El sábado participé en Donostia-San Sebastián en el Gaztelu Eguna,
que desde los años 90 y organizado por la Cofradía Vasca de Gastronomía (que como su nombre indica, no es
precisamente una organización militar), intenta recordar la capitulación
francesa del Castillo de la Mota de Urgull ante el ejército aliado un 8 de septiembre de hace doscientos años y la decisión
de los habitantes de la ciudad de reconstruirla reunidos en Zubieta, como de
todos es conocido.
Al pasar por la iglesia de San Vicente me topé con los
paneles presuntamente informativos que Donostia Sutan colocó para apoyar su
versión de los hechos. Una vez más, se insiste en los mismos argumentos
torciteros y sin base documental, totalmente innecesarios por otra parte para
defender una causa legítima y que no necesita de esos apoyos que en mentes
normales pueden tener el efecto contrario al deseado. Sus correligionarios ya
están convencidos per se.
El victimismo siempre ha sido utilizado como banderín de
enganche por todas aquellas mentes privilegiadas y visionarias que a lo largo
de la historia han pretendido iluminar al pueblo ignorante y guiarlo por el
buen camino (léase religiones, estalinismos, nacionalsocilaismos y cualquier
tipo de fundamentalismo hasta el yijadismo de nuestros días)
Participo activamente
en las recreaciones históricas napoleónicas que se celebran a lo largo y
ancho de Europa, y la motivación que me mueve a ello, no es más que la afición
por la historia, sin ningún tipo de belicismo ni amor a las armas, aunque
reconozco que puede haber personas que lo hagan por cualquier otro gusto o
motivación. En cualquier caso, nunca me he sentido militarizado en ninguna de
las que he participado, sino que impera el respeto entre los participantes y un
afán común por intentar reconstruir lo más fidedignamente posible la vida de
los soldados de a pie que sembraron de cadáveres los campos de la Europa de
principios del XIX en este caso, motivados algunos de ellos como se desprende
de sus memorias y escritos, por un afán de gloria o un pretendido amor a su
patria, pero en su mayoría por huir del hambre o conminados en el caso de los
franceses por las levas obligatorias que dejaron a su país sin dos millones de
jóvenes y una generación perdida en el
tiempo, muchos de ellos también vascos de Iparralde, con tanto derecho a ser
considerados como tales como los habitantes de San Sebastián o como tantos
voluntarios vascos que como recuerda Carlos Rilova en su artículo del blog de historia del DV, lucharon en el ejército español, nos guste o no.
La Historia es como es y no como queremos que hubiese sido y
no es necesario apoyarnos en ella, para legitimar un pretendido derecho.
Simplemente, la voluntad de los ciudadanos y su convicción de pertenencia a un
grupo diferenciado por su cultura, costumbres o voluntad es y debería ser suficiente justificación para
quienes defienden un pretendido derecho de autodeterminación, sin
tener que recurrir a tergiversar acontecimientos, deslegitimando con ello paradójicamente
aquello que quieren reforzar.
Apoyarse en argumentos ahistóricos pretendidamente
legitimadores de nuestro derecho es contraproducente para aquellos que
afortunadamente ya somos capaces de pensar por nosotros mismos sin que nos
tutele ningún autoproclamado guía espiritual o político.
Como nos recordaba otro vasco universal denostado por
quienes en su ignorancia sólo recuerdan a aquéllos que piensan como uno, en su
conocido discurso del 12 de octubre de 1936,
"Vencer no es convencer, y hay que convencer, sobre todo, y no puede convencer el odio que no deja lugar para la compasión (...) Venceréis pero no convenceréis. Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta; pero no convenceréis, porque convencer significa persuadir. Y para persuadir necesitáis algo que os falta: razón y derecho en la lucha"
Y no serán aquellos que han legitimado y apoyado el uso de
las armas como vehículo de imposición de sus ideas, quienes puedan tildar a uno
de militarista porque inocentemente recrea la historia como fue, una lucha
entre pobres ciudadanos que se veían obligados a luchar como ya he dicho más
arriba por mor de las levas o por mitigar su hambre, pasando toda clase de
penalidades cuando no muriendo torturados por las amputaciones e infecciones.
Para quien le interese conocer la historia desde el punto de vista de uno de esos
soldados, en este caso, enrolado en el ejército británico, le recomiendo leer “Recuerdosde este fusilero” de Benjamín Harris, publicado por la editorial Reino de
Redonda, del escritor Javier Marías en 2008, delicioso relato del paso de este
fusilero por algunas de las campañas napoleónicas, entre ellas la peninsular y que acepta la guerra como algo inevitable. Es
el recuerdo de personas como ésta lo que me motiva a recrear.
Volviendo al gran Don Miguel, veremos si nuestro Departamento de Cultura del
Gobierno Vasco-Eusko Jaurlaritza se
acuerda de él en este mes en el que se cumplen 150 años de su nacimiento,
aunque sólo sea entre sus innumerables méritos, por haber optado a la plaza de
profesor de euskera que convocó la Diputación vizcaína allá por 1888 en la que
compitió con Sabino de Arana y con Resurección María de Azkue, quien sería el
adjudicatario de la misma finalmente.
O por haberse doctorado en Filosofía y Letras en 1884 con
una tesis sobre el euskera titulada “Crítica del problema sobre el origen y
prehistoria de la raza vasca”
Sirva para acabar otra frase del sabio bilbaíno:
“Lo sabe todo, absolutamente todo, figúrense lo tonto que
será”
Emilio un gran articulo y unos acertadisios comentarios.
ResponderEliminarUn abrazo
Emilio un gran articulo y unos acertados comentarios.
ResponderEliminarUn abrazo