrid, la marquesa recibirá la noticia de boca del marqués de Narros, uno de los Caballeritos de Azkoitia, y primo de su marido.
En el Palacio Masserano coincide con la mujer e hijos del General Hugo, quien con la excusa de sus actividades militares, convive mientras tanto con su amante, al tiempo que su familia queda en Madrid.
Entre los pequeños Hugo, el que luego sería famoso novelista y poeta Víctor y su hermano Abel quien también dejará constancia por escrito de su estancia madrileña en la revista "Deux Mondes".
El joven Victor Hugo y la pequeña Amalia, a la que llaman Pepa, pasarán juntos largas horas de las que el escritor dejará huella en sus escritos.
Es también en estos años en los que Goya inmortalizará a la niña Amalia en su cuadro "La Marquesa de Montehermoso"
"La marquesa de Montehermoso" por Francisco de Goya (hacia 1811) |
Su madre, la marquesa ya viuda, no esconde su relación con el rey y se mostrará públicamente sin guardar el luto por su marido, ejerciendo realmente como Primera Dama y participando activamente en las decisiones de su amante el rey.
En 1812, ante los avances de Wellington en la península, la marquesa, como otros "afrancesados", abnadona España por precaución, refugiándose en San Juan de Luz. Allí comprará el castillo de Carresse, en el Béarn, previendo que su exilio pudiese alargarse en el tiempo.
Los días previos a la Batalla de Vitoria se reencuentran en la capital alavesa con José, y abandonarán juntos la península pasando por Pamplona y Bera de Bidasoa.
Ambos recalarán en París, pero allí José se reencontrará con su esposa Julie y la marquesa, fuera de su entorno, no volverá a ver al ex-rey.
A finales de 1813 partirá hacia su castillo de Carresse. A partir de entonces, utilizará su título de soltera, condesa de Echauz, y será su hija Amalia la que llevará el de marquesa de Montehermoso.
Hay que hacer notar que a pesar de que le habían quitado la patria potestad de su hija, ésta no dejará nunca la relación con su madre.
María Pilar nunca volverá a cruzar la frontera y pasará gran parte de su vida en su chateau de Carresse.
El château de Carresse antes del incendio de 1933. Imagen tomada de la obra " Madame de Montehermoso" de Alexis Ichas |
No pensemos que una mujer con el bagaje mundano de la condesa de Echauz pase el resto de sus días retirada de la vida pública y ajena al entorno que le rodeó. Nada más allá de la realidad. En su castillo de Carresse, recibirá a personajes de la vida pública española en el exilio como el pintor Francisco de Goya, o Godoy.
Su marido, por otra parte, es elegido consejero general en las elecciones cantonales de su departamento, cargo que en Francia supone de hecho una especie de intermediario entre los electores de su cantón y la administración nacional. También será alcalde de Carresse en distintas etapas.
Su hija, Maria Amalia, a su vez se había casado un año antes en Vitoria con el general José María de Ezpeleta y Enrile, Conde de Ezpeleta de Beire, perteneciente a una familia navarra de alto raigambre, hijo del virrey de Navarra, (exiliado a Francia por no querer reconocer a José I) y él mismo combatiente contra los franceses. Durante la Guerra de la Independencia participa en las defensas de Madrid e Isla de León, en Cádiz y en las decisivas batallas de la Albuera y Vitoria. Luego pasaría por varios procesos de purificación al ser tachado de revolucionario y liberal.
Batalla de Vitoria |
Las visitas familiares a Carrese se sucederán, y Joaquín Ignacio de Mencos nos dejará constancia de las mismas en sus Memorias, dirigidas en primera persona a sus hijos:
" Excuso referiros el mencionado viaje del mes de abril de 1849 ni pintaros la hermosa posesión de vuestra bisabuela en Carresse. Todos los años hemos repetido aquella expedición y conocéis aquella casa y aquel campo en todos sus detalles"
María Pilar Acedo vivirá en esta casa hasta su fallecimiento el 23 de agosto de 1869, tras una vida plena, intensa y llena de emociones y vivencias. Reposa junto a su marido en el mausoleo erigido por su familia en el pequeño cementerio de la localidad,
Sirva por otra parte esta pequeña semblanza de aquella gran mujer, para recodar y homenajear a otro tolosarra amigo con quien compartí la pasión por la historia de esta gran mujer que vio la luz en nuestra villa. Me refiero a Antxon Bandrés, fallecido recientemente.
La placa derecha dice: "Ici repose Madame Marie Pilar D'Acedo Comtesse D'Echauz de Carabene bienfaitrice de l'Eglise et des pauvres, decedée le 23 Août 1869. Priez pour elle!" |
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