"Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay otros que luchan muchos años y son muy buenos. Pero hay quienes luchan toda la vida, esos son imprescindibles."
Bertolt Brecht
"En gran parte del continente africano, donde los reyes magos no encuentran zapatos para dejar juguetes, ni tendrían juguetes para dejar si hubiera zapatos, “los otros reyes magos” reparten algo más importante: esperanza. El seis de enero, el siete, el ocho y todos los días del año, durante muchos años, hombres y mujeres como el agredeño José Luís Ruiz, comparten penas y alegrías con los hijos de estas tierras.
Nos encontramos con el padre José Luís allá por el mes de julio, época en la que andábamos preparando un viaje que nos llevaría a Sudáfrica, Zimbabue y Mozambique. A través de Cáritas diocesana de Osma-Soria pudimos contactar con él en su Ágreda natal, donde se encontraba pasando unos días de vacaciones junto a sus seres queridos.
Quedamos gratamente impresionados con un hombre que, aunque ya en la madurez de la vida, todavía tenía fuerzas para seguir trabajando por y con su gente de Dete, localidad de la provincia zimbabuense de Hwange, donde se encuentra actualmente. Aquí, junto a otros misioneros y misioneras, naturales y foráneos, atiende la misión de San Francisco Javier de esta población, además de otras comunidades repartidas por toda la zona.
Y con la curiosidad propia de unos viajeros deseosos de conocer de primera mano como viven y trabajan aquellas personas que un día decidieron dejar su familia y su tierra para dedicarse en cuerpo y alma a los más necesitados, acordamos vernos en “su” país a finales del mes de septiembre, y así poder compartir con él y su gente alguna jornada.
Llegamos a Dete procedentes de Johannesburgo después de un viaje de algo más de 18 horas. Primero en un autobús sudafricano relativamente moderno y cómodo que nos trasladó hasta la ciudad e Bulawayo, ya en Zimbabue, situada a unos 300 km de la misión; a partir de allí en una camioneta en la que aunque deberían haber ido no más de 18 personas, en algunos tramos llegamos a contar 38 y las más de las veces no menos de 30 viajeros.La antigua Rodesia del Sur está situada al sur de África, entre el río Zambeze, las cataratas Victoria y el río Limpopo, limitando al oeste con Botsuana, al norte con Zambia, al sur con Sudáfrica y al este con Mozambique.
Actualmente su “Índice de Desarrollo Humano” es el más bajo de todo el planeta, incluso por debajo de países como Haití, Afganistán o Moldavia. Este exponente, elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, es una forma de medir la calidad de vida de una determinada comunidad en el medio en que se desenvuelve y una variable fundamental para la calificación de un país o región. No podíamos imaginar que esta realidad se manifestase ante nuestros ojos de forma tan contundente, nada más atravesar el paso fronterizo de Musina. Al entrar en Zimbabue, uno tiene la sensación de que todo el mundo ha salido corriendo: muchos servicios e infraestructuras como centros hospitalarios, ferrocarril, transporte público, correos, servicios de agua, luz y teléfono, o no funcionan o lo hacen de forma deficiente; las carreteras se encuentran en muy mal estado y muchas gasolineras fuera de servicio. Si bien se ven coches y autobuses, prácticamente todo el mundo se desplaza a pie, muchas veces descalzos, con las manos en los bolsillos los hombres y con paquetes encima de sus cabezas las mujeres.
Sin embargo, ningún índice nos podría medir nunca la simpatía con la que nos recibieron en Dete los parroquianos del padre José Luís y, especialmente, los niños. Decenas y decenas salían por doquier a nuestro encuentro deseosos de compartir lo poco que tenían: un abrazo, un beso y una sonrisa. Y de esa alegría por la vida que irradiaba de sus corazones, no cabe duda de que gran parte se debe a estos “otros reyes magos”.
Pero este país de 12 millones de habitantes, ahora una oscura sombra, en la década de los ochenta llegó a convertirse, tras su independencia de Gran Bretaña, en uno de los mayores productores de cereales y tabaco de todo África. Después de decenas de años bajo el yugo de gobernantes que han ido apropiándose de todo lo material y hasta lo inmaterial que han tenido al alcance de la mano, Zimbabue se enfrenta en la actualidad a una situación social y económica sumamente deteriorada: la tasa de desempleo ronda el 90% de la población adulta, la esperanza de vida en el país apenas supera los 45 años, la mortalidad infantil hasta los 10 años es de un 65 por ciento y la prevalencia del VIH/SIDA alcanza el 14 %. Por otro lado, hace algo más de un año que la moneda local dejó de tener valor y desapareció de la circulación; los billetes, de los cuales se llegaron a imprimir unidades con un valor de diez trillones de dólares zimbabuenses, no eran sino promesas de pago con caducidad y escaso valor real.
Con esta catastrófica carta de presentación, el presidente Mugabe celebró su 85 cumpleaños junto con miles de seguidores. El diario EL PAÍS, en su edición digital del 10 de febrero de 2009, se hacía eco del fastuoso menú de la fiesta: "2.000 botellas de champán (preferentemente Moët & Chandon y 61 Bollinger), 8.000 langostas, 100 kilos de gambas, 4.000 porciones de caviar, 3.000 patos, 16.000 huevos, 3.000 tartas de chocolate y vainilla y 8.000 cajas de bombones Ferrero Rocher". En la misma crónica y citando como fuente al periódico británico The Times, se podía leer que "el tirano zimbabuense no escatima en gastos para rendirse un lujoso y opulento homenaje entre los suyos, mientras siete millones de zimbabuenses necesitan ayuda humanitaria urgente para sobrevivir al hambre, según datos oficiales de Naciones Unidas (ONU)."Y aunque sistemáticamente desde las esferas del poder se anuncia y promete reducir la pobreza, al final siempre es el pueblo el culpable de que no se les deje gobernar. Y ese pueblo que vive, o más bien sobrevive sumiso, agudizando el ingenio, apenas tiene ya fuerzas para elevar su voz. Si no tienen qué comer, se resignan; si no encuentran alivio médico para sus enfermedades, aguantan sufriendo; si no pueden pagar un autobús o este no llega, utilizan el “coche de San Fernando”; si no,…. Y en la zona de influencia de la misión esto se palpa y se toca con las manos.
La población de Dete es una área especialmente castigada: el índice de paro, el número de enfermos de SIDA, el de huérfanos y en general, el porcentaje de personas por debajo del umbral de la pobreza, superan la media nacional. El otrora rico municipio minero, es ahora un pueblo venido a menos en torno a una estación de ferrocarril, también venida a menos.
Pero ahí están siempre estos “otros reyes magos” que trabajan más para los africanos y con los africanos que para salvar a África, y que responden raudos a las demandas de la población en las esferas prioritarias de educación, salud, nutrición y protección infantil.En la escuela primaria de la misión estudian cerca de 400 niños y niñas de la zona, y se atienden además otras necesidades materiales. Aquí aprenden aptitudes para la vida práctica que pueden ayudarles a evitar enfermedades, como el SIDA o la malaria; también reciben vacunas que les pueden salvar la vida, agua potable y alimentos.
En nuestra visita al centro escolar pudimos constatar como a la hora del recreo, de forma ordenada, todos los estudiantes acudían veloces a por su ración diaria de papilla de harina suplementada con nutrientes y vitaminas. Nos decía el padre José Luís que, si bien la educación “es gratuita”, cada alumno supone un coste de algo más de 100 euros al año, incluyendo matrícula, vestuario, libros y alimentación. La asunción de este gasto es considerado como algo irrenunciable por el bien de los más pequeños, lo cual implica que un gran número de familias tenga que recurrir a las más variopintas e insospechadas fórmulas de endeudamiento. No obstante, el impago de las tasas escolares es responsable de numerosos casos de absentismo escolar.
En Dete, además de la escuela primaria, también atienden una residencia de ancianos que han promovido y construido para acoger a personas mayores que no tienen dónde vivir. Son en general antiguos mineros del carbón venidos de otros países africanos cuando en la zona bullía la actividad económica, y que cuando cerraron las explotaciones mineras se quedaron en la calle con lo puesto y sin posibilidad de regresar a sus lugares de origen.Da gusto verles a la puerta de sus habitaciones tomando el sol, reflexionando sobre quién sabe qué, o arreglando su pedacito de huerta que les permitirá obtener algunos ingresos para sus “vicios”.
Pero estos ancianos algún día fueron niños como los que a lo largo y ancho del país se ven correteando por todos lados y jugando con los artilugios más insólitos. Es tal la insuficiencia de todo tipo, que incluso pudimos ver a un niño arrastrando del tallo, a modo de cochecillo de juguete, la hoja de una hortaliza arrancada de una huerta cercana. Y parecía feliz.
Y también parecían felices las abuelas que nos recibieron con sus mejores galas cuando, acompañados del padre José Luís, nos invitaban a conocer sus humildes viviendas: cabañas de tejado de paja y estructura de adobe, en el mejor de los casos, que se diseminan por todo el territorio. Las más de formas redondeadas, aunque tampoco es extraño ver de vez en cuando alguna de planta cuadrada.
Los núcleos familiares se agrupan en el interior de pequeños cercados en los que a partir de una construcción inicial se van añadiendo otras según crece la familia. La matriarca cocina, normalmente una vez al día, en una cabaña comunal en la que se mantiene constantemente el fuego o al menos los rescoldos de lo que unas horas antes lo fue. En un extremo de la parcela, el ganado en régimen de semiestabulación; en el otro, algo de huerta y algún frutal. Y en algunas zonas, estratégicamente distribuidas por toda la comarca, las construcciones comunales: iglesias, salones sociales o centros multifuncionales levantados con la ayuda y la participación de los vecinos.
También pudimos departir una mañana con un grupo numeroso de éstos que se afanaba en la fabricación de ladrillos de barro para la construcción, en este caso de unas letrinas. Con todos ellos y con sus señoras, que además de ayudar habían hecho el almuerzo, nos restauramos con una tradicional comida a base de papilla de harina de maíz, un poco de verdura y algo de picadillo de soja.
Cuando uno habla de escuelas, asilos, hospitales o casas en este lugar recóndito de África, pudiera parecer que sus habitantes gozan de todo tipo de servicios. Nada más lejos de la realidad. Entre lo que nosotros conocemos como colegios, residencias de ancianos, clínicas o viviendas, y lo que podemos ver en la zona de Dete, solo una gran coincidencia: en todos los casos, los estudiantes, ancianos, enfermos e inquilinos, son personas.
Y alguna otra: mantener todo esto tiene un coste económico. Pero aquí y en otros lugares del continente africano el gobierno se desentiende, y tienen que ser otras instituciones y organizaciones no gubernamentales las que asumen la labor con la ayuda de nuestras aportaciones. Este sería el mejor regalo que podríamos ofrecer para celebrar el día de reyes, posibilitando así que estos “otros reyes magos” puedan encontrar al menos algunos zapatos, arrancando otra vez esa sonrisa de los niños y mayores del pueblo de Dete y su comarca, de la que nosotros pudimos disfrutar gracias al padre José Luís, soriano de Ágreda."
APORTACIONES PARA LOS REYES MAGOS DE DETE (ZIMBABUE), colaboración con José Luis Ruiz Hernández a través de:
CÁRITAS DIOCESANA DE OSMA-SORIA cuenta corriente en Caja Duero 2104 0530 11 9160191059
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