Hemos estado unos días visitando Irlanda, y me ha producido una gratísima impresión, sobre todo por el carácter de la gente, tan diferente del de sus vecinos de la isla de al lado.
La primera impresión es la de un país ya visto, por su paisaje similar al inglés, o por las calles de Dublín, trasladables a muchas otras ciudades europeas, pero cuando llevas unas horas, empiezas a darte cuenta de lo diferente y maravilloso país que es. Una gente que ha sabido salir de la situación de pobreza y opresión que padeció durante siglos y construir un país moderno y agradable de habitar (No fue independiente hasta el todavía cercano 1922 y aún no lo es en la totalidad de su territorio: queda el reducto británico del norte)Basta darse una vuelta por sus pub, y observar al personal para convencerse de que viven a gusto. A partir de las 6 de la tarde, cuando salen de trabajar se dan una vuelta por los public house en un ambiente sano y alegre, sin broncas ni estridencias. Siempre atentos y dispuestos a ayudar, en cuanto te ven un gesto de vacilación se acercan para ofrecerte su ayuda. Sólo en Holanda había sentido así la cercanía de la población.
En Dublín abundan las calles comerciales, aunque casi en su totalidad copadas por las grandes cadenas (en ésto la globalización es patente), aunque conservan algunos mercados tradicionales y curiosidades como las mujeres que salen a vender las frutas en sus viejos cochecitos de niños Silver Cross.Como contraste y dentro de la misma isla, en Irlanda del Norte, enseguida te das cuenta de que hoy por hoy estás en el Reino Unido y sobre todo en el centro de Belfast, donde el personal dominante en la calle es inglés, más bullero y escandaloso (era sábado por la tarde cuando estuvimos). Se notaba la cercanía de la celebración de la orden de Orange y muchas de las casas de los pueblos por los que pasamos lucían la bandera de la Unión Jack, como en el Belfast City HallEsperemos que el proceso de paz iniciado hace unos años sirva para restaurar la convivencia y no se vea truncado por las obsesiones de algunos.
Más al norte de Belfast, en la costa, uno de los paisajes naturales más sorprendentes de la isla, la Calzada de los Gigantes, formación basáltica que se asemeja a columnas, fruto de una erupción volcánica y que los antiguos habitantes de la isla ante la imposibilidad de explicación atribuyeron su construcción a unos gigantes que tendieron un puente entre las costas de Escocia e Irlanda. En la costa oeste, al sur de Galway, los acantilados de Moher, otra belleza natural que nos ofrece la isla. Y al norte de Galway, el parque natural de Connemara, un lugar todavía inhóspito y salvaje, con sus características turbas, lagos, fiordos y los montes más altos de Irlanda, un paisaje que a mí me recordaba en algunos momentos al pirenáico, aunque con el añadido del mar cercano.La turba se forma por la carbonificación de la vegetación del agua ácida de pantanos, marismas y humedales y se utiliza como combustible. También abunda en Escocia y el humo de su combustión es utilizado en la elaboración del whisky para darle su característico aroma. Otro atractivo de Irlanda son sus imponentes castillos, muchos de ellos medievales y algunos reconstruidos durante el XVIII y XIX, con la impronta del Romanticismo, como éste de Kilkenny. La presencia inglesa tuvo como consecuencia la salida de las ordenes monacales católicas del país y son abundantes los restos de abadías y monasterios con sus cruces celtas y antiguos cementerios. También me llamó la atención que en un país de mayoría católica las principales iglesias y catedrales son protestantes, ya que tras la independencia, los anglicanos han mantenido la titularidad de los templos, a pesar de las múltiples reclamaciones católicas que han tenido que construir sus iglesias al lado. En el centro de la isla, los restos del monasterio de Clonmacnoise.Todo el mundo asocia James Joyce a Dublín, aunque pocos lo han leído y ciertamente las referencias al escritor son múltiples en la ciudad, así como a otros autores irlandeses como Oscar Wilde, George Bernard Shaw, Samuel Becket o William Yates. También la música está muy unida al carácter irlandés. Son innumerables las actuaciones y referencias, ya sea en los pubs o en las calles, bien en su vertiente pop-rock, como los archiconocidos y para mí sobrevalorados U2, The Cranberries y su solista Dolores O'Riordan, los más indies My Bloody Valentine, los hermanos The Corrs o en su vertiente más folk y tradicional como los Wolfe Tones, grupo muy comprometido políticamente y del que incluyo este vídeo de su canción homenaje al almirante irlandés afincado en Argentina Guillermo Brown, rememorando su apoyo en contra de las invasiones inglesas de las Malvinas.
Tras más de 2000 km. por la izquierda y por estrechas vías como la de la imagen, una pequeña crítica, no todo van a ser parabienes: es evidente que tienen que mejorar su red de comunicaciones por carretera. He dejado para el final otro de los tesoros irlandeses, sobre todo para un reconocido amante de la cerveza como yo, la Guinness, que forma parte del paisaje irlandés desde 1759, es decir hace 250 años. Está documentado que en los campos de batalla de las guerras napoleónicas, las tropas del Duque de Wellington la llevaban en su intendencia, a pesar de la opinión que de su isla natal tenía el susodicho Arthur Wellesley, quien afirmaba refiriéndose a ella que "nacer en una cuadra no convierte a nadie en caballo". Impresionante, magnífica cerveza, con su característico sabor a cebada tostada y como a mí me gustan las cervezas, con muy poco gas, como ya comentaba en mi entrada sobre Madrid. Quien tenga la oportunidad de viajar a Dublín, que no deje de visitar la fábrica. Aunque le parezca una frivolidad, merece la pena, aunque sólo sea por la vista de la ciudad desde el bar del último piso.
La primera impresión es la de un país ya visto, por su paisaje similar al inglés, o por las calles de Dublín, trasladables a muchas otras ciudades europeas, pero cuando llevas unas horas, empiezas a darte cuenta de lo diferente y maravilloso país que es. Una gente que ha sabido salir de la situación de pobreza y opresión que padeció durante siglos y construir un país moderno y agradable de habitar (No fue independiente hasta el todavía cercano 1922 y aún no lo es en la totalidad de su territorio: queda el reducto británico del norte)Basta darse una vuelta por sus pub, y observar al personal para convencerse de que viven a gusto. A partir de las 6 de la tarde, cuando salen de trabajar se dan una vuelta por los public house en un ambiente sano y alegre, sin broncas ni estridencias. Siempre atentos y dispuestos a ayudar, en cuanto te ven un gesto de vacilación se acercan para ofrecerte su ayuda. Sólo en Holanda había sentido así la cercanía de la población.
En Dublín abundan las calles comerciales, aunque casi en su totalidad copadas por las grandes cadenas (en ésto la globalización es patente), aunque conservan algunos mercados tradicionales y curiosidades como las mujeres que salen a vender las frutas en sus viejos cochecitos de niños Silver Cross.Como contraste y dentro de la misma isla, en Irlanda del Norte, enseguida te das cuenta de que hoy por hoy estás en el Reino Unido y sobre todo en el centro de Belfast, donde el personal dominante en la calle es inglés, más bullero y escandaloso (era sábado por la tarde cuando estuvimos). Se notaba la cercanía de la celebración de la orden de Orange y muchas de las casas de los pueblos por los que pasamos lucían la bandera de la Unión Jack, como en el Belfast City HallEsperemos que el proceso de paz iniciado hace unos años sirva para restaurar la convivencia y no se vea truncado por las obsesiones de algunos.
Más al norte de Belfast, en la costa, uno de los paisajes naturales más sorprendentes de la isla, la Calzada de los Gigantes, formación basáltica que se asemeja a columnas, fruto de una erupción volcánica y que los antiguos habitantes de la isla ante la imposibilidad de explicación atribuyeron su construcción a unos gigantes que tendieron un puente entre las costas de Escocia e Irlanda. En la costa oeste, al sur de Galway, los acantilados de Moher, otra belleza natural que nos ofrece la isla. Y al norte de Galway, el parque natural de Connemara, un lugar todavía inhóspito y salvaje, con sus características turbas, lagos, fiordos y los montes más altos de Irlanda, un paisaje que a mí me recordaba en algunos momentos al pirenáico, aunque con el añadido del mar cercano.La turba se forma por la carbonificación de la vegetación del agua ácida de pantanos, marismas y humedales y se utiliza como combustible. También abunda en Escocia y el humo de su combustión es utilizado en la elaboración del whisky para darle su característico aroma. Otro atractivo de Irlanda son sus imponentes castillos, muchos de ellos medievales y algunos reconstruidos durante el XVIII y XIX, con la impronta del Romanticismo, como éste de Kilkenny. La presencia inglesa tuvo como consecuencia la salida de las ordenes monacales católicas del país y son abundantes los restos de abadías y monasterios con sus cruces celtas y antiguos cementerios. También me llamó la atención que en un país de mayoría católica las principales iglesias y catedrales son protestantes, ya que tras la independencia, los anglicanos han mantenido la titularidad de los templos, a pesar de las múltiples reclamaciones católicas que han tenido que construir sus iglesias al lado. En el centro de la isla, los restos del monasterio de Clonmacnoise.Todo el mundo asocia James Joyce a Dublín, aunque pocos lo han leído y ciertamente las referencias al escritor son múltiples en la ciudad, así como a otros autores irlandeses como Oscar Wilde, George Bernard Shaw, Samuel Becket o William Yates. También la música está muy unida al carácter irlandés. Son innumerables las actuaciones y referencias, ya sea en los pubs o en las calles, bien en su vertiente pop-rock, como los archiconocidos y para mí sobrevalorados U2, The Cranberries y su solista Dolores O'Riordan, los más indies My Bloody Valentine, los hermanos The Corrs o en su vertiente más folk y tradicional como los Wolfe Tones, grupo muy comprometido políticamente y del que incluyo este vídeo de su canción homenaje al almirante irlandés afincado en Argentina Guillermo Brown, rememorando su apoyo en contra de las invasiones inglesas de las Malvinas.
Tras más de 2000 km. por la izquierda y por estrechas vías como la de la imagen, una pequeña crítica, no todo van a ser parabienes: es evidente que tienen que mejorar su red de comunicaciones por carretera. He dejado para el final otro de los tesoros irlandeses, sobre todo para un reconocido amante de la cerveza como yo, la Guinness, que forma parte del paisaje irlandés desde 1759, es decir hace 250 años. Está documentado que en los campos de batalla de las guerras napoleónicas, las tropas del Duque de Wellington la llevaban en su intendencia, a pesar de la opinión que de su isla natal tenía el susodicho Arthur Wellesley, quien afirmaba refiriéndose a ella que "nacer en una cuadra no convierte a nadie en caballo". Impresionante, magnífica cerveza, con su característico sabor a cebada tostada y como a mí me gustan las cervezas, con muy poco gas, como ya comentaba en mi entrada sobre Madrid. Quien tenga la oportunidad de viajar a Dublín, que no deje de visitar la fábrica. Aunque le parezca una frivolidad, merece la pena, aunque sólo sea por la vista de la ciudad desde el bar del último piso.
Comparto la mayoría de tus opiniones sobre Irlanda; es un país que ami también me encantó(no tanto la Guinness pues mis preferencias cerveceras van en otra línea). También tu opinión sobre los habitantes de la isla que nada tienen que ver con sus vecinos los ingleses (y quizás los galeses) pero cuyo carácter si me resulta parecido al de los habitantes de las Highlands escocesas.., Un saludo
ResponderEliminarmuy buena crónica irlandesa la tuya; la gente , desde luego maja y simpática y el ambiente de los pubs excelente. Mi mejor recuerdo, el de un pub en el centro de Galway un sábado a eso de las seis y media de la tarde. Los músicos aficionados ya habían empezado con guitarras, violines, tamboriles etc. En esto, entran cinco señoras, de unos 70-75 años, que salían de misa. Piden una ronda de Guinness, que beben charlando; dos de ellas piden una segunda pinta, hasta que terminan y se van cada una por su lado. Nos dejó una impresión entrañable de ese buen pueblo irlandés...
ResponderEliminary, por cierto Manolo, la ventaja del brebaje irlandés es que tiene poco gas y no te hincha tanto el estómago.... Aunque, a la hora de "evacuar" los meaderos de los pubs son también un espectáculo, a su manera.
un saludo y hasta que coincidamos por la muy noble y muy leal....
Algo tiene el agua cuando la bendicen. Todos coincidimos en que se trata de una gente encantadora. Eduardo, si no es antes, espero que nos veamos en el almuerzo del día 15.
ResponderEliminarBonita crónica de un país que no he visitado pero que ya me están entrando las ganas. Coincidís con los comentarios que otros amigos me han hecho sobre los irlandeses.
ResponderEliminarSueño con rodar mi moto sobre el asfalto irlandés.
Unas cervezas increíbles. Gracias al ecommerce, podrás tener este tipo de cervezas en tu casa con toda la comodidad del mundo. Incluso podrás comprar cervezas por origen. Solo tendrás que recibirlas y meterlas rápidamente en tu nevera.
ResponderEliminar