El 22 de junio, día de las Cuadrillas en nuestros Sanjoanak,
inauguramos oficialmente con una comida nuestro nuevo local social de la calle
Emperador.
Cuando en 1998 con ocho años de retraso, como no podía ser de otra
manera tratándose del Kabila, se publica el libro conmemorativo del 50
aniversario de nuestra sociedad, los puntos suspensivos de su título nos
invitaban a que continuase en el tiempo.
Han transcurrido más de veinte años desde entonces y podemos decir que
aquí seguimos. Parafraseando la manida máxima aplicada a un conocido club de
fútbol, el Kabila (sin tilde aunque nos hayamos habituado a acentuar la primera
sílaba) “es más que una sociedad”, es
un sentimiento que llevamos muy dentro quienes hemos formado parte de ella a lo
largo de estos casi 80 años de existencia.
Este sentimiento nos ha impulsado y motivado para volver del exilio y
comenzar una nueva etapa kabileña con local social.
La acogida a la iniciativa
entre los que hemos resistido a esta larga travesía por el desierto ha sido
total y la ilusión por un futuro que ya es presente ha rejuvenecido a nuestra
veterana sociedad y sus integrantes.
Todos, de una manera u otra, hemos colaborado en sacar este proyecto
adelante, a pesar de cierta incredulidad inicial. Han sido muchos años hablando
de la posibilidad de hacerlo y añorando la antigua sede.
Muchos no conocimos como tal el antiguo local en la misma calle
Emperador en la que ahora nos hemos vuelto a instalar, aunque las K de sus
rejas siguen siendo reconocibles en su exterior.
Gargantúa, el Camello o el Gigante vuelven a tener un lugar donde ser
recordados y acompañados por otros hitos y símbolos que les continuarán,
esperemos que por mucho tiempo.
En estos años de exilio, los Iñauterik
tolosarras y nuestra inconfundible charanga han sido el tablero sobre el que
las diferentes piezas del puzle han ido encajando unas con otras, manteniendo
ese espíritu kabileño que nos ha permitido legar vivos hasta aquí.
No voy a enumerar a todos los que han pasado por el Kabila porque
seguramente cometería el error de olvidarme de alguno, pero cada uno tenemos
nuestros referentes, todos ellos impregnados del mismo sentimiento kabileño.
También la triste historia que nuestro pueblo vivió durante las últimas
décadas del pasado siglo y los primeros años de este milenio nos dejó tocados
muy de cerca y merece un recuerdo aunque, sin olvidar nuestro pasado, es tiempo
de pensar en el futuro.
Si algo caracteriza y diferencia a nuestra sociedad es su espíritu algo
anárquico y transgresor, alejado de las convenciones pero firme en sus
convicciones, la amistad, el compañerismo y el ambiente alegre y festivo, que
ahora podremos compaginar con interminables comidas o cenas siempre amenizadas
por la música de algún instrumento como no podía ser menos tratándose de una
sociedad eminentemente charanguera.
Entre los dos locales de la calle Emperador hemos saciado nuestra sed en
diferentes oasis (un reconocimiento también a esas sociedades o bares que nos
han acogido durante estos años) recalando ahora en otro bar, el Zumeta, que esperemos no sea un
espejismo y se convierta en nuestro campamento permanente durante muchos años.
Si no puede ser así, pues volveremos al exilio del que venimos.
¡Aufa Kabila!
(Publicado en el suplemento de Sanjoanak 2019 Tolosa DV)
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