Si hay algún lugar de San Sebastián que me gusta y me produce emoción cada vez que lo visito, no es ni la bahía de la Concha ("el marco incomparable") ni la Parte Vieja, ni las playas. Ese lugar cargado de historia e historias es Urgull. Lo que durante siglos constituyera la razón de ser de la ciudad, que no fue hasta el siglo XIX otra cosa que todo aquello que giraba en torno, por y para las fortificaciones militares de Urgull y a su servicio, fue el germen de lo que sería la ciudad. El nombre es de origen gascón, como muchos otros del entorno, motivado por los muchos franceses de ese origen que poblaron inicialmente el lugar.El Ayuntamiento de Donosti ha tenido por fin la loable iniciativa de dignificar y dar valor al que es prácticamente el único espacio con valor histórico que conserva la ciudad después del fatídico incendio y saqueo por parte de las tropas aliadas anglo-portuguesas el 31de agosto de 1813, que conllevaría la decisión por parte de la ciudadanía del derribo de las murallas y la expansión extramuros de la población, con la construcción de lo que hoy conocemos como ensanche Cortázar o área romántica. Lo que llamamos Parte Vieja no es por tanto tan viejo y data de entonces, cuando se reconstruyó.
Éste era uno de los motivos de que la ciudad le gustase tan poco a un donostiarra ilustre como don Pío Baroja, que afirmaba lo siguiente: "Soy guipuzcoano y donostiarra; lo primero me gusta, lo segundo menos. Hubiera preferido nacer en un pueblo entre montes o en una pequeña villa costeña que no en una ciudad llena de forasteros y de fondistas. Me hubiera parecido más pintoresco".
Volviendo a Urgull, se ha desbrozado el monte, permitiendo ver los muros de las fortificaciones, tapados por la maleza, se han limpiado éstos y se están recuperando los caminos y los espacios. Sólo una objeción: la conocida valentía del alcalde Odón Elorza no llega a plantear el debate de la retirada de su actual emplazamiento del monumento al Sagrado Corazón, que pega al monte, como dice el dicho, "lo que a un Cristo dos pistolas". Aunque parece que lleve allí toda la vida, se construyó en 1950 en pleno nacional-catolicismo, y es un "quiero y no puedo" remedo del redentor de Río de Janeiro. Con todos mis respetos hacia lo que representa y a los que pueda molestar mi afirmación, y como ya dije en otro espacio de este blog, yo lo trasladaría, si no queremos quitarlo, al monte Ulía, ahora que también hay un proyecto para arreglar las antiguas instalaciones de la sociedad Basollúa.
Siguiendo con Urgull y sus fortificaciones, una vista de la Batería de las Damas sobre el puerto. Más arriba la Batería de Santiago y ya junto al Castillo de la Mota, que no se ve en la foto, la Batería de Napoleón.Al otro lado del monte, sobre San Telmo y mirando hacia la Zurriola, el Baluarte del Mirador. Desde aquí, los franceses veían cómo durante el mes de agosto de 1813 el ejército aliado atacaba sus posiciones desde el otro lado del río hasta que por fin el día 31 consiguieron abrir un boquete en las murallas (La Brecha). Hoy, el temporal animaba a mirar hacia el mar, y sentir cómo las olas batían sobre el Paseo Nuevo, cerrado al público por precaución.Siguiendo sobre este paseo y mirando al mar, hacia Inglaterra, el Cementerio de los Ingleses, uno de esos rincones que provocan la emoción de las las almas sensibles. Tengo que reconocer que desde muy joven me interesé por la historia de aquellos desgraciados que cayeron a cientos de millas de sus ciudades, luchando por sus ideales, o por dinero, o por oficio, o simplemente por inercia. Aunque mucha gente relaciona este cementerio con la lucha de aquellos días de agosto de 1813, esto no es así y sus primeros moradores fueron oficiales y soldados ingleses que lucharon en la Primera Guerra Carlista junto al ejército liberal. En julio de 1835 llegarían a San Sebastián desde Inglaterra con la denominada Legión Auxiliar Británica al mando del general Lacy Evans para apoyar a las tropas isabelinas. Los primeros enterramientos datan de marzo de 1837 tras la batalla de Oriamendi. Más tarde serían trasladados a este cementerio los cuerpos de otros ingleses, éstos sí, fallecidos durante el sitio de San Sebastián el 31 de agosto de 1813. Así mismo, está enterrado aquí el mariscal del ejército de Espartero, Manuel Gurrea, amigo de éste y del propio Lacy Evans y natural de Olite. Para los amantes de las anécdotas románticas, también se cuenta que descansan los restos de un infortunado soldado británico que se enamoró de la dueña de la posada en la que se alojaba y que apareció muerto a puñaladas junto al Chofre. Dicen que por Ategorrieta correteaba años después un muchacho al que llamaban "el inglesito".
Más adelante, sería traído aquí el monumento erigido en Alderdi Eder en 1913 con motivo del centenario del asalto a la ciudad. En la inscripción, en inglés y castellano, reza lo siguiente: "Inglaterra nos confía sus gloriosos restos. Nuestra gratitud velará su eterno reposo". El estado del monumento y el entorno deja claro que la memoria es frágil y el tiempo lo borra todo, a pesar de que la inauguración oficial del Cementerio de los Ingleses, se remonte al no tan lejano 28 de septiembre de 1924, con asistencia de las reinas Victoria Eugenia y María Cristina, así como una nutrida representación inglesa, una vez que el monte Urgull hubiese pasado a ser propiedad del consistorio donostiarra en 1921. Nadie ha llevado ninguna flor a este cementerio en la cercana festividad de los difuntos, aunque grandes hortensias crecen a su alrededor de forma natural.
Mientras tanto, en el Boulevard, casi 15.000 fondistas (nada que ver con aquellos a los que se refería don Pío) de los 18.500 inscritos, iban llegando a meta tras recorrer 20 km entre un tiempo infernal, en la 45 edición de la Behobia-San Sebastián. Un saludo al amigo Pedro, a Igor y los de las camisetas de Seyce y a los Apala. ¡Con dos...!
Éste era uno de los motivos de que la ciudad le gustase tan poco a un donostiarra ilustre como don Pío Baroja, que afirmaba lo siguiente: "Soy guipuzcoano y donostiarra; lo primero me gusta, lo segundo menos. Hubiera preferido nacer en un pueblo entre montes o en una pequeña villa costeña que no en una ciudad llena de forasteros y de fondistas. Me hubiera parecido más pintoresco".
Volviendo a Urgull, se ha desbrozado el monte, permitiendo ver los muros de las fortificaciones, tapados por la maleza, se han limpiado éstos y se están recuperando los caminos y los espacios. Sólo una objeción: la conocida valentía del alcalde Odón Elorza no llega a plantear el debate de la retirada de su actual emplazamiento del monumento al Sagrado Corazón, que pega al monte, como dice el dicho, "lo que a un Cristo dos pistolas". Aunque parece que lleve allí toda la vida, se construyó en 1950 en pleno nacional-catolicismo, y es un "quiero y no puedo" remedo del redentor de Río de Janeiro. Con todos mis respetos hacia lo que representa y a los que pueda molestar mi afirmación, y como ya dije en otro espacio de este blog, yo lo trasladaría, si no queremos quitarlo, al monte Ulía, ahora que también hay un proyecto para arreglar las antiguas instalaciones de la sociedad Basollúa.
Siguiendo con Urgull y sus fortificaciones, una vista de la Batería de las Damas sobre el puerto. Más arriba la Batería de Santiago y ya junto al Castillo de la Mota, que no se ve en la foto, la Batería de Napoleón.Al otro lado del monte, sobre San Telmo y mirando hacia la Zurriola, el Baluarte del Mirador. Desde aquí, los franceses veían cómo durante el mes de agosto de 1813 el ejército aliado atacaba sus posiciones desde el otro lado del río hasta que por fin el día 31 consiguieron abrir un boquete en las murallas (La Brecha). Hoy, el temporal animaba a mirar hacia el mar, y sentir cómo las olas batían sobre el Paseo Nuevo, cerrado al público por precaución.Siguiendo sobre este paseo y mirando al mar, hacia Inglaterra, el Cementerio de los Ingleses, uno de esos rincones que provocan la emoción de las las almas sensibles. Tengo que reconocer que desde muy joven me interesé por la historia de aquellos desgraciados que cayeron a cientos de millas de sus ciudades, luchando por sus ideales, o por dinero, o por oficio, o simplemente por inercia. Aunque mucha gente relaciona este cementerio con la lucha de aquellos días de agosto de 1813, esto no es así y sus primeros moradores fueron oficiales y soldados ingleses que lucharon en la Primera Guerra Carlista junto al ejército liberal. En julio de 1835 llegarían a San Sebastián desde Inglaterra con la denominada Legión Auxiliar Británica al mando del general Lacy Evans para apoyar a las tropas isabelinas. Los primeros enterramientos datan de marzo de 1837 tras la batalla de Oriamendi. Más tarde serían trasladados a este cementerio los cuerpos de otros ingleses, éstos sí, fallecidos durante el sitio de San Sebastián el 31 de agosto de 1813. Así mismo, está enterrado aquí el mariscal del ejército de Espartero, Manuel Gurrea, amigo de éste y del propio Lacy Evans y natural de Olite. Para los amantes de las anécdotas románticas, también se cuenta que descansan los restos de un infortunado soldado británico que se enamoró de la dueña de la posada en la que se alojaba y que apareció muerto a puñaladas junto al Chofre. Dicen que por Ategorrieta correteaba años después un muchacho al que llamaban "el inglesito".
Más adelante, sería traído aquí el monumento erigido en Alderdi Eder en 1913 con motivo del centenario del asalto a la ciudad. En la inscripción, en inglés y castellano, reza lo siguiente: "Inglaterra nos confía sus gloriosos restos. Nuestra gratitud velará su eterno reposo". El estado del monumento y el entorno deja claro que la memoria es frágil y el tiempo lo borra todo, a pesar de que la inauguración oficial del Cementerio de los Ingleses, se remonte al no tan lejano 28 de septiembre de 1924, con asistencia de las reinas Victoria Eugenia y María Cristina, así como una nutrida representación inglesa, una vez que el monte Urgull hubiese pasado a ser propiedad del consistorio donostiarra en 1921. Nadie ha llevado ninguna flor a este cementerio en la cercana festividad de los difuntos, aunque grandes hortensias crecen a su alrededor de forma natural.
Mientras tanto, en el Boulevard, casi 15.000 fondistas (nada que ver con aquellos a los que se refería don Pío) de los 18.500 inscritos, iban llegando a meta tras recorrer 20 km entre un tiempo infernal, en la 45 edición de la Behobia-San Sebastián. Un saludo al amigo Pedro, a Igor y los de las camisetas de Seyce y a los Apala. ¡Con dos...!
a ver cuando organizas una visita guiada para la cuaderilla navarra, que todo no van a ser setas y vacas...un abrazo
ResponderEliminarGracias
ResponderEliminarAquí tenéis la mesa panorámica de la cima del monte Urgull, Donostia, bajo la estatua del Sagrado Corazón de Jesús, que muestra el "skyline" verde (y gris ...) que rodea a la capital de Gipuzkoa, y que indica tanto el nombre y la altitud de las montañas como la distancia hasta ellas, así como nombres de lugares de la ciudad:
http://i.imgur.com/EtpBqMj.jpg
Saludos