Situada prácticamente en el centro geográfico de Navarra, esta cumbre pertenece a la Sierra de Alaiz, en cuyas estribaciones se alza.
Cualquiera que haya pasado por la A15 o la N121 entre Tafalla y Pamplona, a mitad de camino entre ambas localidades, se habrá fijado en su perfecta silueta boscosa, coronada en su vértice por un promontorio rocoso.
A sus faldas, el pueblo que le da nombre, muy cuidado actualmente en su urbanización.
Unzué está situado al norte del valle de la Valdorba, Orbaibar en euskera, unos pocos kilómetros al Sur de Iruña.
Algunos de sus enclaves fueron deshabitados entre los años 60 y70 del pasado siglo y recuperados como segundas residencias por los descendientes de quienes los habitaron.
Todos ellos se caracterizan por la riqueza de su patrimonio cultural. En sus municipios se conservan importantes vestigios del arte románico, tanto en edificios civiles como religiosos.
La iglesia de Unzué también tiene su origen en una ermita románica del siglo XII de la que conserva su gran portada de medio punto en el lado sur.
Detrás de la iglesia, nos dirigimos hacia el cementerio. Rebasado éste, pasamos por una tumba (es relativamente reciente, de 1987) y algún contencioso con el consistorio habrán tenido sus familiares para enterrar a su pariente fuera del camposanto.
El camino más fácil y habitual sale a la derecha para confluir con el que viene de la parte baja del pueblo, pero lo utilizaremos para la bajada.
Escogemos el más directo y empinado a la izquierda que sube entre los matorrales hacia la siniestra de la roca.
El lluvioso invierno ha propiciado que la vegetación crezca profusamente y casi se pierda la pista del sendero en algunos tramos. De hecho, se nota lo poco transitado que es este camino y cuesta mantenerse dentro del mismo sin desviarse.
A medio camino atravesamos los bosques de boj y carrasca, característicos de esta zona.
Seguimos ascendiendo intentando no perder el sendero hasta alcanzar la parte izquierda de la roca que conforma la cima.
En este punto es fácil perder el camino y hay que ir ascendiendo ayudándonos con las manos por la parte izquierda de la roca, bordeándola hasta adentrarse en una chimenea rodeados de roca. Hoy el camino está seco, pero en un día lluvioso intuimos que es fácil resbalarse.
Superado este tramo, y echando la vista atrás, entre las rocas asoma la vecina cumbre de la Peña del Abrigo (915 m.), también en la Sierra de Alaiz.
Detrás, la Comarca de Pamplona. Sigo ascendiendo por la roca, ahora hacia la derecha y ayudado por algunas cadenas clavadas por algún alma caritativa alcanzo la cima de la Peña Unzué (990 m.). La subida me ha llevado aproximadamente 1 h.10'
El buzón no está situado en la parte más alta de la montaña, sino en un promontorio contiguo.
Desde la parte más alta, y hacia el sureste, los molinos de Guerinda. Sobre éstos, decir que será difícil subir algún monte de Navarra desde el que no veamos alguno de estos modernos "gigantes del Quijote".
En cuanto a los de la sierra de Guerinda conforman en conjunto (115 molinos) el mayor parque eólico de Europa, produciendo el 6% de la energía que se consume en Navarra. Al fondo, la Higa de Monreal, otro de los promontorios de la Zona Media de Navarra visible desde multitud de puntos.
Inicio el descenso por el camino más marcado hacia la vertiente que no he utilizado a la subida, bordeando la cima por el sur. El itinerario mucho más amplio y marcado que el utilizado en la subida se interna en el bosque de carrasca y boj, amortiguando el calor que ya empieza a apretar en este de momento caluroso abril que estamos padeciendo.
Salimos de la sombra y con el pueblo de Unzué ya a la vista, bajamos placenteramente por el camino. El bochorno empieza a hacerse poco soportable. De haber utilizado esta vía también para la subida, ésta habría sido mucho más cómoda.
Una nueva imagen de Untzueko Harria, que dejamos a nuestra derecha.
Toda esta zona está íntimamente ligada a los conflictos bélicos del siglo XIX. En estas fechas de bicentenarios de la Guerra de la Independencia, no queda menos que recordar a los dos Mina, liberales acérrimos que lucharon por estas tierras contra los franceses.
Xabier Mina, el Estudiante, o el Mozo, según cuenta su tío en tercer grado, Francisco Espoz y Mina en sus Memorias, ya había protagonizado alguna escaramuza por estos campos de la Valdorba en los primeros compases de la guerra, después de atacar a las tropas imperiales en Oyarzun.
Francisco Espoz e Illundain, retoma el testigo dejado por su sobrino y en tributo a éste y para dar cierto carácter de continuidad a la empresa emprendida por aquél adopta su tercer apellido como segundo, siendo conocido a partir de entonces como Espoz y Mina.
El continuo ir y venir de tropas entre las guarniciones francesas de Pamplona y Tafalla, hizo que este escenario de Unzué también fuese testigo de diversas escaramuzas como las ocurridas en julio de 1810 y que relata en sus citadas Memorias:
Entre estos pensamientos, alcanzo el pueblo de Unzué y regreso a Tafalla, donde todavía me da tiempo a disfrutar del "vermouth" con los amigos.
Un recuerdo a mi aitona, Jesús Zubiri Alzueta, a quien debemos nuestro amor por la historia de Euskal Herria y sus gentes, y que, como muchos otros tafalleses, no guardaba gran simpatía por Espoz y Mina, a quien culpaba con razón de la quema y desaparición del Palacio de Tafalla, que ganaba en grandeza, esplendor y suntuosidad al de la vecina Olite.
Este aspecto tenían los restos del Cenador del Rey del palacio en la segunda mitad del siglo XIX, según apuntes tomados del natural por Pedro de Madrazo para su obra "Navarra y Logroño" (1886).
A principios del siglo XX sólo quedaban restos de alguna silla de piedra del jardín y de la emblemática torre de Otxagabia, en la que estuvo preso el Príncipe de Viana.
Ésta y otras muchas historias quedan pendientes de desarrollo en el futuro.
Cualquiera que haya pasado por la A15 o la N121 entre Tafalla y Pamplona, a mitad de camino entre ambas localidades, se habrá fijado en su perfecta silueta boscosa, coronada en su vértice por un promontorio rocoso.
A sus faldas, el pueblo que le da nombre, muy cuidado actualmente en su urbanización.
Unzué está situado al norte del valle de la Valdorba, Orbaibar en euskera, unos pocos kilómetros al Sur de Iruña.
Algunos de sus enclaves fueron deshabitados entre los años 60 y70 del pasado siglo y recuperados como segundas residencias por los descendientes de quienes los habitaron.
Todos ellos se caracterizan por la riqueza de su patrimonio cultural. En sus municipios se conservan importantes vestigios del arte románico, tanto en edificios civiles como religiosos.
La iglesia de Unzué también tiene su origen en una ermita románica del siglo XII de la que conserva su gran portada de medio punto en el lado sur.
Detrás de la iglesia, nos dirigimos hacia el cementerio. Rebasado éste, pasamos por una tumba (es relativamente reciente, de 1987) y algún contencioso con el consistorio habrán tenido sus familiares para enterrar a su pariente fuera del camposanto.
El camino más fácil y habitual sale a la derecha para confluir con el que viene de la parte baja del pueblo, pero lo utilizaremos para la bajada.
Escogemos el más directo y empinado a la izquierda que sube entre los matorrales hacia la siniestra de la roca.
El lluvioso invierno ha propiciado que la vegetación crezca profusamente y casi se pierda la pista del sendero en algunos tramos. De hecho, se nota lo poco transitado que es este camino y cuesta mantenerse dentro del mismo sin desviarse.
A medio camino atravesamos los bosques de boj y carrasca, característicos de esta zona.
Seguimos ascendiendo intentando no perder el sendero hasta alcanzar la parte izquierda de la roca que conforma la cima.
En este punto es fácil perder el camino y hay que ir ascendiendo ayudándonos con las manos por la parte izquierda de la roca, bordeándola hasta adentrarse en una chimenea rodeados de roca. Hoy el camino está seco, pero en un día lluvioso intuimos que es fácil resbalarse.
Superado este tramo, y echando la vista atrás, entre las rocas asoma la vecina cumbre de la Peña del Abrigo (915 m.), también en la Sierra de Alaiz.
Detrás, la Comarca de Pamplona. Sigo ascendiendo por la roca, ahora hacia la derecha y ayudado por algunas cadenas clavadas por algún alma caritativa alcanzo la cima de la Peña Unzué (990 m.). La subida me ha llevado aproximadamente 1 h.10'
El buzón no está situado en la parte más alta de la montaña, sino en un promontorio contiguo.
Desde la parte más alta, y hacia el sureste, los molinos de Guerinda. Sobre éstos, decir que será difícil subir algún monte de Navarra desde el que no veamos alguno de estos modernos "gigantes del Quijote".
En cuanto a los de la sierra de Guerinda conforman en conjunto (115 molinos) el mayor parque eólico de Europa, produciendo el 6% de la energía que se consume en Navarra. Al fondo, la Higa de Monreal, otro de los promontorios de la Zona Media de Navarra visible desde multitud de puntos.
Inicio el descenso por el camino más marcado hacia la vertiente que no he utilizado a la subida, bordeando la cima por el sur. El itinerario mucho más amplio y marcado que el utilizado en la subida se interna en el bosque de carrasca y boj, amortiguando el calor que ya empieza a apretar en este de momento caluroso abril que estamos padeciendo.
Salimos de la sombra y con el pueblo de Unzué ya a la vista, bajamos placenteramente por el camino. El bochorno empieza a hacerse poco soportable. De haber utilizado esta vía también para la subida, ésta habría sido mucho más cómoda.
Una nueva imagen de Untzueko Harria, que dejamos a nuestra derecha.
Toda esta zona está íntimamente ligada a los conflictos bélicos del siglo XIX. En estas fechas de bicentenarios de la Guerra de la Independencia, no queda menos que recordar a los dos Mina, liberales acérrimos que lucharon por estas tierras contra los franceses.
Xabier Mina, el Estudiante, o el Mozo, según cuenta su tío en tercer grado, Francisco Espoz y Mina en sus Memorias, ya había protagonizado alguna escaramuza por estos campos de la Valdorba en los primeros compases de la guerra, después de atacar a las tropas imperiales en Oyarzun.
"Y revolviendo inmediatamente sobre su base, en un intermedio de tiempo muy corto, batió a fuerzas francesas en Barasoain, en Noain y en la venta de Unzué, en cuyas acciones aprehendió hombres y armas."Tras la detención de Mina el Mozo el 29 de marzo de 1810 en Labiano y su conducción a prisión en París, el Corso terrestre de Navarra se desintegra, volviendo la mayoría de sus componentes a sus casas.
Francisco Espoz e Illundain, retoma el testigo dejado por su sobrino y en tributo a éste y para dar cierto carácter de continuidad a la empresa emprendida por aquél adopta su tercer apellido como segundo, siendo conocido a partir de entonces como Espoz y Mina.
El continuo ir y venir de tropas entre las guarniciones francesas de Pamplona y Tafalla, hizo que este escenario de Unzué también fuese testigo de diversas escaramuzas como las ocurridas en julio de 1810 y que relata en sus citadas Memorias:
"El 28 del propio mes de julio tuve una reñidísima acción entre el Carrascal y Biurrun, con una fuerte columna enemiga que duró todo un día. Ni los franceses ni yo perdimos terreno y unos y otros levantamos el campo en dirección de retirada: yo tomé el alto de Añorbe y los franceses el camino de Pamplona. Ignoro la pérdida que habría experimentado el enemigo y recuerdo que en sólo un cuerpo de los míos resultaron quince muertos y pasaban de sesenta los heridos; más me desquité bien pronto porque sin finalizar el mes, aprisioné un convoy en el Carrascal, derroté la división que lo convoyaba y me valió doscientos prisioneros, trescientos fusiles, gran cantidad de salitre y diez mil cartuchos"A quien escribe, con bastante menos ardor guerrero, le tocó en la afortunadamente extinta "mili" pasar unos días en los ya entonces abandonados barracones de el Carrascal, junto a Muruarte de Reta, donde habíamos llegado andando desde Pamplona. En la foto, en primer término.
Entre estos pensamientos, alcanzo el pueblo de Unzué y regreso a Tafalla, donde todavía me da tiempo a disfrutar del "vermouth" con los amigos.
Un recuerdo a mi aitona, Jesús Zubiri Alzueta, a quien debemos nuestro amor por la historia de Euskal Herria y sus gentes, y que, como muchos otros tafalleses, no guardaba gran simpatía por Espoz y Mina, a quien culpaba con razón de la quema y desaparición del Palacio de Tafalla, que ganaba en grandeza, esplendor y suntuosidad al de la vecina Olite.
Este aspecto tenían los restos del Cenador del Rey del palacio en la segunda mitad del siglo XIX, según apuntes tomados del natural por Pedro de Madrazo para su obra "Navarra y Logroño" (1886).
A principios del siglo XX sólo quedaban restos de alguna silla de piedra del jardín y de la emblemática torre de Otxagabia, en la que estuvo preso el Príncipe de Viana.
Ésta y otras muchas historias quedan pendientes de desarrollo en el futuro.
Menuda clase de historia. Da gusto lo bien explicado que está y de paso sea dicho lo que aprendes.
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