Ayer visitamos las bodegas del Señorío de Otazu. Amigos de Tolosa y Tafalla nos reunimos en dicho lugar para pasar el caluroso día, guarecidos en el frescor de las cavas del centenario señorío (los señores de Otazu se documentan para el siglo XII), en el valle de Etxauri, a orillas del río Arga, uno de los tres "que hacen al Ebro varón".El cultivo de la vid está datado en la zona desde la Edad Media y la actual bodega se remonta a 1860, año en el que se edificó al estilo francés y con una capacidad para 200.000 litros de caldo.
La visita la iniciamos con un paseo por los aledaños del palacio, construcción de los siglos XV y XVI.Linajes navarros como los Yániz, Ezpeleta, Berrio o el marqués de Góngora, fueron sus sucesivos inquilinos a los largo de los años hasta llegar a sus actuales propietarios que lo restauraron en los años 80.Junto al palacio, una torre defensiva medieval, utilizada como palomar, otro edificio del mismo origen, antigua hospedería del Camino de Santiago y una ermita románica completan el conjunto.
Dedicada a San Esteban, es del siglo XIII, románica de transición al gótico, con planta de una única nave, terminada en un ábside semicircular. El hermoso retablo, es de estilo plateresco, del siglo XVI y en los laterales encontramos dos lienzos barrocos del siglo XVII.
Desde aquí, un corto paseo entre las viñas alineadas uniformemente, que nos conducirá a la bodega propiamente dicha, donde continúa la visita.El edificio que la alberga, totalmente restaurado, es el original del XIX y se han respetado además de la planta, elementos de su construcción inicial, como el suelo de roble.La impresionante sala de barricas, compuesta por nueve bóvedas subterráneas de hormigón, configurada en forma de templo. Otro de los elementos que caracterizan esta bodega es el número de obras de arte de Manolo Valdés que guarda entre sus paredes, destacando entre otras, una de sus esculturas dedicada al personaje mitológico griego Ariadna y que conforma la imagen de la bodega, así como alguna de sus famosas Meninas.Tras la visita cultural, no todo va a ser beber, llegó la esperada cata. Alguna discusión con el enólogo acerca de la diferencia entre rosado y clarete, o sobre la mayor calidad de la variedad de uva navarra por excelencia, la garnacha, para la elaboración del vino rosado, sobre la empleada en Otazu, la Merlot. El hecho de que se trate de la bodega más norteña de Navarra, obliga a emplear esta uva. También es la bodega de España más al Norte que elabora vinos tintos.
Excelente la comida, regada con los caldos de Otazu, cómo no, y con el siguiente menú:
Ensalada templada de gulas, pochas, confit de pato con patatas panadera y sorbete de cuajada.
Sólo echamos en falta unos sillones donde echar una pequeña siesta.
A media tarde, nos fuimos a Pamplona, donde comenzamos la tarde con un espectacular Gin Tónic en el "Ché", que fue el inicio de un largo periplo hasta la hora de cenar, en "La Parrilla Argentina", tormenta incluida por medio. Para redondear la tarde-noche, la Real se impuso con claridad en Cádiz.
Como colofón, valgan estas líneas para reflejar la impresión que le produjo a Pedro de Madrazo en 1866 la visita que realizó en época de vendimia a la cercana localidad de Puente La Reina. Admirable la riqueza de su vocabulario.
"Cuando recordamos la desagradable impresión que nos causó el ver en la época de la vendimia su calle principal convertida en inmundo depósito de esquilmos, de basura de las comportas, de orujo fermentado y fétido y de estiercol de las acémilas, y cuando renovamos la memoria del cuadro real que ofrecen los tenebrosos sótanos de las casas, con el negro y viscoso líquido que rebosa en las inmensas reposaderas, las cuadrillas de los mozos que pisan la uva, con las piernas moradas hasta medio muslo, los candiles de incierto fulgor que mezclan su diabólico tufo con los acres vapores del mosto; sólo tenemos energía para deplorar el naufragio de nuestras ilusiones en aquellos prosaicos antros que nunca en la vida se nos habría ocurrido visitar. No creíamos en verdad que los recipientes donde iban a parar los hermosos racimos, ya matizados de oro y rubí, ya pavonados, gala de los viñedos, fuesen los estanques de los jardines de Armida, ni que los pisadores fueran galanes de blonda melena y pies de alabastro, ni que el zumo exprimido corriese en claros arroyos de fragante néctar por cauces de flores, como pudiera imaginárselo en poético ensueño un candoroso colegial amamantado con los idilios de Teócrito y las Geórgicas de Virgilio; pero entre los canastillos de dorados racimos con tornados de rosas y las mugrientas comportas; entre los rubios zagales y los bistrosos pisaúvas; entre los marmóreos estanques sombreados por los cimamomos y las magnolias y las subterráneas balsas en que a la escasa luz del candil reverbera un líquido negro y pringoso, remedo de la onda muerta de la estigia, hay un término medio que quisiéramos nosotros haber encontrado en esos lagares navarros, que sin embargo se nos asegura que no pueden ser otra cosa que lo que son... La verdad es que el vino que sale de aquellos oscuros antros es excelente. Pero la realidad tiene poca poesía"
Está claro que en 150 años las cosas han cambiado y hoy las bodegas son impolutos recintos donde hasta el fuerte olor del mosto fermentado está tamizado por los limpios matices del entorno.
La visita la iniciamos con un paseo por los aledaños del palacio, construcción de los siglos XV y XVI.Linajes navarros como los Yániz, Ezpeleta, Berrio o el marqués de Góngora, fueron sus sucesivos inquilinos a los largo de los años hasta llegar a sus actuales propietarios que lo restauraron en los años 80.Junto al palacio, una torre defensiva medieval, utilizada como palomar, otro edificio del mismo origen, antigua hospedería del Camino de Santiago y una ermita románica completan el conjunto.
Dedicada a San Esteban, es del siglo XIII, románica de transición al gótico, con planta de una única nave, terminada en un ábside semicircular. El hermoso retablo, es de estilo plateresco, del siglo XVI y en los laterales encontramos dos lienzos barrocos del siglo XVII.
Desde aquí, un corto paseo entre las viñas alineadas uniformemente, que nos conducirá a la bodega propiamente dicha, donde continúa la visita.El edificio que la alberga, totalmente restaurado, es el original del XIX y se han respetado además de la planta, elementos de su construcción inicial, como el suelo de roble.La impresionante sala de barricas, compuesta por nueve bóvedas subterráneas de hormigón, configurada en forma de templo. Otro de los elementos que caracterizan esta bodega es el número de obras de arte de Manolo Valdés que guarda entre sus paredes, destacando entre otras, una de sus esculturas dedicada al personaje mitológico griego Ariadna y que conforma la imagen de la bodega, así como alguna de sus famosas Meninas.Tras la visita cultural, no todo va a ser beber, llegó la esperada cata. Alguna discusión con el enólogo acerca de la diferencia entre rosado y clarete, o sobre la mayor calidad de la variedad de uva navarra por excelencia, la garnacha, para la elaboración del vino rosado, sobre la empleada en Otazu, la Merlot. El hecho de que se trate de la bodega más norteña de Navarra, obliga a emplear esta uva. También es la bodega de España más al Norte que elabora vinos tintos.
Excelente la comida, regada con los caldos de Otazu, cómo no, y con el siguiente menú:
Ensalada templada de gulas, pochas, confit de pato con patatas panadera y sorbete de cuajada.
Sólo echamos en falta unos sillones donde echar una pequeña siesta.
A media tarde, nos fuimos a Pamplona, donde comenzamos la tarde con un espectacular Gin Tónic en el "Ché", que fue el inicio de un largo periplo hasta la hora de cenar, en "La Parrilla Argentina", tormenta incluida por medio. Para redondear la tarde-noche, la Real se impuso con claridad en Cádiz.
Como colofón, valgan estas líneas para reflejar la impresión que le produjo a Pedro de Madrazo en 1866 la visita que realizó en época de vendimia a la cercana localidad de Puente La Reina. Admirable la riqueza de su vocabulario.
"Cuando recordamos la desagradable impresión que nos causó el ver en la época de la vendimia su calle principal convertida en inmundo depósito de esquilmos, de basura de las comportas, de orujo fermentado y fétido y de estiercol de las acémilas, y cuando renovamos la memoria del cuadro real que ofrecen los tenebrosos sótanos de las casas, con el negro y viscoso líquido que rebosa en las inmensas reposaderas, las cuadrillas de los mozos que pisan la uva, con las piernas moradas hasta medio muslo, los candiles de incierto fulgor que mezclan su diabólico tufo con los acres vapores del mosto; sólo tenemos energía para deplorar el naufragio de nuestras ilusiones en aquellos prosaicos antros que nunca en la vida se nos habría ocurrido visitar. No creíamos en verdad que los recipientes donde iban a parar los hermosos racimos, ya matizados de oro y rubí, ya pavonados, gala de los viñedos, fuesen los estanques de los jardines de Armida, ni que los pisadores fueran galanes de blonda melena y pies de alabastro, ni que el zumo exprimido corriese en claros arroyos de fragante néctar por cauces de flores, como pudiera imaginárselo en poético ensueño un candoroso colegial amamantado con los idilios de Teócrito y las Geórgicas de Virgilio; pero entre los canastillos de dorados racimos con tornados de rosas y las mugrientas comportas; entre los rubios zagales y los bistrosos pisaúvas; entre los marmóreos estanques sombreados por los cimamomos y las magnolias y las subterráneas balsas en que a la escasa luz del candil reverbera un líquido negro y pringoso, remedo de la onda muerta de la estigia, hay un término medio que quisiéramos nosotros haber encontrado en esos lagares navarros, que sin embargo se nos asegura que no pueden ser otra cosa que lo que son... La verdad es que el vino que sale de aquellos oscuros antros es excelente. Pero la realidad tiene poca poesía"
Está claro que en 150 años las cosas han cambiado y hoy las bodegas son impolutos recintos donde hasta el fuerte olor del mosto fermentado está tamizado por los limpios matices del entorno.
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