Este mes de Junio, concretamente el próximo día 28, se cumplen 300 años del nacimiento en Ginebra del filósofo Jean Jacques Rousseau (1712-1778). También este año se cumplen 250 de la publicación de dos de sus más importantes obras: "Emile" y "Du contract social" (1762)
Enfrascado como estoy en el estudio de los años finales del siglo XVIII, no puedo pasar por alto este aniversario para dedicar una modesta reflexión a uno de los pensadores que más influyeron en los cambios que se produjeron durante esos años y que fueron germen de muchas de las ideas y objetivos vitales de los ciudadanos que hemos habitado el planeta estos tres últimos siglos.
Sus ideas sobre la educación, plasmadas en su "Emilio" o sobre la organización político-social, supusieron un cambio radical en la concepción de la posición de los individuos o ciudadanos, en terminología de la época, pasando de ser sujetos pasivos a participar activamente en los aconteceres políticos desde cualquiera de los ámbitos en el que transcurra nuestro quehacer vital, sea éste el trabajo, la escuela, la familia, nuestro pueblo o nuestro tiempo de ocio.
Y es precisamente en estos momentos en los que hemos cedido nuestra soberanía a unos políticos alejados de la realidad e incapaces de defender a aquéllos a quienes representan, cuando muchas de las ideas de Rousseau vuelven a estar de actualidad, a pesar de haber transcurrido tres siglos desde su formulación.
Algo tan evidente para nosotros como su afirmación de que "la primera fuente del mal es la desigualdad", todavía no es universalmente aceptada trescientos años después.
El pensador ginebrino, firme defensor de lo que hoy llamaríamos "democracia directa", afirmaba que "tan pronto como un pueblo se da representantes, deja de ser libre y de ser pueblo"
De ahí que creyese que sus ideas eran más factibles en Estados pequeños que en los grandes, donde la participación del ciudadano se diluye, mediatizada por los intermediarios.
En su "Escritos sobre el abad de Saint Pierre" (1761) donde analiza y comenta los ensayos del plenipotenciarioabate francés sobre una confederación europea a la que llama "La Paz perpetua" y que daría origen a la conocida obra de Kant, "Sobre la paz perpetua" (1795), podemos leer este texto que parece predecir la situación en la que algunos países de Europa se encuentra en nuestros días:
Las guerras ya no las hacen los ejércitos de vistosos uniformes sino una legión de ejecutivos (no olvidemos que ejecutivo viene de ejecutar) que nos manejan a su antojo y atacan y aprovechan la mínima debilidad con el único objetivo de acumular cada vez más riqueza.
Volviendo al autor de "Del contrato social", ya nos advertía de que el desarrollo intelectual había ido acompañado por la decadencia moral y que toda la vida política y social descansa sobre unos falsos valores, admitidos por todos como irrefutables y que conducen a la degradación de las instituciones sociales y la enajenación del individuo.
No es de extrañar por tanto, que sus ideas fuesen perseguidas y prohibidas en la España de la Inquisición por miedo al contagio y que hablar de Rousseau supusiese poco menos que mentar al diablo, en un país en el que paradójicamente la Ilustración y sus escasos ilustrados se distinguieron del resto de los europeos fundamentalmente porque fueron más moderados que aquéllos en sus ataques a la religión y a la Iglesia.
La traducción y lectura de sus obras estuvo prohibida por la censura desde 1764 hasta 1808, como la de otros autores franceses contemporáneos: Voltaire, Bayle, Diderot, Montesquieu, Condorcet o Condillac.
Rousseau fue no obstante conocido muy pronto. El editor Francois Grasset escribe a Rousseau que había visto quemar en Madrid en 1765 el "Emilio" en la iglesia de los Dominicos "un domingo a la salida de misa mayor y en presencia de gran número de imbéciles" lo cual incitó a "varios señores españoles" a procurárselo a cualquier precio.
A pesar de que la obra de Rousseau no se tradujo al castellano hasta finales de la centuria, circuló entre los intelectuales ilustrados, que la leían en francés, como muchos de los integrantes de la Real Sociedad Vascongada de Amigos del País, que siguiendo la costumbre de las familias nobles vascas de la época, se habían formado en colegios y universidades del Sur de Francia.
De hecho Rousseau se consideró amigo y se carteó con alguno de ellos, como Ignacio Manuel de Altuna, a quien cita en sus "Confesiones".
La primera traducción al castellano de una de sus obras fue la edición en Londres en 1799 del "Contrato Social". En España no se editará hasta 1812 en Valencia.
Recordemos 300 años después a un hombre paradójico, siempre luchando entre sus ideas y los caminos por los que le llevaba su vida personal, lo cual por otra parte lo hacían más humano, y que habitó la convulsa Europa de finales del XVIII, dejando en sus escritos una visión universal del hombre y su relación con el entorno y sus semejantes que no ha perdido vigencia a pesar del tiempo transcurrido. ¡Leámoslo!
Enfrascado como estoy en el estudio de los años finales del siglo XVIII, no puedo pasar por alto este aniversario para dedicar una modesta reflexión a uno de los pensadores que más influyeron en los cambios que se produjeron durante esos años y que fueron germen de muchas de las ideas y objetivos vitales de los ciudadanos que hemos habitado el planeta estos tres últimos siglos.
Sus ideas sobre la educación, plasmadas en su "Emilio" o sobre la organización político-social, supusieron un cambio radical en la concepción de la posición de los individuos o ciudadanos, en terminología de la época, pasando de ser sujetos pasivos a participar activamente en los aconteceres políticos desde cualquiera de los ámbitos en el que transcurra nuestro quehacer vital, sea éste el trabajo, la escuela, la familia, nuestro pueblo o nuestro tiempo de ocio.
Y es precisamente en estos momentos en los que hemos cedido nuestra soberanía a unos políticos alejados de la realidad e incapaces de defender a aquéllos a quienes representan, cuando muchas de las ideas de Rousseau vuelven a estar de actualidad, a pesar de haber transcurrido tres siglos desde su formulación.
Algo tan evidente para nosotros como su afirmación de que "la primera fuente del mal es la desigualdad", todavía no es universalmente aceptada trescientos años después.
El pensador ginebrino, firme defensor de lo que hoy llamaríamos "democracia directa", afirmaba que "tan pronto como un pueblo se da representantes, deja de ser libre y de ser pueblo"
De ahí que creyese que sus ideas eran más factibles en Estados pequeños que en los grandes, donde la participación del ciudadano se diluye, mediatizada por los intermediarios.
En su "Escritos sobre el abad de Saint Pierre" (1761) donde analiza y comenta los ensayos del plenipotenciarioabate francés sobre una confederación europea a la que llama "La Paz perpetua" y que daría origen a la conocida obra de Kant, "Sobre la paz perpetua" (1795), podemos leer este texto que parece predecir la situación en la que algunos países de Europa se encuentra en nuestros días:
" Veo pueblos desventurados gimiendo bajo un yugo de hierro, al género humano aplastado por un grupo de opresores, una multitud hambrienta, abrumada de trabajos y hambre, de la que el rico bebe en paz la sangre y las lágrimas, y por doquier el fuerte armado contra el débil con el temible poder de las leyes"No pretendo exagerar la situación, pero los ciudadanos hemos perdido nuestra soberanía en manos de unos políticos que creen tenerla y son meras marionetas de ese ente que gobierna el mundo y las leyes a su antojo y que eufemísticamente llamamos "los mercados", o sea la versión más salvaje del capitalismo.
Las guerras ya no las hacen los ejércitos de vistosos uniformes sino una legión de ejecutivos (no olvidemos que ejecutivo viene de ejecutar) que nos manejan a su antojo y atacan y aprovechan la mínima debilidad con el único objetivo de acumular cada vez más riqueza.
Volviendo al autor de "Del contrato social", ya nos advertía de que el desarrollo intelectual había ido acompañado por la decadencia moral y que toda la vida política y social descansa sobre unos falsos valores, admitidos por todos como irrefutables y que conducen a la degradación de las instituciones sociales y la enajenación del individuo.
No es de extrañar por tanto, que sus ideas fuesen perseguidas y prohibidas en la España de la Inquisición por miedo al contagio y que hablar de Rousseau supusiese poco menos que mentar al diablo, en un país en el que paradójicamente la Ilustración y sus escasos ilustrados se distinguieron del resto de los europeos fundamentalmente porque fueron más moderados que aquéllos en sus ataques a la religión y a la Iglesia.
La traducción y lectura de sus obras estuvo prohibida por la censura desde 1764 hasta 1808, como la de otros autores franceses contemporáneos: Voltaire, Bayle, Diderot, Montesquieu, Condorcet o Condillac.
Rousseau fue no obstante conocido muy pronto. El editor Francois Grasset escribe a Rousseau que había visto quemar en Madrid en 1765 el "Emilio" en la iglesia de los Dominicos "un domingo a la salida de misa mayor y en presencia de gran número de imbéciles" lo cual incitó a "varios señores españoles" a procurárselo a cualquier precio.
A pesar de que la obra de Rousseau no se tradujo al castellano hasta finales de la centuria, circuló entre los intelectuales ilustrados, que la leían en francés, como muchos de los integrantes de la Real Sociedad Vascongada de Amigos del País, que siguiendo la costumbre de las familias nobles vascas de la época, se habían formado en colegios y universidades del Sur de Francia.
De hecho Rousseau se consideró amigo y se carteó con alguno de ellos, como Ignacio Manuel de Altuna, a quien cita en sus "Confesiones".
La primera traducción al castellano de una de sus obras fue la edición en Londres en 1799 del "Contrato Social". En España no se editará hasta 1812 en Valencia.
Recordemos 300 años después a un hombre paradójico, siempre luchando entre sus ideas y los caminos por los que le llevaba su vida personal, lo cual por otra parte lo hacían más humano, y que habitó la convulsa Europa de finales del XVIII, dejando en sus escritos una visión universal del hombre y su relación con el entorno y sus semejantes que no ha perdido vigencia a pesar del tiempo transcurrido. ¡Leámoslo!
Bordado Emilio. Como pez en el agua. Para cuando tu blog de filosofía y actualidad. Por supuesto te retwiteo y te facebookeo
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