Cái. Así es como suena Cádiz en boca de los gaditanos. Hace tiempo que descubrí la Andalucía atlántica y me gusta pasar unos días siempre que puedo por la zona. Si al clima y al sol sin los sofocantes calores del Mediterráneo, les unimos mi afición a la historia del XIX, el excelente carácter de sus gentes, las largas playas de fina arena, un desarrollo sostenible, como se dice ahora y una gastronomía sencilla pero exquisita, tenemos la combinación perfecta para unos días de asueto. Solemos alojarnos en el Novo Sancti-Petri, que pertenece al municipio de Chiclana de la Frontera, y desde allí hemos ido conociendo la provincia y alrededores.
En el centro de la larguísima playa de La Barrosa, encontramos una de las atalayas que jalonan toda la costa atlántica andaluza, desde Ayamonte hasta Gibraltar, la Torre del Puerco. Estas torres vigía, construidas durante la Edad Media, complementaban la estructura defensiva compuesta por castillos y fortalezas y una milicia a caballo que recorría la costa a diario. Se comunicaban entre ellas con un sistema de señales de humo y fuego. No son exclusivas de esta zona ni de esa época. Todavía quedan muchas de las torres de la red de líneas de telégrafo óptico que se instaló en la península a principios del siglo XIX. Precisamente, la primera línea sería Madrid- Cádiz.
En Tolosa, subiendo a Uzturre por el camino de Santa Lucía, se encuentran los restos de la que hacía la número 48 de la línea Madrid-Irún, junto a las ruinas de lo que llamamos la Misericordia vieja. Ahora está tapada por los árboles, pero durante años se veía desde todo el pueblo.
Durante estos días, aprovechando mi estancia en el escenario de la novela, he comenzado a leer la última obra de Arturo Pérez-Reverte, El Asedio, ambientada durante el sitio de Cádiz por las tropas del mariscal bonapartino Víctor entre febrero de 1810 y agosto de 1812. De Napoleón y su ejército imperial no queda más que el nombre de un vino amontillado de Bodegas Hidalgo-La Gitana de Sanlúcar.Cádiz y la entonces llamada Real villa de la Isla de León (hoy San Fernando), donde se habían instalado las Cortes, huyendo del Madrid josefino, fueron bombardeadas y hostigadas por las tropas francesas durante dos años y medio sin conseguir su objetivo, entre otras razones porque la artillería gala a duras penas conseguía alcanzar la periferia de la ciudad. En San Fernando se puede visitar el Arsenal de la Carraca. La isla de León está separada de Chiclana, donde se asentaban las tropas de Víctor por la marisma y el Caño de Sancti Petri, cuyos extremos costeros estaban guardados por dos baterías todavía en pie y de nombres con reminiscencias euskaldunas: Urrutia (debe su nombre al general vizcaino del mismo apellido) y Azpiroz. En la desembocadura del caño, el islote de Sancti Petri, con su castillo, construido los siglos XVI y XVIII.
Continuando la franja costera hacia el Este, y pasada la población de Conil de la Frontera, las idílicas playas de El Palmar, Zahora y Caños de Meca. Espectaculares las puestas de sol, como ésta de la foto tomada en la primera de ellas. Entre las dos últimas, otro lugar de reminiscencias decimonónicas, el Cabo de Trafalgar, frente a cuyas costas se libró una de las batallas navales más famosas de la historia europea (octubre de 1805), curiosamente entre las armadas aliadas española y francesa contra Inglaterra, menos de 3 años antes de la llamada por los ingleses Guerra Peninsular (en la nomenclatura hispana, de la Independencia), pero con los "cromos" cambiados.
Muchos vascos, aunque a algunos no les guste, participaron activamente en ambas. Ya he mencionado antes los nombres euskaldunes de las baterías de Sancti Petri.
En Trafalgar, al mando del San Juan Nepomuceno, encontraría la muerte un ilustre marino guipuzcoano, Cosme Damián de Churruca y Elorza, natural de Mutriku, villa de la que fue alcalde su padre, y que administraría durante un tiempo a su muerte. Uno de los bustos de marinos guipuzcoanos que jalonan el edificio de la Diputación Foral de Gipuzkoa, está dedicado a él. Este faro no es el que estaba el día de la batalla, es posterior, pero sí la torre que se ve junto a él.
Siguiendo la costa, llegamos a Tarifa, pasando antes por Zahara de los Atunes y los restos de la poco conocida ciudad romana de Bolonia o Baelo Claudia, que llegó a tener una floreciente industria de salazón de pescados y constituyó el nexo de unión con el Norte de África, a través del cercano puerto de Tánger.
Otro lugar para visitar, como Gibraltar, que merecen capítulo aparte.Si en lugar de seguir la costa nos dirigimos hacia el interior, nos llama la atención el paisaje de verdes praderas (parece que estemos en el norte) y nos encontramos con uno de los pueblos blancos andaluces, Vejer de la Frontera, declarada merecidamente conjunto histórico-artístico en 1976; por el entramado de sus calles respiraremos el espíritu de la Besher musulmana (permaneció 5 siglos bajo dominio árabe). Aunque se encuentre tierra adentro, la playa de El Palmar está en su témino municipal.
Hace unas líneas, me refería al verdor de las praderas de esta zona de Andalucía. Para corroborarlo, no olvidemos que hacia el interior, partiendo de Medina Sidonia, nos adentramos en la Sierra de Grazalema, la zona con mayor índice de pluviosidad de la península.No obstante, estos días no nos aventuramos por esos parajes, sino que nos quedamos en la costa. En esta ocasión, nos dirigimos hacia el otro extremo del litoral gaditano, a otra histórica población, Sanlúcar de Barrameda, cuna de la manzanilla, y lugar del que partiera otro ilustre marino guipuzcoano, también presente entre los bustos de la Diputación, Juan Sebastián Elcano, al mando de la nao Victoria, con la que regresaría a la ciudad del Guadalquivir tras dar la primera vuelta al mundo. También Cristóbal Colón utilizaría este puerto como punto de partida de su tercer viaje a América. Cerca, Jerez de la Frontera. El apellido "de la Frontera" que llevan tantos pueblos del lugar, hace referencia al carácter fronterizo que tuvieron durante siglos de dominio musulmán.
En este viaje no la hemos visitado, aunque merece la pena, como el Puerto de Santa María, ya en la bahía gaditana, ciudad con evocaciones taurinas.
Volviendo a Sanlúcar y desde aquí, en un barco de vapor réplica del primero que se construyó en la península, en 1817 y que cubría la ruta Sevilla-Sanlúcar-Cádiz, hacemos una pequeña incursión por el Parque Nacional de Doñana. Los famosos flamencos de color entre rosa y salmón.Y al final, volvemos a la capital, ciudad que guarda con San Sebastián semejanzas en cuanto a su carácter de fortaleza durante siglos, aunque conserva mucho mejor que aquélla ese poso de ciudad defensiva.
Ubicada en una estratégica península a la entrada de la bahía, su único punto de unión con la Isla de León le permitió defenderse del asedio francés, aunque también constriñó y condenó a la ciudad a un crecimiento hacia arriba en su parte extramuros, mientras las calles estrechas del Casco Viejo conservaban su carácter especial, mezcla de palacios y casas de la burguesía comercial con otras más populares y sencillas. En la foto, en la punta de un pequeño islote, el Castillo de San Sebastián, ligado a tierra por un estrecho malecón construido en el siglo XIX para unirlo a la ciudad durante la pleamar.
Seguramente Cádiz sea una ciudad incómoda de habitar, aunque muy agradable de visitar y como ya dije al principio, morada por gente encantadora, divertida y amabilísima.
Como colofón y resumen, un vídeo de la canción dedicada a Cádiz por la gaditana (isleña de San Fernando), Niña Pastori.
Para los de Tolosa, Cádiz es también especial por los Carnavales. La pena es que coinciden con los nuestros y no podemos visitarlos.
No obstante, todo es relativo y la visión, en vacaciones, siempre es un poco sesgada.
En el centro de la larguísima playa de La Barrosa, encontramos una de las atalayas que jalonan toda la costa atlántica andaluza, desde Ayamonte hasta Gibraltar, la Torre del Puerco. Estas torres vigía, construidas durante la Edad Media, complementaban la estructura defensiva compuesta por castillos y fortalezas y una milicia a caballo que recorría la costa a diario. Se comunicaban entre ellas con un sistema de señales de humo y fuego. No son exclusivas de esta zona ni de esa época. Todavía quedan muchas de las torres de la red de líneas de telégrafo óptico que se instaló en la península a principios del siglo XIX. Precisamente, la primera línea sería Madrid- Cádiz.
En Tolosa, subiendo a Uzturre por el camino de Santa Lucía, se encuentran los restos de la que hacía la número 48 de la línea Madrid-Irún, junto a las ruinas de lo que llamamos la Misericordia vieja. Ahora está tapada por los árboles, pero durante años se veía desde todo el pueblo.
Durante estos días, aprovechando mi estancia en el escenario de la novela, he comenzado a leer la última obra de Arturo Pérez-Reverte, El Asedio, ambientada durante el sitio de Cádiz por las tropas del mariscal bonapartino Víctor entre febrero de 1810 y agosto de 1812. De Napoleón y su ejército imperial no queda más que el nombre de un vino amontillado de Bodegas Hidalgo-La Gitana de Sanlúcar.Cádiz y la entonces llamada Real villa de la Isla de León (hoy San Fernando), donde se habían instalado las Cortes, huyendo del Madrid josefino, fueron bombardeadas y hostigadas por las tropas francesas durante dos años y medio sin conseguir su objetivo, entre otras razones porque la artillería gala a duras penas conseguía alcanzar la periferia de la ciudad. En San Fernando se puede visitar el Arsenal de la Carraca. La isla de León está separada de Chiclana, donde se asentaban las tropas de Víctor por la marisma y el Caño de Sancti Petri, cuyos extremos costeros estaban guardados por dos baterías todavía en pie y de nombres con reminiscencias euskaldunas: Urrutia (debe su nombre al general vizcaino del mismo apellido) y Azpiroz. En la desembocadura del caño, el islote de Sancti Petri, con su castillo, construido los siglos XVI y XVIII.
Continuando la franja costera hacia el Este, y pasada la población de Conil de la Frontera, las idílicas playas de El Palmar, Zahora y Caños de Meca. Espectaculares las puestas de sol, como ésta de la foto tomada en la primera de ellas. Entre las dos últimas, otro lugar de reminiscencias decimonónicas, el Cabo de Trafalgar, frente a cuyas costas se libró una de las batallas navales más famosas de la historia europea (octubre de 1805), curiosamente entre las armadas aliadas española y francesa contra Inglaterra, menos de 3 años antes de la llamada por los ingleses Guerra Peninsular (en la nomenclatura hispana, de la Independencia), pero con los "cromos" cambiados.
Muchos vascos, aunque a algunos no les guste, participaron activamente en ambas. Ya he mencionado antes los nombres euskaldunes de las baterías de Sancti Petri.
En Trafalgar, al mando del San Juan Nepomuceno, encontraría la muerte un ilustre marino guipuzcoano, Cosme Damián de Churruca y Elorza, natural de Mutriku, villa de la que fue alcalde su padre, y que administraría durante un tiempo a su muerte. Uno de los bustos de marinos guipuzcoanos que jalonan el edificio de la Diputación Foral de Gipuzkoa, está dedicado a él. Este faro no es el que estaba el día de la batalla, es posterior, pero sí la torre que se ve junto a él.
Siguiendo la costa, llegamos a Tarifa, pasando antes por Zahara de los Atunes y los restos de la poco conocida ciudad romana de Bolonia o Baelo Claudia, que llegó a tener una floreciente industria de salazón de pescados y constituyó el nexo de unión con el Norte de África, a través del cercano puerto de Tánger.
Otro lugar para visitar, como Gibraltar, que merecen capítulo aparte.Si en lugar de seguir la costa nos dirigimos hacia el interior, nos llama la atención el paisaje de verdes praderas (parece que estemos en el norte) y nos encontramos con uno de los pueblos blancos andaluces, Vejer de la Frontera, declarada merecidamente conjunto histórico-artístico en 1976; por el entramado de sus calles respiraremos el espíritu de la Besher musulmana (permaneció 5 siglos bajo dominio árabe). Aunque se encuentre tierra adentro, la playa de El Palmar está en su témino municipal.
Hace unas líneas, me refería al verdor de las praderas de esta zona de Andalucía. Para corroborarlo, no olvidemos que hacia el interior, partiendo de Medina Sidonia, nos adentramos en la Sierra de Grazalema, la zona con mayor índice de pluviosidad de la península.No obstante, estos días no nos aventuramos por esos parajes, sino que nos quedamos en la costa. En esta ocasión, nos dirigimos hacia el otro extremo del litoral gaditano, a otra histórica población, Sanlúcar de Barrameda, cuna de la manzanilla, y lugar del que partiera otro ilustre marino guipuzcoano, también presente entre los bustos de la Diputación, Juan Sebastián Elcano, al mando de la nao Victoria, con la que regresaría a la ciudad del Guadalquivir tras dar la primera vuelta al mundo. También Cristóbal Colón utilizaría este puerto como punto de partida de su tercer viaje a América. Cerca, Jerez de la Frontera. El apellido "de la Frontera" que llevan tantos pueblos del lugar, hace referencia al carácter fronterizo que tuvieron durante siglos de dominio musulmán.
En este viaje no la hemos visitado, aunque merece la pena, como el Puerto de Santa María, ya en la bahía gaditana, ciudad con evocaciones taurinas.
Volviendo a Sanlúcar y desde aquí, en un barco de vapor réplica del primero que se construyó en la península, en 1817 y que cubría la ruta Sevilla-Sanlúcar-Cádiz, hacemos una pequeña incursión por el Parque Nacional de Doñana. Los famosos flamencos de color entre rosa y salmón.Y al final, volvemos a la capital, ciudad que guarda con San Sebastián semejanzas en cuanto a su carácter de fortaleza durante siglos, aunque conserva mucho mejor que aquélla ese poso de ciudad defensiva.
Ubicada en una estratégica península a la entrada de la bahía, su único punto de unión con la Isla de León le permitió defenderse del asedio francés, aunque también constriñó y condenó a la ciudad a un crecimiento hacia arriba en su parte extramuros, mientras las calles estrechas del Casco Viejo conservaban su carácter especial, mezcla de palacios y casas de la burguesía comercial con otras más populares y sencillas. En la foto, en la punta de un pequeño islote, el Castillo de San Sebastián, ligado a tierra por un estrecho malecón construido en el siglo XIX para unirlo a la ciudad durante la pleamar.
Seguramente Cádiz sea una ciudad incómoda de habitar, aunque muy agradable de visitar y como ya dije al principio, morada por gente encantadora, divertida y amabilísima.
Como colofón y resumen, un vídeo de la canción dedicada a Cádiz por la gaditana (isleña de San Fernando), Niña Pastori.
Para los de Tolosa, Cádiz es también especial por los Carnavales. La pena es que coinciden con los nuestros y no podemos visitarlos.
No obstante, todo es relativo y la visión, en vacaciones, siempre es un poco sesgada.
Kaixo, Emilio! Cádiz va a ser también la ciudad en la que subamos a Primera. Aupa Erreala!
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