El viernes pasado asisití a la brillante conferencia de la periodista Cristina Morató en el no menos deslumbrante escenario del TOPIC tolosarra, dentro de las jornadas Amalur, organizadas por el CIT y con los desiertos como tema central de este año. La disertación de la escritora trotamundos versó sobre algunas de las viajeras que recorrieron los desiertos de Oriente entre los siglos XVIII y principios del XX.Centró su exposición en el relato de las vivencias de Lady Montagu, Lady Stanhope, Jane Digby, Agatha Christie y Marga d'Andurain, labortana de Baiona a quien ha dedicado su última obra.Es cierto que a lo largo de la historia han sido muchos los viajeros que han recorrido el globo terráqueo. Y que muchos de ellos eran mujeres. Está claro que en la historia, excepto honrosas excepciones, sólo han quedado grabadas las hazañas de los del sexo masculino, por lo que está justificado que haya quien se ocupe específicamente de las del sexo femenino. Llegados a este punto, algún avispado lector habrá notado que no digo, como nuestro ex-lehendakari, viajeros y viajeras, ni utilizo la @ más que como enlace entre los nombres del usuario y del servidor en las direcciones de correo electrónico. Soy de los que opinan que hay que utilizar el plural masculino como genérico, mientras que el uso no dicte lo contrario, como ocurre en general en todas las lenguas románicas. Y eso no significa que uno o la lengua seamos más o menos machistas. No podemos obviar el pasado y si la lengua se ha construido de esa manera es porque respondía a las necesidades del momento y el tiempo hará que cambie como muchas otras cosas. Hace años que me di cuenta de que el futuro, al menos en los dos próximos siglos, es de la mujer, y seguro que el mío: tengo tres hijas. Pero no es una cuestión de egoísmo personal. Tengo la suerte de haber sido educado en la igualdad. Mi abuela paterna y después mi madre trabajaron en la enseñanza, como ahora lo hace mi mujer y nunca he dudado de la relación de paridad entre los géneros. Es más, hoy por hoy, la mujer está ganándonos el terreno en muchos ámbitos, como en la universidad, y en cuanto a mis amigos los políticos, todavía no conozco un caso de corrupción entre las mujeres que se dedican a administrar el erario, aunque habrá excepciones que no dejarán de confirmar la regla.
Hecha esta digresión y volviendo a las viajeras, las cuatro primeras, como muchas otras de la época, eran británicas y aristócratas y viajaron a Oriente huyendo de la estricta sociedad y moral de su entorno, que vería su punto más álgido en la Inglaterra victoriana del XIX.
La primera de ellas en el tiempo, Lady Montagu (1689-1762), dejaría testimonio directo de sus experiencias en sus cartas, publicadas en castellano con el título "Cartas desde Estambul" (prometo leerlas). Visitó los harenes y baños turcos y envidia el velo que desde su punto de vista permite que las orientales tengan gracias a él, "perpetua libertad para salir sin ser descubiertas y puedan acudir a las citas con sus amantes". Está claro que su interpretación está hecha desde la perspectiva de un occidental, con todo su bagage cultural a cuestas.
Muchas de estas viajeras guardaron las distancias con el diferente mundo que visitaban, pero otras, como Lady Jane Digby (1807-1881), se implicaron hasta el punto de casarse y convivir durante años con un jefe beduino entre su palacio de Damasco y la vida nómada del desierto de Siria, donde se encuentran los restos de la antigua ciudad de Palmira. Para entonces, tenía ya un amplio periplo por Europa, plagado de vivencias y amantes. Como curiosidad, la fortuna familiar de su padre, el Almirante Digby, se inició con la recompensa que le correpsondió por la captura de la fragata española Santa Brígida en 1799, cerca del cabo Finisterre. Después participaría también a las órdenes de Nelson en la Batalla de Trafalgar.
La famosísima escritora Agatha Christie (1890-1976), también amó las tierras de Oriente Medio, a las que llegó acompañando a su segundo marido, el arqueólogo Max Mallowan, tras el fracaso de su primer matrimonio, que finalizaría con el conocido episodio de amnesia (para algunos desalmados, de marketing) y su desaparición y posterior encuentro en el Hotel Old Swan de la ciudad-balneario de Harrogate, en el inglés condado de Yorkshire. Conozco bien el sitio. Allí pasé un verano de mi adolescencia aprendiendo inglés. Este episodio de su vida fue llevado al cine por Michael Apted en 1979 ("Agatha"), con la interpretación de la actriz inglesa Vanessa Redgrave y Dustin Hoffman. Algunos títulos de sus famosas novelas policiacas recuerdan su estancia en Oriente: "Asesinato en el Orient Express" o "Muerte en el Nilo".
Volviendo a Palmira, enlazamos con otra de las protagonistas de la conferencia citada, Marga d'Andurain (1893-1948), quien regentaría en dicha ciudad el hotel Zenobia de 1927 a 1936. Recordemos que este fue el nombre de la reina del efímero Reino de Palmira (266-272), que desafió al entonces todopoderoso Imperio Romano. En cuanto a la labortana, su vida es de novela: espía por dinero, falsa condesa, traficante de opio, condenada a muerte, y desaparecida en el mar cerca de Tánger a los 55 años. Desconocía la existencia de esta vasco-francesa y ya tengo en mi poder el libro de Cristina Morató para leerlo durante esta Semana Santa.
Hecha esta digresión y volviendo a las viajeras, las cuatro primeras, como muchas otras de la época, eran británicas y aristócratas y viajaron a Oriente huyendo de la estricta sociedad y moral de su entorno, que vería su punto más álgido en la Inglaterra victoriana del XIX.
La primera de ellas en el tiempo, Lady Montagu (1689-1762), dejaría testimonio directo de sus experiencias en sus cartas, publicadas en castellano con el título "Cartas desde Estambul" (prometo leerlas). Visitó los harenes y baños turcos y envidia el velo que desde su punto de vista permite que las orientales tengan gracias a él, "perpetua libertad para salir sin ser descubiertas y puedan acudir a las citas con sus amantes". Está claro que su interpretación está hecha desde la perspectiva de un occidental, con todo su bagage cultural a cuestas.
Muchas de estas viajeras guardaron las distancias con el diferente mundo que visitaban, pero otras, como Lady Jane Digby (1807-1881), se implicaron hasta el punto de casarse y convivir durante años con un jefe beduino entre su palacio de Damasco y la vida nómada del desierto de Siria, donde se encuentran los restos de la antigua ciudad de Palmira. Para entonces, tenía ya un amplio periplo por Europa, plagado de vivencias y amantes. Como curiosidad, la fortuna familiar de su padre, el Almirante Digby, se inició con la recompensa que le correpsondió por la captura de la fragata española Santa Brígida en 1799, cerca del cabo Finisterre. Después participaría también a las órdenes de Nelson en la Batalla de Trafalgar.
La famosísima escritora Agatha Christie (1890-1976), también amó las tierras de Oriente Medio, a las que llegó acompañando a su segundo marido, el arqueólogo Max Mallowan, tras el fracaso de su primer matrimonio, que finalizaría con el conocido episodio de amnesia (para algunos desalmados, de marketing) y su desaparición y posterior encuentro en el Hotel Old Swan de la ciudad-balneario de Harrogate, en el inglés condado de Yorkshire. Conozco bien el sitio. Allí pasé un verano de mi adolescencia aprendiendo inglés. Este episodio de su vida fue llevado al cine por Michael Apted en 1979 ("Agatha"), con la interpretación de la actriz inglesa Vanessa Redgrave y Dustin Hoffman. Algunos títulos de sus famosas novelas policiacas recuerdan su estancia en Oriente: "Asesinato en el Orient Express" o "Muerte en el Nilo".
Volviendo a Palmira, enlazamos con otra de las protagonistas de la conferencia citada, Marga d'Andurain (1893-1948), quien regentaría en dicha ciudad el hotel Zenobia de 1927 a 1936. Recordemos que este fue el nombre de la reina del efímero Reino de Palmira (266-272), que desafió al entonces todopoderoso Imperio Romano. En cuanto a la labortana, su vida es de novela: espía por dinero, falsa condesa, traficante de opio, condenada a muerte, y desaparecida en el mar cerca de Tánger a los 55 años. Desconocía la existencia de esta vasco-francesa y ya tengo en mi poder el libro de Cristina Morató para leerlo durante esta Semana Santa.
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